
‘Oro azul’, de Lucas Saboya, música sacra con sabor colombo-venezolano
Lucas saboya
El tiplista y compositor colombiano Lucas Saboya presenta el estreno absoluto de su obra 'Oro Azul' el próximo miércoles 2 de octubre a las 5:00 p.m como parte del Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá.
Por: Eduardo Arias

Oro azul es una obra de Lucas Saboya dedicada a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá y fue escrita para orquesta de cuerdas colombianas, un formato que evoca las orquestas de cámara de música clásica, en el que la bandola reemplaza al violín, los tiples a las violas y las guitarras a los violonchelos. El único instrumento común a ambas es el contrabajo. La Orquesta Filarmónica de Música Colombiana, agrupación de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, se encargará de ejecutarla en la Iglesia de la Candelaria.
La obra lleva ese nombre porque está inspirado por el azul de ultramar o azul mariano, un pigmento que se extrae del lapizlázuli. Por su valor, que llegó a ser incluso superior al del oro entre el Renacimiento y el Barroco, y hasta las primeras décadas del siglo XIX, se reservó para representar el manto de la virgen María. La pieza que estrenará Saboya combina elementos de la música académica y ritmos de la música popular de América Latina, en especial Colombia y Venezuela.
Lucas Saboya es un notable tiplista y compositor que nació en Tunja en 1980. A lo largo de su carrera ha trabajado para renovar el sonido de su instrumento y agrandar los alcances de la música andina colombiana. Junto con sus hermanos Daniel y Diego integra desde hace 30 años el destacado Trío Palos y Cuerdas, una agrupación que ha ayudado a evolucionar la música andina colombiana, por lo general atrapada en la jaula de sus propias nostalgias y su obsesión por el purismo.
Las composiciones de Lucas Saboya han sido publicadas por el sello internacional Naxos. Ha sido solista y compositor de orquestas como City of London Sinfonia, Sinfónica de Colombia, Filarmónica de Bogotá, Sinfónica EAFIT y Filarmónica de Medellín. Ha realizado conciertos, discos y proyectos con Paquito D’Rivera, Andrés Orozco-Estrada y Alexis Cárdenas, entre otros.
Entre los más recientes están Cita en París, grabado en la capital francesa con su proyecto Lucas Saboya Cuarteto, Bimhuis: Palos y Cuerdas Live in Amsterdam, El Arenoso, a dúo con el violinista venezolano Alexis Cárdenas y Zamba Negra: Paquito D’Rivera y Hermanos Saboya. Su música hace parte del disco 50 años tocando para ti, de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, producción que ganó el Premio Grammy Latino en 2018. Estrenó su Concierto para Tiple y Orquesta en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá y lo presentó en el Festival Internacional de Música de Cartagena. Tiene una actividad constante como concertista y compositor en Asia, Europa y América. CAMBIO habló con él acerca de Oro azul y del panorama de la música andina colombiana.
CAMBIO: ¿Cómo nació esta pieza?
Lucas Saboya: Oro azul es una comisión que me hizo el Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá. El festival ha tenido la iniciativa de escoger un compositor cada año para hacerle un encargo de una obra de carácter espiritual. Entiendo que esto surge después de un encuentro que tuvo el festival con el papa Francisco, quien sugirió que se promoviera la composición de música sacra a los compositores colombianos. El festival me encargó una obra con algunas peticiones: una dedicatoria especial para la Virgen del Rosario en Chiquinquirá, quien es la patrona de los colombianos; un formato instrumental específico que es una orquesta de cuerdas colombiana y una duración de tiempo de más o menos 15 minutos de música. Decidí desarrollar la obra en cuatro movimientos para cumplir todas estas pautas que sugirió el festival.
CAMBIO: ¿Cómo fue el desarrollo de su composición?
L. S.: Realicé dos procesos de manera simultánea. Una investigación sobre la figura de la Virgen del Rosario y la exploración del material musical que podría utilizar para la obra. La investigación me llevó a encontrarme con personajes como una comunidad que hay en Tunja que es muy reconocida cotidianamente, a la que llamamos los Hermanos Amarillos porque usan una una túnica amarilla. Es una comunidad religiosa que me dio bastante información sobre temas históricos y del significado de la vocación de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá.
CAMBIO: ¿Qué encontró en su indagación con los Hermanos Amarillos?
L. S.: Allí encontré datos curiosos e importantes para mí como, por ejemplo, la relación tan fuerte que tiene la Virgen del Rosario de Chiquinquirá con Tunja, desde que se pintó el cuadro aquí en Tunja hasta cuando se coronó también como patrona de Colombia por el obispo tunjano Eduardo Maldonado. También la relación que ellos encontraban de la Virgen con el tiple, un poco por su carácter como popular, digamos su receptividad humilde, un poco en el pueblo, entonces encontré bastantes datos importantes e interesantes que me ayudaron a darle como un argumento a la obra.
CAMBIO: ¿Tuvo otras fuentes?
L. S.: Sí. Esta investigación también me llevó a relacionarme con un pintor de Tunja que se llama Jorge Casas, a quien yo le pedí una imagen de una virgen de sus archivos y él generosamente me obsequió una reinterpretación de la virgen del cuadro original, y esta imagen la utilicé para la portada de la partitura general de la obra.
CAMBIO: ¿Y cómo fue la composición de la obra musical?
L. S.: El proceso de composición empezó por Antífona, que ahora es el segundo movimiento. Yo estuve buscando un tema con un carácter espiritual. Místico. en un tempo lento. La investigación de la música y de la relación de la Virgen con la música me llevó a darme cuenta que la de Chiquinquirá es un una figura muy importante para el pueblo venezolano. Entonces decidí hacer una conexión desde lo musical con esta relación del pueblo venezolano y el colombiano con la música. Con el pueblo venezolano directamente porque uso un compás de cinco octavos, un compás irregular que está presente en una de las músicas de tradición venezolana más importantes que es el merengue venezolano. Este compás lo uso para el segundo y para el cuarto movimiento. En el segundo, en un tempo lento. En el cuarto, en un tempo más rápido.
CAMBIO: Háblenos del nombre de la obra. ¿Cómo llegó a él?
L.S: Este nombre también es resultado de mis charlas con el pintor Jorge Casas, quien me contó que el azul de ultramar es uno de los colores más importantes de la historia del arte, muy importante para el arte religioso entre el Renacimiento y mediados del siglo XIX. Generalmente fue un pigmento muy costoso y que por su valor y su significado se reservó para pintar el manto de la Virgen María y cuadros importantes del arte religioso.
CAMBIO: ¿Qué lo llevó a escoger los temas representados en cada uno de los cuatro movimientos de la pieza?
L. S: Todos están relacionados con la figura de la Virgen del Rosario. El primer movimiento, Invocación, es un llamado a la Virgen por medio de un preludio para guitarra. De los instrumentos de la orquesta tal vez la guitarra es el que tiene más condiciones para hacer polifonía, por eso yo decidí hacer este preludio para guitarra. En unos puntos muy precisos del movimiento se hace una cita al tema principal de la famosa Guabina chiquinquireña, enmarcada por supuesto dentro del carácter de la pieza y con alguna variante melódica y armónica.
El segundo movimiento está escrito en un compás de cinco octavos y aquí quise representar la relación entre la Virgen de Chiquinquirá con Venezuela. Está enmarcado entre una forma antifonal, que es una especie de estribillo al que se vuelve constantemente durante la pieza. esta antífona está basada también en el ciclo armónico de una canción venezolana que se llama Reina morena y que tal vez es la canción más importante de los homenajes musicales que han hecho los zulianos a la Virgen de Chiquinquirá.
El tercer movimiento es Luminosa 1586. La fecha hace referencia al momento de la renovación y la iluminación del cuadro. Utilizo el ritmo de la guabina que es la música que ha acompañado a la tradicional romería a la Virgen de Chiquinquirá.
El último movimiento, Fugato de la consagración, nuevamente utiliza el compás de cinco octavos haciendo referencia a la cultura musical venezolana.
CAMBIO: ¿Qué podría diferenciar una orquesta como la Filarmónica de Música Colombiana de una estudiantina?
L. S.: En principio son lo mismo. Tal vez la diferencia está en que la Filarmónica de Música Colombiana hace parte de la Filarmónica de Bogotá y por eso su nombre. Pero yo tengo una postura personal respecto a la denominación de este tipo de agrupaciones. Yo considero que la estudiantina es un tipo de agrupación cercana a lo folclórico, con un trabajo con menos detalle en la escritura y la interpretación. La orquesta de cuerdas colombianas, que es lo que plantea Fernando León desde los años 80 y 90 con Nogal Orquesta de Cuerdas Colombianas, tiene todo un desarrollo tímbrico, de instrumentación y de ahí deviene todo un desarrollo del nivel de los instrumentistas y de mejora del nivel de los constructores de instrumentos porque la música así lo exige. De ahí considero que es una orquesta de cuerdas colombianas porque es un planteamiento mucho más elaborado y detallado.
CAMBIO: ¿Cuáles son para usted los elementos que separan los nacionalismos de la primera mitad del siglo XX de la corriente de los compositores nativo-americanos, de la que usted forma parte?
L. S.: Pienso que el elemento central es el lenguaje. Muchos de los compositores llamados nacionalistas del siglo XX eran latinoamericanos que estudiaron por ejemplo en Francia. Lo que hacían era tomar un tema popular de alguna tradición de su país, sin transitar en esa tradición, y arroparlo con una sonoridad francesa. El resultado final era prácticamente el mismo, no importa si el compositor era mexicano o colombiano. Era una sonoridad francesa con un tema popular de su país de origen. Mientras tanto había compositores en esta misma época menos conocidos como Eduardo Rovira y Dino Saluzzi de Argentina, el mismo Piazzolla, Ramés Natalie en Brasil o Guillermo Rifo en Chile, que pertenecían a una tradición cultural como actores activos. No hacían música folklórica, hacían música de concierto, pero con un lenguaje propio de su tradición cultural.
CAMBIO: ¿Cómo ve usted el panorama general de la música andina colombiana en estos tiempos?
L. S.: Para mí el panorama de la música andina colombiana es un poco variopinto. Ahora mismo se ve la repercusión del trabajo que hicieron músicos varias décadas atrás. Hay cosas buenas, pero también muchas por mejorar. A veces siento una actitud demasiado nostálgica por parte de los músicos que hace que esta música se aísle. Hace un tiempo le escuché a Jesús Martín Barbero un concepto: “Raíces que se mueven, sin raíces no se puede vivir pero muchas raíces impiden caminar”. Para mí esto define perfectamente lo que debería pasar con nuestra música del interior. También pienso que los roles alrededor de la música colombiana como la interpretación, la composición, la producción y la gestión se deben cualificar y se debe mejorar el pago y el trato a los músicos en festivales y programaciones de algunos auditorios y teatros.
Oro azul
Orquesta Filarmónica de Música Colombiana
Octubre 2, 8 p.m.
Iglesia La Candelaria
Carrera Quinta con Calle 11, esquina nororiental.
