
Paisajes y fibras: el lenguaje de Olga de Amaral
En la sede de la Fundación Cartier, en París, se exhibe una muestra retrospectiva de la obra de la gran escultora y tejedora colombiana Olga de Amaral. Estará abierta al público hasta marzo de 2025.
Por: Diana Castro Benetti

Caminar por el Boulevard Raspail en París es un clásico. Lleno de cedros, una parte de su trayecto alojó el despertar estudiantil del 68, un movimiento sagaz que alteró ideas y estructuras de la sociedad francesa y de la vida y el arte globales. Se puede caminar por la avenida con aire “flâneur” de época, y toparse monumentos como los de Alfred Dreyfus y Honoré de Balzac. Picasso vivió en el número 242, Sartre en el 222 y, más adelante, varias décadas después, la Fundación Cartier construyó un edificio que se convirtió en una anticipación al siglo XXI donde la amplitud y la transparencia abrieron paso a los jardines interiores. Esta galería acoge hoy el arte contemporáneo mundial y presenta hasta marzo de 2025 una de las muestras más emotivas y bellas de la artista colombiana Olga de Amaral. Una retrospectiva llena de color, textura y memoria.
La obra es deslumbrante. En la primera planta se ven sus tapices de ocho metros y de color amarillo rojo ocre, donde cuelgan imponentes en el luminoso espacio de la estructura en vidrio y acero. Bella alegoría a la levedad y a la fuerza de la materia. La luz es invitada de honor y los hilos sus cómplices. Las fibras tejidas reciben los fríos del próximo invierno, pero la oblicuidad de cada rayo de sol crea intervalos que realzan el mate de los colores, las crines de caballo y un arte que refleja el mundo andino profundo o las caminatas de la artista por los barrios bogotanos de Teusaquillo y Quinta Camacho.
A sus 92 años, Olga de Amaral expone sus obras Brumas, Alquimia y Estelas en un locus icónico del arte contemporáneo y es como el puente soñado para que aquellos filamentos que pasan de mano en mano puedan perpetuarse y persistir hasta convertirse en arte universal. Se sienten los pasos de su maestra Marianne Strengell y la presencia de las tejedoras del Cuzco. La muestra completa habla de la conexión entre el lenguaje y los textiles, entre los oficios y el arte y despliega delicadeza, atrevimiento y sacralidad en una elegancia tan contundente que es como un viaje atemporal entre montañas y pueblos. Olga evidencia su búsqueda: habla de sus ancestros orfebres.
Las tres salas caminan por los tiempos de la artista y que han transcurrido entre la grandiosidad y la irreverencia de los setenta, la experimentación con lo abstracto y los colores y el acercamiento entre lo autóctono y lo cosmopolita. En cada rincón se respira la pureza del algodón, la ligereza del lino y la alquimia del oro. En las obras de Olga de Amaral la reflexión del mundo contemporáneo es trama de un paisaje que recuerda la vida natural. Reconocida como una pionera del Fiber Art por mover las fronteras del arte al impulsar el tejido hacia lo abstracto más allá de su utilidad en lo cotidiano, hoy su obra es considerada una geografía y una arqueología robusta llena de pliegues que demuestra la evolución de la tecnología ancestral del tejido. Se vive la luz a través de los nudos y los trenzados como si fuera un atisbo de los continentes y una nueva piel que nos cubre y nos descubre en el relato de nuestra historia. En la obra de Olga de Amaral no hay tiempo: es el tiempo mismo.
El 261 del Boulevard Raspail recibe los más de 70 años del arte visionario de Olga de Amaral; la Fundación Cartier le regala al mundo un conmovedor “coup de coeur” de otoño. Esta exposición es un jardín luminoso y expandido donde brilla la paciencia del oficio, la agudeza de la alquimia y la vida de una artista con grandeza. Oro puro.
