
Crédito: Captura de pantalla El Eternauta de Netflix
Secuestro, tortura y desaparición: el precio de hacer ‘El Eternauta’ en la dictadura argentina
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Detrás de ’El Eternauta’, la serie argentina de Netflix que es furor mundial, hay una oscura historia de secuestro, tortura y desaparición. Les contamos quién fue su autor y el carísimo precio que pagó por su obra.

Cuatro amigos juegan al truco –emblemático juego de cartas argentino– en el altillo de una casa de clase media en Buenos Aires. Maman gallo, apuestan, sonríen. Hasta que Juan Salvo, el anfitrión, empieza a impacientarse por anomalías en el exterior: un choque de carros, el silencio abrupto del habitual barullo de la calle, amenazantes copos de nieve que pintan la ciudad de blanco. Afuera –no tardan en comprobarlo con escalofríos y desconcierto–, espera por ellos una invasión alienígena dispuesta a todo. Los días tranquilos de los placeres burgueses, como jugar al truco por la noche, abruptamente han llegado a su fin: la nevada –con claros visos de radioactividad– anuncia la era del sálvese quien pueda.
Con esa premisa, aparentemente simple, Héctor Germán Osterheld, con ilustraciones de Francisco Solano López, le presentó al público argentino, semanalmente y en 106 entregas, su historieta. Que en su primera versión, a partir de la invasión marciana, se preguntó sobre las grietas y las certezas de la amistad; los matices y los vacíos de la dicotomía entre buenos y malos; sobre el pulso entre colectividad e individualismo que atravesaba a su país, recién salido del golpe de Estado que derrocó a Perón en septiembre del 55…
Fueron los miles de lectores, el público amplio que compraba la revista Hora Cero –creada por el propio Osterheld– en los clásicos kioscos argentinos, los que sin saberlo fueron dándole la inmortalidad a las aventuras de los amigos sobrevivientes; esos que el autor denominó como Robinson Crusoes sitiados, no por el mar, sino por la muerte.
El Eternauta llegó ahora a Netflix, donde se ha convertido en furor mundial.
Segunda versión del El Eternauta: de la ciencia ficción a la guerrilla
En 1969, ahora con ilustraciones de Alberto Breccia, salió al aire la segunda versión de El Eternauta; esta, mucho más política y beligerante. La invasión, los robots traicioneros, la opresiva nevada radioactiva, pasaron a ser alegorías claras del imperialismo rampante que, en esos tiempos, como hoy, como siempre, carcomió América Latina.
Aunque la segunda versión, por su tinte político y su nuevo estilo gráfico, generó controversias en el público –que había aclamado con unanimidad la versión original–, es en ella que se refleja con intimidad y con dramatismo el vínculo entre obra y autor.
Osterheld, para entonces, ya no era el geólogo que quiso probar con la ciencia ficción y las historietas en 1957, sino un miembro activo de la guerrilla Montoneros, en la que cumplía funciones de prensa y difusión. Era, también, el censurado ficcionador, en clave de novela gráfica, de la vida del Che Guevara, y el beligerante caricaturista de la revista El Descamisado, plataforma de la guerrilla.
La dictadura, la tortura, la muerte
Las andanzas guerrilleras del guionista, como era de esperarse en la cruenta y vulgar dictadura militar de Jorge Rafael Videla –que se ensañaba con especial delirio contra los artistas contrarios al régimen– le pasaron factura y el 27 de abril de 1977 fue secuestrado por las fuerzas militares. Después de ser visto en varios centros de detención y tortura, fue visto en El Vesubio, uno de los peores, a principios de 1978, meses antes de aparecer muerto.
El mismo sino le cayó encima a Beatriz, Diana, Estela y Marina, sus cuatro hijas, secuestradas, torturadas y asesinadas por la dictadura. Y a tres de sus yernos, secuestrados y desaparecidos.
El Eternauta, pues, y ojalá esto no se maquille en su adaptación a Netflix, es ciencia ficción, sí, pero sobre todo es denuncia política.
El éxito de El Eternauta en Netflix
En la primera semana desde su estreno en Netflix, El Eternauta alcanzó 10.800.000 de vistas, más de 58 millones de horas de visualización y fue la serie de habla no inglesa más vista a nivel mundial en la plataforma. En Argentina, como era de esperarse, la serie fue número uno y el libro original se vendió como pan caliente en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

El trepidante éxito de la producción ha sido celebrado enfáticamente porque fue rodada exclusivamente en Argentina, en más de 50 locaciones, y con 2.900 personas implicadas entre el casting, los extras y el equipo técnico. La producción de la primera temporada tuvo un costo de 15 millones de dólares, muy bien recibidos en la adolorida industria cultural argentina.
La segunda temporada, ¡adivinaron!, ya está confirmada.
