
Crédito: Cortesía Ministerio de Cultura Las Artes y Los Saberes. Foto por: Lina Rozo
"Si uno gana el poder es para hacer prevalecer ciertas ideas": Juan David Correa
- Noticia relacionada:
- Ministerio de Cultura
- Entrevistas
- Conflicto Armado
CAMBIO conversó con Juan David Correa, ministro de Culturas, Artes y Saberes de Colombia sobre los medios públicos y el poder, el discurso y las noticias falsas difundidas por el presidente Gustavo Petro y lo que será el escenario político en 2026, entre otros temas.

El tiempo que Juan David Correa lleva a cargo del Ministerio de Cultura, Artes y Saberes ha sido suficiente para ubicarlo en el panorama político como un actor a la vez leal, audaz y polémico para el proyecto progresista del presidente Gustavo Petro. En esta conversación con CAMBIO reafirma sus posturas con respecto a las pugnas discursivas y políticas en Colombia.
CAMBIO: Empecemos por Gaceta, la revista que bajo su ministerio volvió a ver la luz. ¿Era su intención generar una discusión alarmante y desgarradora sobre lo que pasa con los recursos naturales en Colombia?
Juan David Correa: De alguna manera hace parte de una intención que yo tenía cuando llegué acá y es la de establecer una conversación con cientos de preguntas, sensibilidades, personas y generaciones que nos antecedieron para reconocer que en este país ha habido unas tradiciones, búsquedas e ideas que a veces por la fuerza de querer estar pensando solo en el futuro y en la promesa de que vamos a cambiar y alcanzar la paz, solemos olvidar.
Quizás lo que queremos concretar en la nueva Gaceta no es la idea de prometer un futuro apocalíptico, sino la idea de constatar una realidad que hemos construido durante ya demasiado tiempo –a veces de manera inconsciente– que ha dejado al margen a un país que ha crecido con mucho dolor. La violencia que ha causado ese dolor se hunde en temas que tienen que ver con la naturaleza, el extractivismo, con las ideas coloniales que nos gobiernan: la servidumbre, la idea de que la tierra es de unos pocos.
Hay una idea que yo me he cansado de decir en este año y dos meses que llevo en el ministerio y que está antecedida por un trino que escribí casi de manera inconsciente al día siguiente de renunciar a la Editorial Planeta. Esa mañana, después de ver una discusión de académicos gringos, blancos, hablando sobre colonialismo en una universidad gringa, se me ocurrió que para discutir sobre decolonialidad hay que descolonizase a uno mismo primero. Esa ha sido la idea rectora a la hora de pensar el quehacer del ministerio.
CAMBIO: ¿Cuáles son las grandes heridas coloniales de la Colombia que usted ha visto y cuáles son las respuestas que ha encontrado al recorrerla?
J.D.C.: Es una pregunta muy buena porque siento que se puede responder desde este lugar en el que estamos. Esta mansión (Ministerio de Cultura), estas formas de existir del poder son herencias y heridas coloniales. ¿Esto qué es? Pues es una arquitectura francesa que expresa unas ideas del mundo que tenía la sociedad hace 120 años y que sigue teniendo cierta parte de la sociedad en la Colombia contemporánea; una sociedad que se considera de mejor estirpe y que se ha querido emparentar con cierta idea de la nobleza y del privilegio por la riqueza.
Esa herida la vivimos todos los que no somos parte de unos cuantos elegidos –como los llamaba el presidente Alfonso López Michelsen en su estupenda novela que justamente se llama Los Elegidos–. En Colombia hay una exclusión ominosa y violenta: cuando tú vas al Litoral Pacífico, a La Guajira, al Putumayo, Caquetá, el Catatumbo, al sur del Caribe o a algún barrio de invasión en una ciudad grande, que es donde más gente excluida vive, lo experimentas muy claramente. La falta de reconocimiento del otro; ese sentimiento de no sentirse mirado a los ojos y no ser tratado como un igual ha sido la raíz del resentimiento. En Colombia ha habido un plan para aniquilar lo que no se parece a lo que se supone que debe prevalecer. Fíjate lo que le pasó a Hollman Morris en un avión cuando intentaron agredirlo en frente de su hijo. Es la respuesta a la idea de que hay que borrar la diferencia. Y si eso le pasa a un hombre del privilegio...
CAMBIO: Ya que menciona a Hollman Morris, hablemos de RTVC. ¿Qué dice ante las críticas que afirman que RTVC ha sido instrumentalizada de forma vulgar por el gobierno?
J.D.C.: Tengo 48 años. Desde mi generación para abajo, nos convencieron a todos de que aquí no teníamos que hablar de política ni de ideas. Nos convencieron de que gobernar se trata de demostrar quién es el mejor administrador, quién es el mejor gerente. Pero pasa que la democracia fue inventada en Grecia como una lucha de ideas. En la Revolución francesa esas ideas se expresaron tanto para transformar lo que ya existía como para conservar el establecimiento.
Lo que ha pasado con este gobierno es que no niega sus ideas. Yo no quiero ser etéreo: soy de izquierda y no me da pena decirlo, aunque en este país serlo se ha convertido en ser un asesino de las Farc. ¿Quién dijo que esa es la única izquierda? A esta versión de la izquierda el historiador italiano Enzo Traverso la llamó Melancolía de izquierda. Después de la caída del muro de Berlín, la izquierda ha sufrido una imposibilidad de reubicarse en el mundo más allá del totalitarismo soviético. Y la izquierda no es ni el totalitarismo soviético ni las extintas FARC; la izquierda contiene otras ideas progresistas sobre la realidad.
Entonces, volviendo a tu pregunta, al gobernar la izquierda: ¿Quién gobierna? Pues personas de izquierda. Si se alcanza el poder es para hacer prevalecer unas ideas.
La discusión que planteas sobre los medios públicos tendrían que haberla dado en su momento los que ahora están heridos y que debieron haber propendido por su independencia. En cambio, acabaron el Instituto de Radio y Televisión de Colombia y su sindicato con miles de trabajadores y convirtieron un bien público en un canal privado. Me pregunto, entonces, ¿dónde está la independencia de la televisión pública que debió construirse desde que terminaron Inravisión?
Es un debate complejo y en el fondo creo que son preguntas legítimas, pero necesitan asimismo respuestas complejas. A mí me encantaría que los medios, en vez de seguir con la crítica sempiterna, tengan una propuesta. ¿Cuál es la propuesta de los medios de comunicación hoy en Colombia? ¿En dónde están asociados? ¿Dónde está esa comunidad de directores de medios, periodistas, fotógrafos, videógrafos? ¿Cuál es el sindicato de esa gente que critica el estado actual de los medios públicos?
CAMBIO: Hace poco hicimos un análisis en CAMBIO sobre las repercusiones de las Fake News de Gustavo Petro. ¿No ve usted un discurso desgastado que por momentos ha caído en lo inocuo y que se ha deslegitimado por, entre otras cosas, las noticias falsas y su adicción a las redes sociales?
J.D.C.: Lo primero es que creo que hay que dejar claro que es distinto una promesa no cumplida a una noticia falsa, que es una confusión habitual en el análisis. Lo que ha hecho el presidente, así como muchos de nosotros, es abrir con ideas discusiones que, si no las abrimos, el cambio no se realiza. Hay que imponerle a la sociedad ideas nuevas para que hablemos de otras cosas. Si viniéramos a decir que no vamos a hablar con nadie, que nos vamos a encerrar a hacer nuestro plan y el que no está con nosotros se va y el que se ponga a gritar lo matamos, pues eso ya sabemos quién lo hace, y no somos nosotros.
En Colombia no se discute sobre las ideas que tiene el presidente, sino sobre el comportamiento del presidente; y eso es lo que yo considero que está mal: ¿Dónde está la discusión sobre las ideas del presidente? Si Carrasquilla se lanzaba a hacer una reforma tributaria, lo que había de contestación del otro lado era una serie de ideas que contestaban esa reforma tributaria. En cambio, lo único que veo ahora es el análisis de lo que es cierto y lo que no es cierto, lo que cumple y lo que no cumple, si se pierde o no se pierde, si está o no está, si llegó o no llegó, si tiene un cuento con una persona. Yo nunca había visto a los medios de comunicación comportarse así con un presidente.
CAMBIO: Saltemos al escenario electoral que, con la candidatura de Vicky Dávila fuera del clóset, me obliga a preguntarle: ¿qué tan sólido ve el proyecto progresista en contraste con la candidatura de Dávila?
J.D.C.: Yo creo que la disputa política en Colombia ha recuperado del pasado viejos antagonismos. Un ejemplo son los tuiteros de ultraderecha que se refieren a nosotros –los que trabajamos en este gobierno– como mamertos. La palabra mamerto viene de los años 60 porque muchos de los dirigentes del Partido Comunista tenían nombres que terminaban en Berto – los mamertos dentro de la izquierda, pues solo llamaron así a los comunistas aunque había progresistas, socialistas, etc.–. Esa vieja discusión ideológica que en Colombia, entre el año 48 y el 62 dejó un mar de sangre, ha sido reeditado por cierta esfera política del poder aquí en la centralidad y obviamente en las nuevas élites regionales que buscan actualizar esas disputas entre los liberales radicales de antaño y los conservadores.
Pero el problema es mucho más complejo. Lo que se constata en el panorama actual en Colombia es que la batalla no se va a limitar a esa narrativa y pugna antigua, sino que va a tener en el juego al resto de actores que en este gobierno han sido reconocidos. Estamos en un momento, digamos, de recuperación del orgullo de las culturas campesinas, indígenas, afro, así como el de los jóvenes y las mujeres. La amenaza que veo radica en que la violencia de la guerra transnacional y cartelizada de Colombia hoy se recrudezca en contra de estas expresiones en los territorios donde históricamente más influencia ha tenido.
CAMBIO: Pregunta de sí o no: ¿Lo veremos en la arena política en 2026?
J.D.C.: Sí.
