“No le hemos dado la importancia que merece a la amistad entre mujeres”: entrevista con Ita María

Crédito: Lina Botero

26 Abril 2025 07:04 am

“No le hemos dado la importancia que merece a la amistad entre mujeres”: entrevista con Ita María

Ita María, autora de 'La suma de todos los afectos', habló con CAMBIO. Este domingo 27 de abril presenta su libro en la Feria del Libro de Bogotá. 

Por: Isabella Bernal

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Antes de ser feminista Ita fue economista. El feminismo llegó a su vida por accidente hace unos diez años y dejó su trabajo y su vida corporativa para dedicarse por completo al activismo. Es editora de la revista Volcánicas, militante activa de los derechos sexuales y reproductivos desde el Movimiento Causa Justa por el aborto, que logró la despenalización del aborto hasta la semana 24 y lanza su segundo libro, La suma de todos los afectos, en la Feria del Libro de Bogotá este domingo 27 de abril. Este ensayo sobre el amor recorre distintas formas de querer en el mundo contemporáneo: la amistad, la familia, la pareja y los animales. Entrevistamos a Ita María para hablar sobre sus afectos antes y después del feminismo. 

Isabella Bernal: Casi la mitad de este libro está dedicado a la amistad entre mujeres. Amigas de infancia, de adolescencia y de adultez ¿Cómo fue la amistad antes del feminismo? 

Ita María: Fue inocente, genuina, intuitiva y libre, pero atravesada por unos contextos sociales que limitaban esa libertad. Era una amistad mediada por la raza, la clase y el género, y por supuesto no tuvimos nociones de ello hasta mucho más tarde. Creo que todas estas preguntas sobre la amistad son más bien recientes, porque ha sido un vínculo 'huérfano', pero es interesante y bello que ahora, ya adultas y feministas, le estemos volviendo a dar el protagonismo que tuvo en nuestras infancias, con una mirada más crítica y más conscientes y cuidadosas.

I.B: Pactos de clase es el título de uno de los capítulos. Allí hablas de cómo desde el colegio pactamos nuestro futuro en burbujas sociales con amistades que lucen, piensan y se comportan igual que nosotras. ¿Qué tan posible es que en Colombia podamos superar esa estratificación tan determinante, incluso en los afectos, que parece ser la raíz de tantos males sociales como el racismo, la homofobia y el machismo? 

I.M.: Es difícil pero no imposible, y debería ser una apuesta colectiva, porque esa segregación por raza y clase, con todo su arsenal de prejuicios, empieza desde los espacios que habitamos y ocupamos desde pequeñas, que determinan los círculos sociales y los vínculos que podemos desarrollar. Esta creencia de superioridad y cultura de aspiracionalidad ha permeado todo aspecto de nuestras vidas por generaciones, entonces es un relato ya instaurado que cuesta desmontar y nuestros vínculos, de alguna manera, así no lo queramos, terminan perpetuando esos sistemas de exclusión. Pero todo eso es aprendido, hay un acondicionamiento social ya casi inconsciente, por inercia generacional, y en ese sentido es posible desaprenderlo. 

La suma de todos los afectos de Ita María

I.B.: Hoy existen categorías para nombrar las relaciones de parejas: poliamorosas, abiertas, swingers... Desde hace 14 años mantienes una relación monógama con un hombre con quien al parecer ha sido más sencillo de lo que las teorías sobre las nuevas formas del amor sugieren. ¿A qué le atribuyes esa necesidad contemporánea de categorizar el querer?

I.M.: Bueno, con Lu (mi pareja) ha sido más sencillo porque hemos tenido mucha suerte de encontrarnos en el momento en que lo hicimos y coincidir en la forma en que entendemos el amor, pero además de esa suerte pues sí nos doy a ambos el mérito de construir juntos este amor, que es un trabajo de cuidado diario. Por otro lado, lo de categorizar el querer creo que responde a un momento histórico de muchas transformaciones impulsadas desde los feminismos, las conversaciones sobre el género que tienen todo que ver con los roles, las expectativas, el cuidado y el amor romántico. Porque al final el cuidado es transversal a todos nuestros vínculos. Y todo esto viene con más preguntas y dudas y en simultánea con una sobrecarga de información desde las redes sociales y un montón de falsos coaches y un exceso de análisis también para responder o llenar vacíos que van quedando. Entonces quizás esa necesidad de categorizar tiene que ver con eso, con un anhelo de respuestas y sobre todo de afectos y vínculos que se adapten y ajusten al momento y las necesidades de cada persona. 

I.B.: ¿Crees que hoy día le estamos dando un lugar más meritorio a las relaciones aparentemente más libres y abiertas o esto simplemente es producto de una tendencia social? 

I.M.: Quisiera pensar que sí le estamos dando más importancia a la libertad, pero no necesariamente desde la 'apertura', esa puede ser una forma que le funcione a algunas. También creo que las relaciones monógamas pueden y deben ser más libres, no solo las románticas o de pareja (o trieja), incluso las relaciones de amistad y la relación con las familias. Claro, hay una tendencia social que responde a los tiempos que vivimos, donde tenemos más y nueva información y herramientas, eso no necesariamente es malo, solo es nuevo e iremos decantando y viendo qué cambios permanecen y dan lugar a nuevas formas de relacionarnos. 

I.B.: El mercado de la soledad es otro de los capítulos de este ensayo en el que se habla sobre cómo cada vez más estamos viviendo una cotidianidad individualista y solitaria. ¿Cuál es tu reflexión sobre la manera de construir vínculos en estas condiciones?

I.M.: Es uno de los temas que más me ha interesado desde que la pandemia dejó en evidencia muchas de esas soledades no voluntarias y lo que acarreaban, que está intrínsecamente relacionado con el afecto, el cuidado y el tejido social. Yo veo tres crisis: la de los cuidados, la de los afectos y la de la soledad, con una misma raíz, la fragmentación social, y esa fragmentación, junto a otras transformaciones como las digitales, las aplicaciones sociales y de citas, han afectado considerablemente las habilidades para crear y sostener vínculos y relaciones sostenibles, que permitan también pensarnos en comunidad. Y a mí eso me resulta muy pero muy preocupante porque no se puede vivir aislada o aislado, no se puede vivir sin afectos, sin vínculos, sin comunidad. Esto, además, en un momento en que los discursos de odio inundan las redes y el desprecio por la vida de los demás es palpable en las calles, pues me angustia más. Por eso creo que la revolución será desde los afectos, los vínculos, las amistades como horizonte político, los nuevos amores y las nuevas formas de familias que estamos construyendo, y desde el cuidado y el volver a lo comunitario.  

Isabella Bernal e Ita María. Créditos: Victoria Holguín
Isabella Bernal e Ita María. Créditos: Victoria Holguín

I.B.: Creciste en una familia compuesta por mamá, abuela y tíos donde nunca hizo falta la figura paterna. Esa noción de familia poco tiene que ver con el concepto de familia nuclear y menos con la idea de madre soltera. Es más bien una idea de maternidad comunitaria donde los cuidados no solo son responsabilidad de la mujer. ¿Qué implicaciones sociales tendría que las madres dejaran de ser las únicas responsables de los cuidados de los hijos y del hogar?

I.M.: Fíjate que, aunque es una noción que es la de la foto de la familia nuclear, es un tipo de familia más común de lo que se cree, solo que no es el ideal social. Yo no podría estar más agradecida por la familia que me tocó, y si algún día cambiara de opinión y quisiera tener hijxs, me gustaría que crecieran en una familia como la mía, con una abuela y unos tíos y tías tan presentes en la crianza como la madre. Tanto que, como dices, nunca hizo falta la figura paterna porque todos me cuidaban y criaban y me adoraban y me lo hicieron saber siempre. Claro que a mi mamá, como a muchas madres, le tocó durísimo; me hubiera gustado que tuviera más tiempo para ella. Quizás si socializamos mucho más los beneficios de esas crianzas colectivas y descentralizamos la crianza de la familia nuclear, y entendemos todos y todas, incluso quienes elegimos no ser madres ni padres, que el cuidado es responsabilidad colectiva, podemos sumar a la posibilidad de maternidades más justas, más libres, más reparadoras, porque la deuda de la sociedad con las madres sigue pendiente y es enorme.

I.B.: Abordas el amor multiespecie desde el inicio del libro, siendo casi como un homenaje a ese gran amor tuyo que fue Policarpa. ¿Por qué es tan importante para ti reconocer esa relación con tu gata de manera protagónica?

I.M.: Porque fue un ser que me acompañó 15 años y con el que tuve un vínculo tanto o más fuerte que con muchas personas y su muerte y ese luto me atravesaron en pleno proceso de escritura. No sé explicarlo todavía y me siento ridícula cuando lo digo y cuando lo pienso, pero ha sido un luto más duro que cualquier luto humano de los que me ha tocado vivir. Nada me ha dolido más que eso; tal vez después, cuando logre tramitar y atravesar todo ese dolor, lo pueda explicar mejor. Todavía no estoy ahí, pero era importante para mí darle ese lugar en el libro, aunque no supiera cuál, porque para mí lo ocupaba todo y fue uno de los amores de mi vida; lo sigue siendo, aunque ya no esté.

I.B.: Por último, nunca nos enseñaron que la amistad era un vínculo igual de importante al de la familia o al de la pareja, incluso se nos construyó una idea de rivalidad entre mujeres. Este libro es casi un manifiesto en contra de esa idea. ¿Por qué para ti es importante escribir sobre esto en este momento?

I.M.: Porque creo que nos faltaba esa representación, sobre todo la representación de estas dudas y conversaciones que venimos teniendo en los últimos años. Mucho se habla sobre las tusas de amistad, pero no sobre la romantización de la amistad desde que las feministas descentramos el amor de la pareja y tampoco desde los errores que cometemos entre amigas y el daño que también nos hacemos y nos descorazona y nos rompe. Y creo que no le hemos dado la importancia política que merece el vínculo y la potencia transformadora que carga. También porque yo escribo sobre lo que me mueve, lo que se me incrusta en la cabeza y no puedo dejar de darle vueltas y desde la pandemia, la amistad y el amor son los temas que más me interesan y mueven, porque creo que son además el sentido y motor de todas las cosas, de todas mis revoluciones al menos, y en eso hay un poder transformador infinito e inexplorado. Pero del amor ya se ha escrito y teorizado demasiado, y de la familia también. La amistad, especialmente la amistad entre mujeres, era el vínculo que le hacía falta a esa ecuación de los afectos, a esa red que lo sostiene todo.
 

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