“Me interesa resaltar la fragilidad de nuestra existencia”: Juan Carlos Botero
1 Mayo 2023

“Me interesa resaltar la fragilidad de nuestra existencia”: Juan Carlos Botero

En ‘Los hechos casuales’, Juan Carlos Botero explora el impacto que pueden llegar a tener en la vida de las personas e incluso de naciones enteras hechos fortuitos que cambian por completo el rumbo de la vida.

Por: Eduardo Arias

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Un hecho o un encuentro fortuito muchas veces ha cambiado para siempre la vida de muchas personas. Dos viejos compañeros de infancia que desde entonces no se habían visto se encuentran por casualidad en un evento social al que uno de ellos fue por una decisión de última hora. Este encuentro casual sirve de arranque para la novela Los hechos casuales, en la que Juan Carlos Botero cuenta la historia de Sebastián Sarmiento, un muy exitoso empresario de bajo perfil con un pasado enigmático, y una tragedia que lo marcó para siempre pues perdió a sus seres más queridos. A lo largo de la novela Botero cuenta cómo la historia de Sarmiento toma giros inesperados a causa de hechos fortuitos que, a primera vista, serían insignificantes. Juan Carlos Botero se vale de ellas para demostrar que no existen hechos intrascendentes, pues un detalle, por más mínimo que parezca, puede cambiar radicalmente el curso de los acontecimientos y desatar una ola de eventos inesperados.
Botero, quien nació en 1960, se ha desempeñado como escritor, ensayista, columnista y periodista. Entre sus libros se encuentran Las semillas del tiempo (Epífanos), de 1992; Las ventanas y las voces, de 1998; La sentencia y La fiesta y otros cuentos, ambos de 2002, y El arrecife, de 2006. También ha escrito ensayos y un libro sobre la obra de Fernando Botero, su padre. CAMBIO conversó con él acerca de Los hechos casuales.

Juan Carlos Botero
Juan Carlos Botero. 


CAMBIO: ¿A qué se debe su interés por lo que usted denomina los hechos casuales, en particular los que detonan sucesos trascendentales de la historia?
Juan Carlos Botero: 
Al igual que el personaje principal de mi novela, Sebastián Sarmiento, soy consciente, desde hace mucho tiempo, de que todo lo que me ha ocurrido en la vida, desde lo mejor hasta lo peor y desde lo más grande hasta lo más sencillo, es resultado de una serie de pequeños hechos casuales, encadenados por el azar, la suerte o el accidente, que adquieren un efecto dominó y alcanzan dimensiones enormes, capaces de cambiar el rumbo de una persona, de un país y hasta del mundo entero. Muchos de esos hechos lucen triviales y menores, sin duda, pero cuando adviertes el alcance y las ramificaciones que tienen esos hechos de aspecto insignificante, llegas a una conclusión impactante: los hechos insignificantes no existen. Por eso quise escribir esta novela, para darle expresión literaria a ese tema que me parece esencial. Pienso que esos hechos menores ejercen un papel definitivo en nuestra vida, y además me parecía un tema huérfano en la literatura contemporánea.

"Cada vez que me deslumbra una obra de arte o una película, o me conmueve y seduce un libro, siento el estímulo de tratar de lograr algo parecido, de calidad comparable. Y ese incentivo es muy importante para un artista".


CAMBIO: Uno pensaría que es un tema en el que ha meditado desde hace muchos años.
J.C.B.: 
Y sí, es cierto que he meditado en este asunto desde hace años. Desde mi primer libro, inclusive. Pero en esta ocasión me propuse enfocar la mirada en la cadena, en el conjunto de actos o sucesos que están unidos por el azar o el accidente y que desembocan en un evento trascendental. Mi deseo era comprobar la delicadeza de cada eslabón, de cada uno de esos hechos casuales; saber que si éste hubiese sucedido unos segundos antes o después, o unos centímetros más allá o más acá, el resultado final habría sido otro, totalmente distinto, ya sea para bien o para mal.
CAMBIO: ¿Qué lo lleva a interesarse tanto en este asunto?
J.C.B.: 
Me interesa resaltar la fragilidad de nuestra existencia. Saber que por tomar una decisión tan trivial (trivial, desde luego, solo en apariencia) como salir de la casa a una hora y no segundos más tarde, o hundir el botón del ascensor un instante antes o después, nuestra vida puede cambiar de manera radical e irreversible.
CAMBIO: Si uno mira la vida de los demás y la propia vida, ¿se podría decir que una sucesión de hechos casuales definen lo que denominamos “el destino, que estamos donde estamos por esa suma casi infinita de casualidades?”
J.C.B.: 
Sí lo creo. Y cada lector o lectora podrá concluir cuál es la fuerza que está detrás de aquella sucesión de hechos casuales que deciden nuestra existencia. Para algunos es el destino; para otros es Dios o su propio concepto de la divinidad; para otros quizás es la suerte, el azar o el accidente. Allí yo no me meto, para que cada uno piense y concluya lo que prefiera. El novelista inglés Rudyard Kipling decía, con razón, que un autor debe ofrecer la fábula, pero no la moraleja. Así que la moraleja, o la conclusión final de la novela, depende de la interpretación de cada uno.
CAMBIO: ¿Cuáles estrategias utiliza usted para mover personajes ficticios en medio de situaciones históricas?
J.C.B.: 
En la literatura lo que más importa es la verosimilitud, que la persona que lee la novela crea lo que le están contando. Puedes tener las ideas más brillantes o las historias más cautivantes, pero si quien te lee no acepta como real lo que cuentas, si no queda hechizada y cautivada por el relato, creyendo en lo que está leyendo, el libro se le caerá de la manos. Y para lograr eso es importante seguir el consejo de Hemingway: escribe sobre lo que conoces.
CAMBIO: Entonces podía decirse que usted de alguna o varias maneras, también está aquí retratado.
J.C.B.: 
Claro. Por eso incluí muchas experiencias personales en esta novela, moviendo al protagonista principal, Sebastián Sarmiento, por diferentes escenarios, recreando experiencias que viví en carne propia. Claro, esas vivencias a veces no son exactamente iguales a las que uno sufrió o gozó. Quizás lucen maquilladas, disfrazadas, matizadas o agravadas, según las exigencias del relato. Pero los sentimientos que estas me dejaron sí están detrás de lo narrado, y creo que eso le proporciona veracidad a lo que se cuenta. Porque lo viví en persona. En fin, gracias a eso puedo incorporar a los personajes dentro de situaciones históricas, como si la mirada del protagonista fuera una cámara de cine que va registrando lo sucedido y va contando lo que me interesa narrar. Tan pronto creas un personaje que crees que es convincente, y tan pronto sus ojos pueden registrar los episodios y las anécdotas, lo puedes mover por el mundo de la novela con cierta libertad, “filmando” lo sucedido, y tanto en el exterior de los acontecimientos como en el interior, develando la acción y también los sentimientos y las emociones que laten detrás de esa misma acción.

CAMBIO: El magnate tímido que quiere pasar inadvertido es una ave rara, al menos en Colombia. Así usted no lo nombre, ¿se inspiró usted en alguien de la vida real para darle vida a Sebastián Sarmiento?
J.C.B.: 
Bueno, no en nadie en particular. Pero sí creo que ambos personajes principales, tanto el magnate tímido, como dices, llamado Sebastián Sarmiento, como su amigo de la infancia, el historiador sin recursos llamado Roberto Mendoza, tienen mucho prestado de mi propia vida. Sin embargo, tienes razón en que Sebastián es un ave rara, porque es una buena persona. Y fui consciente, desde el principio, que ese era mi mayor desafío como narrador, contar la historia de alguien bueno, porque un personaje así no es común en nuestra narrativa. Los protagonistas de nuestras novelas suelen ser criminales, personas al margen de la ley como sicarios o asesinos. Y eso no lo critico. Más aún, en esta novela habrás visto que hay más de un criminal. Pero aquí me propuse hacer algo distinto: que el personaje fuera alguien amable, generoso y quizás hasta noble. No obstante, para contar su vida y para resaltar la calidad de su carácter, muy pronto entendí que el contexto de la novela tenía que ser el más violento de nuestra historia reciente, y por eso escogí los últimos 20 años del siglo pasado en Colombia y los primeros diez del actual como escenario temporal de la historia.

CAMBIO: ¿Cuál fue la razón de tomar esa determinación?
J.C.B.: 
El mérito de Sebastián, y las cualidades de su persona, sobresalen con mayor claridad en un contexto duro y violento. Es fácil ser bueno cuando todo marcha bien a tu alrededor, cuando prevalece la paz, la civilización y el orden. Pero ser una persona decente en medio de la violencia y de la corrupción es más meritorio y admirable. De la misma manera que es fácil ser cortés y educado en momentos de calma y placidez, pero la gracia es serlo en instantes de miedo, de tensión o de peligro. En fin, tan pronto definí el contexto temporal evoqué varios de los episodios más traumáticos de nuestra historia reciente, incluyendo la masacre del Palacio de Justicia, la tragedia de Armero, los atentados de los carteles de la mafia y la violencia asesina de la guerrilla y de los paramilitares.

"Creo que uno, como escritor, tiene licencia de acudir a todo lo que ha vivido para crear su obra literaria. Y lo puedes hacer con una actitud totalmente utilitaria, incluso con descaro, usando toda la música que has escuchado, todas las obras de arte que has apreciado, todas la vivencias que has tenido, todas las películas que has admirado y todos los libros que has leído para enriquecer o edificar tu propio trabajo".


CAMBIO: Y también algunos hechos recientes de episodios que sucedieron en otras latitudes.
J.C.B: 
Claro. No solo resalto hechos relacionados con Colombia, desde luego, sino también otros episodios históricos del mundo en general, y por eso narro incidentes que me parecen fascinantes, y en especial aquellos que son relevantes desde el punto de vista de los hechos casuales, como el inicio de la Primera Guerra Mundial, la caída del muro de Berlín, el heroísmo de Rosa Parks y varios más. Todos eventos de trascendencia histórica y resultado de sucesos fortuitos y triviales.
CAMBIO: ¿Es decir, Sebastián Sarmiento es un hombre bueno atrapado en un contexto social e histórico marcado por la violencia y la corrupción?
J.C.B.: 
No me vas a creer, pero pienso que la bondad predomina en el mundo. No lo sentimos así porque vivimos bombardeados de noticias atroces, pero lo que más prevalece en el mundo es la bondad individual y colectiva. ¿Y qué mejor lugar para sustentar esa tesis que Colombia? Si en un país como el nuestro, lleno de violencia, pobreza, desigualdad y maltrato a todo nivel, lo que predomina es el bien (si no fuera así no existiría el país, así de simple), hay esperanza para el resto del planeta. Claro, no es fácil ver las cosas de esta manera, porque la bondad es callada y discreta, mientras que la maldad es ruidosa y acapara los titulares. Pero que algo no sea noticia no significa que no sea real. Míralo de esta manera: la prensa registra el avión que se estrella o accidenta, pero no el que despega y aterriza sin problema. Y por cada accidente aéreo hay miles de aviones que cada día vuelan y llegan a su destino sin inconveniente. La noticia se la lleva la maldad, pero lo que mueve el planeta es la solidaridad, la colaboración, la generosidad y la gentileza. En una palabra, la bondad. Así no parezca cierto a primera vista.

CAMBIO: ¿Cómo ha influido la pintura, la música y el arte en general en su formación como escritor?
J.C.B.: 
Creo que uno, como escritor, tiene licencia de acudir a todo lo que ha vivido para crear su obra literaria. Y lo puedes hacer con una actitud totalmente utilitaria, incluso con descaro, usando toda la música que has escuchado, todas las obras de arte que has apreciado, todas la vivencias que has tenido, todas las películas que has admirado y todos los libros que has leído para enriquecer o edificar tu propio trabajo. Y lo puedes hacer con solo dos obligaciones: que el texto al final tenga calidad literaria, y que sea una creación propia y original. Todos los artistas utilizan y se nutren de sus maestros y de sus experiencias, pero solo los capaces de crear algo propio son considerados originales, mientras que los demás son considerados derivativos o copistas. García Márquez, por ejemplo, se alimentó de Kafka, Faulkner y Hemingway de manera definitiva y los exprimió sin pudor, pero sus creaciones fueron siempre originales, de García Márquez. Esa licencia de acudir a lo que la cultura universal nos ofrece para enriquecer nuestro propio trabajo, es quizás la lección más valiosa y perdurable que nos legó Borges. En todo caso, lo más importante de todo lo que me ha nutrido y enriquecido como narrador es exigencia de calidad. Porque cada vez que me deslumbra una obra de arte o una película, o me conmueve y seduce un libro, siento el estímulo de tratar de lograr algo parecido, de calidad comparable. Y ese incentivo es muy importante para un artista. Porque si careces de esa meta y de esa exigencia, de alcanzar las mismas cimas de los grandes, así no lo logres o fracases en el intento, tu trabajo estará condenado a la mediocridad. Y en este oficio eso es mortal, porque en el arte solo perdura la excelencia.

"La bondad es callada y discreta, mientras que la maldad es ruidosa y acapara los titulares. Pero que algo no sea noticia no significa que no sea real. Míralo de esta manera: la prensa registra el avión que se estrella o accidenta, pero no el que despega y aterriza sin problema. Y por cada accidente aéreo hay miles de aviones que cada día vuelan y llegan a su destino sin inconveniente".
CAMBIO: ¿Por qué considera relevante el tema que usted propone en Los hechos casuales?
J.C.B.: 
Porque creo que es un tema esencial. Vivimos sin ser realmente conscientes de que somos mortales, de que todo esto es angustiosa y fatalmente pasajero, de que la vida es muy breve y limitada. Es lo que Octavio Paz llamó “El olvidado asombro de estar vivos”. Y creo que ser conscientes de que nuestra vida puede cambiar de manera radical en cualquier instante, gracias a algo tan trivial como salir de tu casa y tomar a la derecha en vez de la izquierda; o recordar de pronto un episodio aparentemente menor y olvidado; o que a un niño se le escape un balón de sus manos, eso lleva a apreciar la riqueza y la fugacidad de la existencia. Porque son sucesos diarios y menores, de aspecto insignificante, que de pronto se atraviesan en la vida y nos pueden torcer el destino. Desconocer eso es ignorar una de las fuerzas más definitivas de nuestra existencia. Más aún, sospecho que ésta es una experiencia universal. ¿A cuántos no les ha cambiado la vida, para bien o para mal, la intervención de un suceso pequeño y fortuito?


CAMBIO: Incluso esas decisiones que toman una o dos personas pueden afectar a muchas personas. Por ejemplo, el controlador aéreo y el piloto que se confunden y de ello pueden resultar decenas de muertos.
J.C.B.: 
Así es. Esto no ocurre sólo a nivel personal sino también a nivel mundial. Porque un conductor, en un momento dado de la historia, desea retroceder en un automóvil y su pie resbala del pedal, ¿mueren 17 millones de personas, como pasó en la Primera Guerra Mundial? O porque el vocero de un gobierno lee una sola palabra errada en un discurso oficial, ¿se cae el muro de Berlín, se desploma la Cortina de Hierro y se derrumba el imperio colosal de la Unión Soviética? Mi intención en la novela era mostrar cómo el azar a menudo tiene un peso definitivo en el curso de hechos personales e históricos, y así entender que nuestro destino, con frecuencia, no depende de lo que nos proponemos sino de lo que ignoramos, de pequeñeces que surgen de pronto y que escapan a nuestro control.
Por eso escribí esta novela, para tratar de comunicar esa idea. Claro, que lo haya logrado o no depende del juicio de cada lector o lectora. Y nosotros, como autores, tal como lo digo en una nota al comienzo del libro, solo podemos agradecer que esa persona tenga nuestras palabras en sus manos.

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