
‘Se vive a salto de mata, pero rara vez se cae en un espino’: Iván Quezada, escritor y editor chileno
Iván Quezada.
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Iván Quezada es un escritor (narrador y poeta), editor independiente de libros y también se ha desempeñado como periodista. Acaba de publicar la novela ‘El administrador de almas’.

Por María del Rosario Laverde
El escritor chileno Iván Quezada (Valparaíso, 1969) acaba de publicar ‘El administrador de almas’. Quezada fue periodista cultural de los medios escritos más destacados de Chile y ha trabajado para editoriales como Random House, OjoLiterario y MAGO Editores. Ha publicado cuentos y poemas en diferentes editoriales chilenas entre los que se destacan Poemas del encierro (2021, Mago Editores) y la novela El administrador de almas (2023, Mago Editores). Editó libros de Armando Uribe, Óscar Hahn, Poli Délano, Gabriel Salazar, Álvaro Jara y Marta Blanco, entre otros nombres chilenos relevantes. CAMBIO habló con él acerca de su reciente novela y de su oficio como editor independiente.
CAMBIO: ¿Quién es Iván Quezada? ¿Con cuál de todas sus máscaras se queda?
Iván Quezada: ¿Las máscaras vendrían a ser los géneros literarios que practico? ¿Poeta, narrador, cronista, periodista, editor? Son todas versiones de un mismo oficio, nada del otro mundo. Tengo la sospecha de que es una característica generacional el escribir en todos los géneros y ojalá conseguir un libro que valga la pena en cada uno. De hecho, la práctica me ha servido para ser editor de los más diversos autores, para corregir libros de versos, cuentos, memorias, historiografía, reportaje... Me he entretenido mucho yendo de una forma literaria a otra sin ninguna alharaca, con sencillez.
CAMBIO: Es poco frecuente la figura del editor independiente. ¿Se puede vivir de serlo? ¿Por qué no emplearse en una editorial?
I.Q.: Ahora es más frecuente que nunca, o por lo menos era más fácil hasta antes de la pandemia, en que los precios de las imprentas eran casi una ganga. Vivimos tiempos en que se han disparado, pero sigue siendo accesible, aunque con tirajes cada vez menores. Claro que se puede vivir de publicar libros, pero nadie se hará rico. Se trata de una disciplina económica, de una vida modesta, pero haciendo algo que nunca es rutinario. Siempre habrá personas interesadas en escribir, el público lector es variable y, sin embargo, los autores incipientes o avezados significan una presión a la sociedad para que se lea más, se discuta y se esté en desacuerdo con las élites enajenantes, aunque sólo sea por molestar. Precisamente por este motivo es mejor ser independiente. Las grandes editoriales promueven la autocensura y el poder único de las ideologías supuestamente “apolíticas” o “transversales”, como inventan los “genios” del eufemismo… Al diablo, los intereses corporativos son la antítesis de escribir y editar por gusto.
CAMBIO:¿Hay alguna diferencia particular al editar autores que no son chilenos?
I.Q.: Para nada, ni siquiera importa si escriben en otro idioma. Si me llegase un escritor ruso, me pondría a estudiar su lengua ipso facto y creo que en seis meses tendría una idea para reemplazar una palabra o cambiar un punto de lugar.
CAMBIO: A pesar de las dificultades que enfrentan las editoriales independientes en Colombia, algunas resisten, a otras les va menos bien. ¿Cómo funciona ese fenómeno en Chile? ¿Cuál es el panorama de las editoriales independientes?
I.Q.: Todo depende de la habilidad, talento y prestigio del editor. Hasta ahora, en mi caso, siempre aparece alguien interesado en hacer un libro o corregir un texto. Me contacta gente para publicar una obra, corregir privadamente una prosa o incluso editoriales me encargan tal o cual relato, biografía o polémica. Se vive a salto de mata, pero rara vez se cae en un espino, o por lo menos cuando se está en el aire, uno se puede poner zapatos con suelas gruesas.
CAMBIO: La poesía parece no ser un buen negocio en Colombia, ¿sucede eso en Chile?
I.Q.: Por definición, la poesía no es un negocio. Está mal visto ganar dinero con un poema. De hecho, nunca se obtiene un premio con la poesía, sino gracias a las relaciones sociales del poeta. Una vez que se separa el boato publicitario y mediático de un libro, la paja del trigo, todo depende de su valor literario y ese valor no tiene ninguna relación con la plata. El carnaval queda fuera de la lectura, o bien se trata de un carnaval mucho más entretenido que el sacarse fotos de escritor y gastarse en dinero en celulares o cosas por el estilo.
CAMBIO: ¿Cuál oficio le ha dado más satisfacciones, el de escritor o el de editor? ¿Por qué?
I.Q.: Durante 17 años fui periodista y editor periodístico, pero también, secretamente, escritor. Hasta que publiqué mi primer libro el 2002, la novela breve Elefantes y cisnes. El periodismo independiente se acabó en Chile en 2005, sólo quedan remanentes. Los dos grupos políticos predominantes se asimilaron, repartiéndose la torta. ¿Para qué querrían mantener periodistas incómodos? Entonces decidí dedicarme completamente a la literatura, pero no quería ganar plata con mi escritura. No escribo por egolatría. Entonces lo justo, como me propusieron varios escritores amigos, como José Miguel Varas y Armando Uribe (ambos ya fallecidos), era pasar de la edición periodística a la literaria. Pero… ¡vaya lío en que me metí! Descubrí que era mucho más difícil, o sea, más intuitivo. Estuve dos años editando una novela de un autor chileno que vivía en Austria, subsistiendo gracias a los mecenas. Creí que nunca lo conseguiría, pero cuando llegué al final, supe aliviado que podía corregir cualquier libro que me pusieran por delante. Y así conseguí una fuente de ingresos para escribir con libertad.
CAMBIO: El administrador de alma, recientemente publicado, es su primera novela. ¿Cuál es la historia de su carrera literaria antes de esta publicación?
I.Q.: Esta novela es mi noveno libro. Empecé con una novela breve, luego un libro de cuentos, otro misceláneo, cuatro de poemas, una antología y finalmente la mentada novela. Pero también hice la Antología errante, de Armando Uribe, y asimismo edité sus memorias en dos tomos; armé antologías de cuentos, poemas y microficciones chilenos; he participado en libros colectivos; y un largo etcétera. Soy inquieto, estoy empeñado en continuamente hacer cosas distintas. Escribo tres libros simultáneamente y en los últimos tres años los he ido publicando uno cada doce meses. Pero también imprimo cinco o seis de otros autores. No son muchos, porque corrijo profundamente, palabra por palabra. Y asimismo viajo, leyendo mis textos por Chile y otros países. El resto del tiempo lo dedico a cuidar a mi gato.
CAMBIO: ¿Cómo le ha ido con la venta de esa novela? ¿Qué canales de distribución ha tenido?
I.Q.: Mis libros los financian los lectores, comprando ejemplares. No me inquieto por ese tema. Tengo un círculo de lectores con quienes me comunico a través de las redes sociales, me han seguido durante años. De modo que cuando anuncio un libro, se anotan con un ejemplar, ya sea directamente conmigo, con la editorial que me publica (en los años recientes MAGO Editores) o a través de las librerías virtuales. No aspiro a ser un best seller, nadie está obligado por el marketing a comprar un libro mío. De pronto, con algunos he superado las expectativas y he tenido que hacer hasta tres tirajes. Me sucedió con Poemas del encierro, se agotaron 200 ejemplares, cuando se supone que la poesía no es para todo el mundo.
CAMBIO: En su novela, enmarcada en el contexto pandémico de su país, parece habitar el infinito pues una sucesión de acontecimientos delirantes e improbables mezclados con personajes del pasado y del presente, muchos reales; con seres extraterrestres y hasta Dios; obligan al lector a no perderse de este universo. Háblenos acerca del argumento de esta historia y cómo lo concibió.
I.Q.: Durante la pandemia, un amigo y mecenas me propuso que hiciera una novela y él me ayudaría económicamente con el fin de no morirme de inanición. Su única condición fue que contase una historia a partir del título “El administrador de almas”. No me hice ningún cuestionamiento existencial, sino que puse todas mis fichas en la imaginación, que era justamente de lo que más hablábamos con este amigo, muy lector de literatura esotérica (ahora ya muerto, lamentablemente). Como no soy proclive a esas temáticas, sentí el deseo de hacer una sátira del esoterismo y luego, naturalmente, dicha pulsión se fundió con otros intereses típicos míos, como la política, la egolatría de los escritores, los disparates del amor, etcétera. Como ves, nada planeado. Simplemente me dejé llevar por mis impulsos, aunque siempre con la intención de hacer una narración hilada, por muy circular que fuese. Me entretuve en mi encierro armando este mosaico y a la vez escribiendo poemas. Mi gran ambición era descubrir si tenía humor… y ahora la pelota está en el campo de los lectores.
CAMBIO: Después de haber navegado por tanto tiempo en el periodismo cultural, la crónica, el cuento y la poesía, ¿qué le queda de esta primera novela como experiencia? ¿Piensa continuar en el género?
I.Q.: De todos los géneros literarios que he puesto en práctica, la novela es el que me ha proporcionado más conciencia del mundo y de mí mismo. Diría que es el más terapéutico de todos. Eso sí, no se debe confundir conciencia con memorizar. La poesía es un género que experimenta con la inconsciencia, con un “ajeno ego”, y en cambio la novela trabaja con el tradicional “alter ego”. Los valores literarios son los mismos, pero los caminos para llegar a ellos divergen por dos mundos diferentes y, sin embargo, se cruzan a nivel verbal, en la elección intuitiva de las palabras. El desafío de este equilibrio, con la retribución de la madurez y armonía psicológica, me impulsa ahora a escribir una segunda novela. La primera frase me martilla ya en la mente… La novela implica el cultivo de la paciencia, que es una virtud dejada de lado por nuestra época. Construir día a día una realidad ficticia que llega a ser más profunda que la tediosa vida cotidiana, en la intimidad, que roza la epidermis de la conciencia hasta que aflora en plenitud en el clímax del relato, es una experiencia emocionante y a la vez racional. ¿Qué más se puede pedir?
CAMBIO: ¿Cómo pueden los colombianos acceder a este y a sus otros libros?
I.Q.: Preguntándome. No vivo en una torre de marfil y de vaca sagrada no tengo nada. Están las librerías virtuales, las ferias de libros, también se puede pedir prestado un libro y no devolverlo o hacerlo circular con los amigos hasta perderle la pista…
CAMBIO: ¿Con qué frecuencia acude a libros ya leídos? ¿Qué está leyendo ahora?
I.Q.: Sin ninguna frecuencia, cuando se me ocurre. Por ejemplo, he leído tres veces El gran Gatsby, de Fitzgerald, y dos El cielo protector, de Paul Bowles. Y ya perdí la cuenta de los Veinte poemas, de Neruda. Generalmente leo tres libros a la vez, de distintos géneros. En este momento: una antología de poesía china; Tiro libro, cuentos de Antonio Skármeta”, y El hombre rebelde, un ensayo de Albert Camus.
CAMBIO: Imposible no hacer esta pregunta: ¿tiene alguna expectativa con el gobierno de Boric?
I.Q.: Todas mis expectativas con su gobierno se cumplieron: es y hasta el final será completamente predecible. La “izquierda funcional”, como la llaman en Ecuador, es un libro abierto y por eso monótono de leer.
Compartimos para los lectores un poema de Poemas del encierro de Iván Quezada
ENCIERRO
Hoy no veré a nadie, salvo el recuerdo de mi sombra
Pasó un millón de años en un segundo,
el origen del universo está un poco más lejos
Una cuarentena es lo más parecido a un sepulcro
Las sirenas de las ambulancias
son las campanadas del trasnoche
Como nunca el tiempo es un número
La comunión con el gato,
farol de ojos inmóviles
como la mirada fija de un ave,
recostado sobre mi pecho
para la más larga siesta
que registra la historia
Me faltó el aire en la calle,
pero no fue la enfermedad, sino un suspiro
que no encontró en este mundo la oportunidad
para manifestarse
Me cuesta escribir o editar
Me cuesta el amor que rehúye las pantallas
En mis sueños nadie me habla,
son espejos rotos en que mis pensamientos
sólo encuentran el rostro del olvido
Las mascarillas se parecen a morir asfixiado
con una almohada
¿Qué hacer ahora?
¿Declararles mi lealtad a las pantuflas,
observar la pálida cordillera del invierno
y pagar mis deudas eternamente?
¡Ah, cómo me gustaría darle de correazos
a la realidad, hasta que se extingan
los notarios, las férulas, los mascarones
y las corbatas!
