Foto del director Andrés Baiz con los protagonistas de la película, en el Teatro Faenza, luego de la proyección de la película a los medios de comunicación.
‘Pimpinero: sangre y gasolina’, la película que desentraña la compleja red de corrupción, pobreza y violencia en la frontera con Venezuela
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Esta cinta colombiana, que se acaba de estrenar en cines, retrata la difícil situación socioeconómica de los colombianos en La Guajira.
Cerca de 200 vehículos cargados de gasolina de contrabando, algunos de ellos con capacidad de transportar hasta 4.000 litros de combustible, atraviesan a toda velocidad la frontera entre Colombia y Venezuela. Lo hacen sin detenerse en ningún puesto de control y levantan una polvareda silenciosa cuando llegan a las trochas ocultas en los límites desiertos de La Guajira.
Son automotores clandestinos que viajan no tanto con el producto del delito como con el peligro adentro: en cualquier momento, esas pimpinas recalentadas con el sol del Caribe no sólo pueden explotar sino que los gases que expelen atacan los pulmones de sus transportadores sin que ellos lo noten.
Un desfile de estas cuadrillas fue lo que marcó el corazón del director caleño Andrés Baiz. “Hace diez años, mientras estábamos en el rodaje de Narcos, me tropecé con una de esas ‘caravanas de la muerte’ en la Troncal del Caribe y, desde ahí, me obsesioné con la idea de hacer una película de acción, con mucha adrenalina, sobre el contrabando de gasolina en la frontera con Venezuela”, recuerda el hoy director de Pimpinero: sangre y gasolina, una cinta que, más que una película de acción, podría interpretarse como una denuncia a la situación de abandono, miseria, criminalidad, corrupción y violencia que se vive en la frontera colombo-venezolana.
Su argumento nos sumerge a través de la historia de los hermanos Estrada en una aventura frenética y muy peligrosa de supervivencia y venganza, situación muy similar a la que se vive en las zonas fronterizas en Norte de Santander, Arauca, Vichada y Guanía.
La pérdida de la inocencia
Durante la proyección a los medios de comunicación de Pimpinero: sangre y gasolina, Baiz destacó que el filme resalta la pérdida de la inocencia de sus personajes. Y sí. Pero también la de los espectadores que, probablemente, antes de verla, no sabían de la existencia de los pimpineros y de los peligros para la salud y la vida de quienes se dedican al único medio de subsistencia viable en ciertas regiones del país.
Según una publicación de Crudo Transparente –organización de la sociedad civil colombiana creada en 2014 para informar, socializar y analizar los impactos socioeconómicos del sector de hidrocarburos en el país–, “las circunstancias de inestabilidad educativa y laboral en La Guajira son aprovechadas por el contrabando de combustible para absorber a los niños y jóvenes que desertan de las escuelas, para unirse directa o indirectamente a esta actividad, a través de empleos informales”.
Una persona que se dedica a la comercialización callejera de gasolina ilegal, procedente de Venezuela, es conocida como pimpinero, el agente más bajo de la pirámide socioeconómica criminal del contrabando del combustible.
De acuerdo a la investigación realizada por ‘Crudo Transparente,’ bajo el título ‘Contrabando de combustible en La Guajira: complicidad fronteriza’, el pimpinero se encuentra “en una situación de alta vulnerabilidad al estar expuesto a secuelas de salud por intoxicación (ingesta o inhalación de emanaciones), riesgo de incendio y muerte por calcinación, exposición a las altas temperaturas climáticas, además de la precariedad económica que significa estar sujetos a una economía de precios cambiante y que no produce muchos dividendos por su carácter minorista”.
Actores de moda y debut de Juanes
‘Pimpinero: sangre y gasolina’ revela cómo son, cómo viven e, incluso, como mueren los pimpineros colombianos en la frontera con Venezuela. La película, que se estrenó en cines el pasado 10 de octubre, pronto se podrá ver en televisión a través de la plataforma Prime Video. Es protagonizada por el actor cubano Alberto Guerra (‘Griselda’, ‘Ingobernable’, ‘El señor de los cielos’, ‘Accidente’), por el mexicano Alejandro Speitzer (‘Oscuro deseo’, ‘Disco, Ibiza, Locomía’, ‘Alguien tiene que morir’), y por los colombianos Juanes, quien debuta como actor, y Laura Osma (‘El chapo’, ‘Historia de un crimen: Colmenares’).
Esta realización de la casa productora colombiana Dynamo, en la que el vasto e imponente desierto de La Guajira es protagonista, se rodó durante 51 días en más de 20 locaciones, entre ellas Riohacha, Valledupar, Villanueva, La Paz y Manaure. En el rodaje participaron más de 300 personas, muchas de ellas miembros de la comunidad indígena Wayúu. “Es una película grande, robusta y muy ambiciosa pero, sobre todo, muy colombiana”, dice su director, el caleño Andrés Baiz, reconocido por series como ‘Narcos’ y ‘Griselda’, y películas como ‘La cara oculta’ y ‘Satanás’.
Un estudio en construcción y… ¿soluciones en camino?
CAMBIO consultó con el Ministerio de Minas y Energía sobre la situación actual del contrabando de gasolina en la frontera con Venezuela, ya que la historia que narra la película se enmarca en el año 2012. “Hoy es distinta. A raíz del cierre de la frontera aumentaron los controles y la pandemia también afectó la zona. Sin embargo, en el estado de Zulia, las restricciones para la compra de gasolina se levantaron a partir de este año y, como consecuencia, se podría reactivar la venta de gasolina de contrabando en Uribia y Maicao”, fue la respuesta oficial de la entidad.
Adicionalmente, el Ministerio confirmó que se está adelantando un estudio sobre este tema, para el cual han sido claves la investigación publicada por ‘Crudo Transparente’ el 27 de septiembre de 2019 y los informes de caracterización y diagnóstico que, a través de la Dirección de Hidrocarburos, se les pidió a las alcaldías de los municipios fronterizos en La Guajira, Norte de Santander, Arauca, Vichada y Guainía.
“El contrabando de combustible desde Venezuela representa una problemática de primer nivel para el Estado colombiano, ya que constituye un modo de subsistencia de muchas familias, pero también de grupos armados y bandas criminales mediante dinámicas ilegales asociadas con el clientelismo, la corrupción, el desplazamiento forzado, la extorsión, el lavado de activos y la evasión de impuestos”, concluye la investigación realizada por ‘Crudo Transparente’.
Un problema con historia y muchos actores
Aunque el negocio del contrabando de gasolina en La Guajira empezó con algunas familias de origen Wayúu, en la década de los años noventa el liderazgo y control de éste fue asumido por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Después, luego de unas capturas importantes y de la firma del proceso de paz, el negocio pasó a manos del ‘Cartel del Contrabando’. Según la Policía Fiscal y Aduanera (Pofal), en 2019 ingresaban por La Guajira 117.500 galones de gasolina al día y, según el Instituto Colombiano de Petróleos (ICP), sólo en 2022 se estimó que se perdieron más de 500 millones de pesos en ingresos fiscales debido al contrabando de gasolina.
Este negocio ilegal no sólo afecta la economía formal de Colombia y Venezuela, sino que también genera violencia, corrupción y pobreza en las comunidades fronterizas, tal y como lo retrata con crudeza la película Pimpinero: sangre y gasolina.
Al igual que Moisés, Ulises, Juan y Diana, los personajes de la ficción pero tan reales como el contrabando de gasolina en las fronteras, son muchos los colombianos que, desde muy jóvenes, se ven obligados a involucrarse en estas actividades ilícitas debido a la falta de oportunidades laborales y educativas en sus regiones.
A pesar de que se dedican a actividades ilegales y, por lo tanto, son considerados criminales por las autoridades, en el desarrollo de la película el espectador no tiene otra opción que sentir empatía y compasión por los pimpineros.
El grave problema socioeconómico del contrabando en la frontera colombo-venezolana es complejo y requiere atención y soluciones urgentes. Es por esto que Pimpinero: sangre y gasolina es un llamado a la reflexión sobre las consecuencias humanas de estas actividades ilícitas, y sobre la necesidad de encontrar alternativas sostenibles para las comunidades fronterizas.