'Vanya': Chéjov y el teatro británico en las salas de cine colombianas
7 Febrero 2025 12:02 pm

'Vanya': Chéjov y el teatro británico en las salas de cine colombianas

Andrew Scott.

Crédito: Marc Brenner

La obra de teatro 'Vanya' se podrá ver en Cine Colombia el 8 y 9 de febrero en ocho ciudades del país. Filmada en vivo en el West End, de Londres, esta versión presenta a Andrew Scott interpretando los nueve personajes de la obra en una sola actuación. Esta adaptación se vincula con las influencias clásicas del teatro, el papel del actor y la participación del público en la construcción de una historia.

Por: Diana Camila Eslava

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Lo primero que usted debe saber es que no tiene que ser ningún experto para entender y apreciar esta obra de teatro británica, que llega al país gracias a Cine Colombia y al proyecto National Theatre Live, de Londres. Fue filmada en vivo en el Duke of York’s Theatre del West End, algo así como el Broadway del Reino Unido.

Se trata de una adaptación contemporánea de Tío Vania, escrita por el ruso Antón Chéjov, cuya versión original fue dirigida por Konstantín Stanislavski en 1900. Sí, el mismo director que revolucionó la manera de entender la actuación y cuyo enfoque de formación actoral sentó las bases del “sistema Stanislavski”, que más tarde se popularizó en Estados Unidos como 'el método'.

Ver esta obra es una invitación a la curiosidad: por Tío Vania, por Chéjov, por el teatro ruso, por el teatro en general. Y por un actor irlandés llamado Andrew Scott, protagonista de esta nueva versión que, según algunas voces de la crítica británica, no solo asumió uno de los papeles más exigentes de su carrera, sino que además ofreció una clase magistral de actuación tanto para neófitos como para experimentados.

Si tenemos suerte con nuestras pretensiones periodísticas, usted irá a ver Vanya. Si no, el universo seguirá su curso, pero al menos nos quedaremos con el agrado de haber recordado a un puñado de seres humanos realmente interesantes. Y eso, créame, ya es bastante.

Lo que parece ser un simple hecho aislado, en realidad forma parte de una urdimbre más grande: conexiones que no siempre son evidentes, pero que están ahí, invisibles y poderosas. Esta adaptación teatral, llamada a secas Vanya, es el resultado de una co-creación entre su director Sam Yates, el escritor Simon Stephens y el propio Andrew Scott, quienes, a base de ensayo y error, lograron darle una nueva vida a la obra de Chéjov y a sus nueve personajes, todos —y aquí viene el reto, y una de sus mayores diferencias— interpretados por un solo actor.

Actor
Andrew Scott. Foto: Marc Brenner.

Nueve personajes, un solo actor

La historia transcurre en un entorno rural, donde los protagonistas están atrapados entre sus deseos insatisfechos, una persistente desilusión ante la vida y sus vicios y resentimientos, pero también la esperanza de que algo —o alguien— irrumpa en su monotonía y transforme su destino.

Aunque cada personaje expresa un dolor, Andrew Scott contó en una entrevista en el Pilton Palais del Festival de Glastonbury cómo, al interpretarlos con su voz, la escena adquiría un matiz revelador porque las experiencias de estos hombres y mujeres, aunque parecían singulares, en esencia eran las mismas. "Creemos ser únicos, pero en realidad llevamos multitudes dentro. Todo está ahí. Si tienes un poco de empatía, quizá puedas reconocer en ti a todas esas personas diferentes", expresó.

¿Y cómo se interpretan nueve personajes en una obra de teatro de casi dos horas?, ¿cómo se ve hablar a un solo hombre sobre el escenario?, ¿cómo hacer que el público identifique a cada individuo y no se confunda? La respuesta de Scott, Yates y Stephens fue: la imaginación. Más allá de valerse de estrategias o indumentarias complejas, encontraron la solución en la reducción a lo esencial, dejando que el espectador —muy a lo Chéjov— se sumerja en el subtexto y participe del espectáculo.

Se abre una puerta y el actor se convierte en Sonia, la hija de un crítico de arte que en su momento tuvo éxito, pero que ha sucumbido al ego y al adocenamiento. Sonia anhela a Astrov, un médico que, a su vez, siente una atracción irresistible por Helena, la esposa del escritor, quien se distingue por el sutil movimiento de su collar. Su belleza la convierte en el objeto de deseo de todos los hombres, incluido el Tío Vania, cuyo tono de voz es quien marca su entrada en la escena.

Para encarar a cada personaje, Andrew Scott, recurre a gestos mínimos: sostiene una pelota entre sus manos, balancea un columpio o crea la ilusión del contacto entre dos personas usando su propio cuerpo. Y es en este flujo continuo donde el público se ve obligado a involucrarse, pues tiene que completar con su imaginación el cuadro.

Poco a poco nos dimos cuenta de que el público comprende mucho más rápido de lo que uno imagina. Me encanta confiar en su inteligencia en lugar de entregarle todo digerido. Aquello que creemos necesario explicar con detalle, en realidad no lo es”, expresó Scott en Glastonbury. Y continúo: “Me gusta pensar en la narración como una forma de expresión pura. De hecho, Vanya podría montarse aquí mismo. Si tienes una sala llena de gente, un poco de imaginación y consigues que el público participe, realmente se involucra”.

También es cierto que esta versión ha generado algunas objeciones. Para Arifa Akbar, crítica principal de teatro en el diario The Guardian, la naturaleza del juego escénico propuesto limitó la profundidad de cada personaje y evitó que la tragedia alcanzara toda su fuerza al final. Aun así, en su artículo destacó la audacia de llevar una propuesta con un aire improvisado y experimental al West End. Según ella, quienes asistan no saldrán defraudados, pues la actuación de Scott logra una conexión íntima con el público.

Si bien la historia de Vanya está atravesada por la desesperanza y la insatisfacción, también tiene momentos de humor, tensión e incluso deja espacio para la sensualidad, elementos muy interesantes de ver en esta interpretación unipersonal.

También es cierto que Chéjov, aunque es conocido por sus tramas melancólicas, no necesitaba forzar contrastes: la tristeza y la risa coexistían, como en la vida misma. Esto también se ve en obras como La gaviota, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos, donde la desesperanza interactúa con diálogos y situaciones que rozan lo ridículo o lo irónico.

Chéjov y la profundidad de sus personajes

Para muchos lectores, lo interesante en Chéjov no está en la acción sino en lo que ocurre en la profundidad de sus personajes, lo que no se dice. A diferencia de otros dramaturgos, su obra prescinde de grandes giros argumentales. Sus historias, en apariencia sencillas, exploran la psicología humana. Por tal razón, se resalta su aporte 'al subtexto', pues sus historias se nutrían de lo cotidiano y de los gestos mínimos que revelan un mundo interior complejo.

Cuando Stanislavski dirigió La gaviota en 1898 —la primera obra de Chéjov montada en el Teatro de Arte de Moscú—, comprendió que el dramaturgo proponía una nueva forma de narrar en escena, basada en matices y tensiones internas que emergían a través de contrastes en las actitudes de sus personajes, más que en discursos explícitos. Para muchos, este fue el punto de inflexión que llevó a Stanislavski a desarrollar su método, centrado en la construcción del personaje desde su mundo interior, la naturalidad en la expresión y la eliminación de la declamación forzada. En lugar de exagerar las emociones, el actor debía sumergirse en la psicología del personaje y permitir que cada gesto, cada pausa y cada silencio revelara su verdad.

En ese sentido, Vanya puede verse como una nueva aproximación a esa tradición. Al confiar en la inteligencia del espectador y reducir la puesta en escena a lo esencial, devuelve el teatro a su núcleo: un actor, una historia y la imaginación del público.

En los primeros párrafos les hablé de las conexiones invisibles que no siempre son evidentes. Como en Chéjov, como en Stanislavski, como la actuación de Andrew Scott. Esas conexiones, que se extienden más allá de la obra original, entrelazan épocas, métodos y personas, formando un ciclo continuo de influencias que atraviesa el tiempo. Así, lo que a simple vista podría parecer una reinterpretación, es en realidad una manifestación de ese tejido más grande, donde todo está conectado y nada está verdaderamente aislado.

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