‘Soy la daga y soy la herida’: la nueva novela de Laura Restrepo, escrita para denunciar las atrocidades de la guerra
3 Mayo 2025 08:05 am

‘Soy la daga y soy la herida’: la nueva novela de Laura Restrepo, escrita para denunciar las atrocidades de la guerra

Laura Restrepo.

Crédito: Nathaly Hurtado Torres

Laura Restrepo regresa a vivir a Colombia tras varios años en Barcelona, y presenta su nueva novela ‘Soy la daga y soy la herida’. El lanzamiento será este domingo 4 de mayo, a las 5:30 de la tarde, en el Gran Salón C de Corferias. También tendrá un segundo encuentro con los lectores el 6 de mayo, a las 6:00 de la tarde, en la librería Woolf.

Por: Elena Chafyrtth

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"No sé curar; soy experto en matar. Soy diestro con la muerte y torpe con la vida". Esta fue una de las primeras frases que apuntó Laura Restrepo en su libreta para dar forma a lo que sería su nueva novela Soy la daga y soy la herida, publicada por Penguin Random House. Así nació Misericordia Dagger, el verdugo sin alma que protagoniza esta historia.

Dagger lleva en la espalda un tatuaje de un acéfalo que, por superstición, solo él puede ver. Ignora la tradición que rodea esa figura: un cuerpo sin cabeza que sostiene una daga y un corazón, una imagen heredada de los aztecas. Su nombre refleja una dualidad constante: ser o no ser, amar o renunciar; un mar de sufrimientos y misericordias ajenas donde él se hunde en súplicas y oraciones.

Es un verdugo que no duda en arrebatar vidas, sin importar la culpa o la inocencia de sus víctimas. Simplemente obedece las órdenes de Abismo, su jefe, el dueño del mundo, quien decide quién sigue respirando y quién no. Pero Misericordia, a pesar de todo, rompe la primera regla del oficio: mira a sus víctimas a los ojos y les permite bailar así sea una última vez. En ese gesto se cuela una mínima, pero radical, forma de compasión.

Esa tensión entre crueldad y ternura es algo que Laura Restrepo capta con maestría. Como en Delirio, donde el amor es redención frente a la locura y el dolor. Más allá de premios y viajes, sus convicciones son claras e incisivas. Sonríe cuando se le pregunta por el amor como tema recurrente: “El amor, en cualquier sentido, es lo único que vence el egoísmo. El amor es lo único que vence el oprobio de los horrores de la guerra”. Para ella no es solo un refugio, sino la única fuerza que ofrece redención en medio de la oscuridad.

El título no es solo un recurso literario, sino una declaración ética. Soy la daga y soy la herida nace de una observación directa del sufrimiento y padecimiento humano y de la obsesión por la autora del quiebre de las convenciones que antes tenía la democracia. En noviembre de 2023 Laura Restrepo viajó con su hijo Pedro Saboulard a la frontera de Gaza, invitados por Médicos Sin Fronteras. No lograron entrar, pero pasaron días recogiendo testimonios desgarradores. De esa experiencia —marcada por el agobio— surgió la necesidad de escribir una novela que, aunque es ficción, está atravesada por una urgencia real: denunciar las distintas formas de asesinato que persiguen al mundo.

“Ahora ya no se mira al asesino a los ojos. Misericordia Dagger sí. Por eso lo creé. Antes existían mínimas reglas de comportamiento: no se apuñalaba por la espalda, se consideraba una desventaja en contra del oponente. La guillotina fue inventada para que la víctima sufriera menos. Hoy, en cambio, matan desde el aire. Por ejemplo, en las convenciones de Ginebra no se puede usar el napalm o el fósforo líquido. La democracia comienza a hundirse. Por eso hay que hablar de esto. Las generaciones futuras nos juzgarán menos si al menos lo denunciamos y no lo silenciemos”.

De regreso en su casa, Restrepo se preguntó: “¿Cómo contar lo que vi? ¿Qué palabras sirven para describir esos extremos de inhumanidad?”. Entonces recordó a un personaje que había aparecido fugazmente en Pecado, de 2016: un verdugo sin nombre. Esta vez lo bautizó como Misericordia Dagger.

Este es un hombre que habla poco, tiene puntería perfecta y corazón de acero. Se asegura de que la guillotina nunca resbale: el corte debe ser limpio, certero, sin margen de error. Y, pese a todo, tiene mucho humor. A sus víctimas, antes de ejecutarlas, les dice: “Tómalo fuerte, tómalo negro como la muerte”. Cree en la poesía, pero también en el olvido. Se repite: “Lo que se olvida no ha sucedido, lo olvidado no existe”. Se enorgullece de su elegancia, visible en su forma de adornar las palabras y usarlas con precisión. Siempre viste de negro, y aunque nunca cambia de atuendo, los demás lo ven impecable. Es un dandy del lenguaje.

Es un indolente, frío y calculador. Hasta que aparece Dix, la nieta de su próxima víctima. Entonces el amor lo desarma y lo devuelve a las palabras de Borges y, sobre todo, de Kafka: “La verdadera sirena, la auténtica depredadora de dientes afilados, no atrapa con el canto sino con el silencio”. Cuando se le pregunta a Restrepo por qué usó el humor para narrar la atrocidad humana, suspira y sus pupilas se dilatan: “Tenía claro que quería hablar del horror, pero también sabía que debía recurrir al humor para que el lector resistiera la historia. Porque muchas veces el dolor te obliga a cerrar los ojos”.

Portadagger

Para Dagger, el humor también es un mecanismo de defensa. Lo necesita para olvidar que, por culpa de su costumbre de estudiar a sus futuras víctimas, terminó enamorado de la nieta de la próxima. “El oficio del verdugo implica dos requisitos: elegancia y sangre fría —dice—; sin elegancia, yo sería un carnicero, sin sangre fría, una Hermanita de la Caridad”. El personaje no redime al mundo, pero, con su daga en mano y su herida abierta, nos recuerda que incluso los verdugos tienen espacio para una última mirada. Laura Restrepo, al escribir sobre el horror, no esquiva ni oculta el humor; lo utiliza como su arma más poderosa, una forma de resiliencia frente a la adversidad de los tiempos.

Laura Restrepo, una voz valiente

Conversar con Laura Restrepo es abrir cien puertas al mismo tiempo, disfrutar de sus frases y anécdotas. Su amor por la literatura y la política es visceral. Al preguntarle por el gobierno de Gustavo Petro y los señalamientos hacia él, regresa al periodismo, el que alguna vez practicó, pero aclara que era muy diferente al actual. Baja el tono de voz, como quien está a punto de compartir un secreto sagrado, de esos que no se confían a cualquiera, y dice: “Hace muchos años, la prensa no atacaba de forma personal en la vida de Alfonso López Michelsen o Andrés Pastrana. Nadie se le ocurría indagar que pozo oscuro había detrás”.

No le interesa esconder su postura frente al gobierno actual. Su admiración por Petro es clara: “El presidente Petro tiene una vocación popular innegable. Se equivocará, como todos. Es un rebelde, siempre lo fue, incluso cuando estaba en el parlamento. Fue el primero en sospechar de Uribe. A pesar de la crítica constante, Petro ha cambiado la conciencia del país. Ahora Colombia sabe que tiene derechos y puede pelear por ellos".

Hablar de política es donde Laura Restrepo se siente más cómoda, se siente como en su salsa. “Petro tiene organización porque lo del M-19 sigue vivo y más latente que nunca”, asevera con certeza.

Laura Restrepo pregunta. Le interesa saber cómo piensa la persona que tiene enfrente. A medida que la conversación avanza abre espacio para una anécdota, y con ello, una nueva pregunta del periodista. Hablar con Restrepo es una experiencia que podría durar horas. Con algo de osadía, uno se atrevería a decir: “¿Me dejaría quedarme un poco más?”. A pesar de estar diez minutos tarde para su siguiente entrevista, ella concede una última pregunta, sin mostrar ningún signo de querer irse.

“Si naufragara en una isla desierta, ¿seguiría creando, sabiendo que no tendría lectores ni comentarios sobre su obra?”
Toma un sorbo de café, se acomoda como si no tuviera prisa, y responde: “Qué interesante. No dejaría de escribir. Escribiría en la arena, y caminaría horas con la ilusión de encontrar un pedazo de papel para meterlo en una botella y lanzarlo al mar".

 

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