‘Mi Gabriela’, un homenaje profundo de una hija a su madre
26 Mayo 2025 04:05 pm

‘Mi Gabriela’, un homenaje profundo de una hija a su madre

Mady y Gabriela Samper.

En ‘Mi Gabriela’ una hija escribe sobre su madre. Pero más que una biografía es una novela en que se retrata, como en un juego de espejos, la vida y obra de dos cineastas y escritoras que vivieron múltiples periplos en los países donde vivieron y lucharon.

Por: Hernán Darío Correa

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En este libro, al tiempo memoria, testimonio y homenaje, se hace realidad aquel adagio según el cual, al hablar de otra persona se revela ante todo uno mismo. No solo por el sentido más obvio de su significado, sino también porque esta historia es un juego intenso de identidades en la búsqueda fervorosa y amorosa de una madre por parte de su hija, cuyas existencias se van revelando en una narración multiplicada en espejos sucesivos que reflejan imágenes de una niña, una adolescente y luego una mujer adulta en su travesía por “ese túnel interminable” en el cual descubre que la pregunta por sí misma, debe ser respondida por el descifrar la vida y la muerte de su madre.

La novela de las vidas de Gabriela y Magdalena Samper discurre en este libro mediante diálogos profundos con los fantasmas de los antepasados que no cesan de interpelar a la escritora de hoy.

Y no se crea que esta metáfora es un recurso del reseñista: El espejo se titula su primer capítulo que, como en las buenas novelas, condensa las claves narrativas de su fábula, tanto en el sentido literario como histórico, pues en sus “tres marcos” aparecen y desaparecen desde el principio lo que la autora, al proponerse hablar de Mi Gabriela, narra en primera y en tercera persona, y afronta el desfile de lo que define desde el principio como los “rostros y fantasmas del camino de mi vida”, entrelazados con los de su madre.

Escrito con la destreza que Mady forjó como editora y autora de innumerables documentales de televisión y de cine, ahora nos cuenta ambas historias transitando por los países y escenarios donde fue llevada de la mano y luego dejada a su propia merced por una madre que le abrió al mismo tiempo el telón, la pantalla y el mundo, con una confianza en la fuerza de la niña, y en la de su ejemplo de mujer libre, creativa y tesonera como pocas en su tiempo.

Mi Gabriela

Porque ambas crecieron buscando y encontrando el tiempo perpetuo del arte en los rincones más inusitados y contemporáneos de Nueva York y Bogotá, el Tolima y Cuba, cuando fraguaron su mirada de cineastas en ese mundo en transformación propio de mediados y finales del siglo XX, en el cual campesinos, indígenas, beatniks, afroamericanos y mujeres fueron llevadas y traídas hacia la libertad por las aguas encontradas de las revoluciones y contrarrevoluciones políticas y culturales de nuestro tiempo.

Con una potencia de lenguaje propia de las formas narrativas de las tradiciones de esas ciudades y países, aquella, esta, niña –si se me permite emplear ese término tan caro en el Caribe de sus afectos, en el cual ese es el título con el que se consagra el saber antiguo de las abuelas–, combina de una forma paradójicamente sencilla el barroco exhaustivo de Lezama Lima, los misteriosos ambientes góticos de Edgar Allan Poe, y los diálogos intensos de Juan Rulfo, como la única manera de dar cuenta de estas historias donde se trenzan sensibilidades tan diversas, en un cielo literario donde son “bienaventurados los efímeros que contemplan el movimiento como imagen de la eternidad”, según reza el autor de Paradiso en el epígrafe de ese primer capítulo, o como anuncia Emily Dickinson en el capítulo donde se definen las líneas de sus destinos atados a las aventuras personales de la libertad y al mismo tiempo comprometidos por las exigencias de la creación: “Mucha locura es el sentido más divino para un ojo perspicaz. Mucha sensatez la locura más contundente”.

En efecto, se trata de abundancias. De muertes, abandonos y renacimientos, que Mady ha debido sacar de espejos antiguos como los de sus antepasados, los Samper hacendados del Tolima o bogotanos conservadores, o modernos como los transformadores de lenguajes propios del periodismo y del cine, con una fuerza y lucidez que va revelando las entrañas contradictorias, trágicas y al mismo tiempo festivas del país que a pesar de todo hemos inventado, en su caso bajo el tozudo principio de Martin Luther King, ese otro contemporáneo por cuyos vecindarios transitaron ella y su madre: “La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad. Solo luz puede hacerlo”.

Así, por las tinieblas de regímenes autoritarios, de conspiraciones, de tortura y de muerte como el de nuestro país desde mediados del siglo XX, la Cuba de los setentas o los Estados Unidos del macartismo de los años cincuenta y del Plan Cóndor de los setentas, la novela de las vidas de Gabriela y Magdalena Samper discurre en este libro mediante diálogos profundos con los fantasmas de los antepasados que no cesan de interpelar a la escritora de hoy, junto con las señales de los santeros y de entrañables personajes calcados de sus documentales y películas, en medio de las apariciones milagrosas de José Gregorio Hernández, o de algunas mujeres providenciales que como ángeles de la guarda han sacado una y otra vez a esta feliz narradora de los laberintos de vida y muerte de su madre, que fueron y son los de nuestro tiempo.

Y ello ha sido posible, porque las oscuridades de muchas de aquellas escenas inolvidables son iluminadas por los focos del fervor de su memoria en torno a la amistad y al amor, y a la felicidad de los empeños transgresores y festivos como los de las tablas donde empezó su madre en el Parque Nacional en compañía de la troupe inolvidable de Santiago García, Enrique Grau, David Manzur, Eduardo Ramírez Villamizar, Antonio Montaña, Carlos Castillo, Dalia Zapata Olivella, Hernán Díaz, Dina Moscovici, Jorge Alí Triana, entre muchos otros; o del cine de ambas, verdaderos hitos de la filmografía nacional como El páramo de Cumanday, El hombre de la sal y Los santísimos hermanos, de Gabriela, La casa de Hemingway en Cuba, Campesinos del cañón de las Hermosas y Voces de una Colombia posible, de Mady, para citar solo algunos de su enorme lista de realizaciones; o de los libros de ambas, como La guandoca, de Gabriela, Senderos de la amapola y Una Colombia posible, de Mady, como figuras eternas en el espejo de nuestra historia cultural, luces victoriosas sobre aquellos extravíos que nos posibilitan, como a Mady, el reconciliarnos con nuestro pasado hecho nítido por la comprensión y la revelación crítica propias de dos vidas plenas de creación, libertad y alegría ahora redimidas para siempre por esta historia.

Mady Samper
Mi Gabriela
Editorial Gente Nueva, 2025

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