“En un mundo saturado por lenguaje audiovisual es emocionante ver que el dibujo resucita”: Julián Camacho
Julián Camacho muestra su libro en Times Square, Nueva York.
La mirada sobre el centro de Bogotá de Julián Camacho León, un arquitecto dibujante, quedó plasmada en el libro-afiche-obra de arte titulado 'Estamos a mano, Bogotá'.
Por: Eduardo Arias
Dibujar, pintar, retratar a Bogotá ha sido un ejercicio que desde tiempos decimonónicos ha atraído a infinidad de personas, entre ellos viajeros de otras naciones. Uno de ellos es Julián Camacho León, arquitecto de la Universidad Javeriana, ilustrador y profesor universitario apasionado por la imagen arquitectónica en todos los formatos análogos y digitales posibles.
Como él mismo señala ,ha estado “siempre explorando y recorriendo las ciudades y selvas de concreto para convertirlas en arte y dibujo”. La Universidad de América, donde es profesor, en asociación con la editorial independiente Rey Naranjo Editores, publicó el libro Bogotá, estamos a mano, que, en realidad, un enorme afiche de ocho metros de largo impreso por ambos lados en el que el auto hace un recorrido por el centro de Bogotá. En los dibujos y en la caligrafía de los textos que explican cada edificio y lugar, escritos en castellano y en inglés, se nota la pasión de su autor por el oficio de dibujar y escribir a mano, costumbres que son cada vez más extrañas en un mundo dominado por lo digital. CAMBIO habló con él acerca del libro y de su oficio como dibujante y arquitecto, y de su pasión por caminar por el centro de Bogotá.
CAMBIO: ¿Desde cuándo dibuja?
Julián Camacho León: Desde niño he sido un apasionado por el dibujo. El plan favorito era esperar los cómics y las historietas gráficas que venían en el periódico del domingo para inmediatamente escoger cuál era la mejor, cuál me interesaba más y empezar a dibujar todo tipo de personajes, de historietas y de novelas gráficas sin tener el más mínimo conocimiento previo de dibujo, pero sí toda la intención y toda la pasión. El lenguaje del dibujo siempre me ha resultado muy interesante, muy seductor y muy atractivo. Gracias al estudio de la arquitectura pude interesarme y profundizar más en un lenguaje que es una de las pocas expresiones humanas auténticas, honradas y honestas, que pertenecen inequívocamente a cada uno de nosotros y que es irrepetible.
CAMBIO: ¿Por qué escogió centrarse, valga la redundancia, en el centro de Bogotá?
J. C. L.: Escogí el centro de Bogotá porque desde el punto de vista cultural, artístico y arquitectónico es, de lejos, el lugar más interesante y representativo de la cultura, de la identidad y de la historia de Bogotá. Recorrer el centro de Bogotá es una reflexión como ciudadano colombiano y como ciudadano bogotano. Es un reencuentro con nuestras raíces, con nuestros orígenes y con la representación viva de lo que ha sido nuestra historia y nuestra idiosincrasia. Además, en el centro todos somos verdaderamente libres, somos verdaderamente autóctonos y en el centro estamos totalmente desprovistos de cualquier prejuicio social. Podemos ser totalmente auténticos. En el centro todas las personas, todas las situaciones son reales y toda la arquitectura es real. Entonces, en un lugar tan apasionante donde podemos hacer un recorrido por la historia colonial, por la historia republicana, tanto en los espacios arquitectónicos como los espacios públicos.
CAMBIO; ¿Y por qué dibujarlo?
J. C. L.: Porque tenemos actores materiales y actores animados que interactúan con la arquitectura. La arquitectura del centro de Bogotá es totalmente dependiente del habitante de calle, del artista, del extranjero, del político, del estudiante y de todos los transeúntes reales que por ahí circulan. En el centro de Bogotá perfectamente podemos ejercer la labor como el ciudadano que conoce y que ejerce su derecho a la opinión y a su sensibilidad hacia un lugar. El centro de Bogotá me parece que es el primer lugar al que debemos rendirle un tributo gráfico. Además, es la zona que por gusto y por dinámica laboral transito de manera mucho más recurrente. El centro de Bogotá genera muchos estímulos visuales, sonoros, culturales y lúdicos a los que me resulta apasionante rendirles un tributo desde la gráfica.
CAMBIO: ¿Qué experimenta usted cuando dibuja en las calles del centro?
J. C. L.: Es un lugar donde la gente local y los extranjeros se acercan, preguntan que por qué estoy dibujando, que qué bonito, que qué técnicas esto, que qué técnicas aquello, que ese edificio, por qué es importante, que por qué es representativo de la historia. Entonces se convierte en un escenario pedagógico y artístico a la vez y me parece que toda ciudad debe empezar a ser reconocida primeramente por su centro, donde regulan los hechos históricos más importantes, culturales y sociales. Por eso el centro me resulta siempre el lugar más atractivo y real de nuestra hermosa Bogotá y por eso esta primera aproximación fue hacia el centro. Marca un punto y un comienzo muy interesante para todo lo que pueda venir.
CAMBIO: ¿Qué materiales utilizó en los dibujos?
J. C. L.: Yo no uso ningún material raro. Papel bond, el papel de una libreta de dibujo que sea cómoda de llevar debajo del brazo, en un pequeño morral, en una pequeña maleta. A mí me gusta mezclar diferentes materiales convencionales y técnicas convencionales como lo son el lápiz, el esfero inclusive, el tradicional micropunta y me gusta alternarlos con técnicas de color variadas. Me gusta mucho usar los lápices de colores Prismacolor, por ejemplo, o todo lápiz que tenga una textura blanda y grasa, alternándolo también con el uso de marcadores y de ciertos esferos especiales, correctores como el Liquid Paper. Son materiales que cualquier persona está en capacidad de adquirir. Después de tanta experiencia dibujando he llegado a la conclusión de que no depende de los tipos de materiales o de las marcas que uses sino de la forma como los apliques y los combines, y que tengas la capacidad y la sensibilidad de plasmar en un dibujo lo que corresponde básicamente a forma, proporción, perspectiva, textura y color. Eso se puede hacer con cualquier material. Como se dice coloquialmente, el tema no depende de la flecha sino del indio.
CAMBIO: Algo que llama la atención es la diversidad de estilos en el dibujo. Algunos se acercan más al boceto, otros tienden a ser más realistas. ¿Hay una intención en ello?
J. C. L.: Efectivamente, son diferentes las intenciones de cada uno de los dibujos. Depende la intención, el alcance y el nivel de desarrollo que algunos queden más a un nivel de boceto, de un rápido esqueje y otros en un dibujo más realista. Depende también de las circunstancias del lugar, del tiempo que pude estar ahí. Cuando uno está dibujando en la calle, el sol o la lluvia pueden ser aliados o contradictores del buen dibujo. A veces la intención es plasmarlo en trazos rápidos y en blanco y negro para simplemente capturar el croquis inicial y dejar la emoción iniciada en el espectador. En otros, por las características de la textura, del tiempo, del dibujo y del lugar, la misma emoción me va llevando a hacerlo de una forma mucho más detallada en cuanto a textura, color y sombra. A veces la intención es llevarlo a un nivel de realismo, a veces simplemente de plasmar una idea y un apunte del lugar.
CAMBIO: ¿Su finalidad es una representación perfecta de cada lugar?
J. C. L.: No. En esas perspectivas y esos dibujos, por supuesto, hay errores. Pero esos errores hacen que el dibujo sea honesto y que modifique de alguna forma leve o a veces sustancial el lugar que estamos viendo. El dibujo es idealista y lo interesante es que las personas inmediatamente lo vean sepan de qué lugar se trata. Pero el dibujo puede corregir aspectos que no nos gusten. El dibujo puede hacer más exuberante una vegetación. El dibujo puede minimizar el impacto de una vía que están construcción o que tiene algún nivel de deterioro. El dibujo controvierte para bien y para mal una realidad y por eso también se logran obtener diferentes estilos, pero siempre mostrando la proporción de la escala humana y siempre siendo fehaciente la emoción que el lugar y el edificio transmite en ese momento. Eso sin duda se va a ver en los trazos, los más detallados y los menos detallados serán una réplica emocional igual de honesta que cualquier dibujo.
CAMBIO: ¿Cuánto tiempo le tomó completar los dibujos?
J. C. L.: En un tamaño entre carta y oficio, entre la construcción de la perspectiva, hacer el croquis y definir definición de texturas, me va a tomar aproximadamente una hora. La aplicación posterior de la técnica del color que implica la textura, el material del edificio, que el cielo sea azul o gris denso, los reflejos de pisos mojados puede tomar unas dos horas. Un dibujo promedio puede tomar entre dos y tres horas. Cuando trabajo en una técnica de bocetación de blanco negro puede tomar dos horas o una hora y media. Pero hay formatos que son mucho más grandes, que pueden tomar cuatro horas. Cuando estoy en la calle siempre procuro tomarme entre dos y cuatro horas para la elaboración de esos dibujos.
CAMBIO: A manera de síntesis, ¿por qué dibujar en vez de tomar fotografías?
J. C. L.: El dibujo es una de las manifestaciones viscerales y emocionales más antiguas y más humanizantes que tenemos. Todos hemos dibujado. Y la gran mayoría, después de niños, lo dejaron de hacer. Yo lo retomé como una forma de liberación y como una forma de rendirle tributo a Bogotá y a todos los lugares donde pueda rendir ese tributo. Cada cual aporta al reconocimiento cultural de un lugar desde su disciplina. Yo lo hago desde el dibujo. En un mundo donde estamos saturados de tanto lenguaje audiovisual digital que se vuelve repetitivo e impersonal, es muy emocionante ver que el dibujo resucita. Adquiere validez. Vuelve a coger vigencia. Es una muestra inequívoca de que sobreviviremos como especie humana. Tenemos una sensibilidad que nos hace únicos. Creemos todavía en las cosas hechas con las vísceras y con las manos.