Víctor Gaviria, la obra de un cineasta y poeta que merece conocerse y estudiarse
27 Abril 2025 06:04 am

Víctor Gaviria, la obra de un cineasta y poeta que merece conocerse y estudiarse

Beatriz Elena Acosta y Víctor Gaviria.

‘Víctor Gaviria y el pueblo que falta’ compila textos de diversos expertos que analizan la obra de Víctor Gaviria como director de cine y como poeta. El libro se presenta este lunes 28 de abril en la Feria del Libro.

Por: Redacción Cambio

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Con una conversación del cineasta Víctor Gaviria, el actor Ramiro Meneses y los escritores Beatriz Elena Acosta y Juan Diego Parra, la Editorial ITM, del Instituto Técnico Metropolitano de Medellín, presenta en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FilBo) el libro Víctor Gaviria y el pueblo que falta, una compilación de Juan Diego Parra, Beatriz Elena Acosta y Simón Puerta, en la que ocho autores analizan la trayectoria cinematográfica del director antioqueño, creador de películas emblemáticas como Rodrigo D. No futuro, La vendedora de rosas y La mujer del animal, así como su no tan conocida actividad como poeta, recogida en libros como Órbita de cosas olvidadas y Con los que viajo sueño. La presentación tendrá lugar en el Gran Salón B, el 30 de abril a las 7:00 de la noche.

A manera de abrebocas, CAMBIO reproduce la primera parte del prólogo de Víctor Gaviria y el pueblo que falta, escrito por Luis Fernando González Escobar, profesor titular y coordinador del Doctorado en Estudios Urbanos y Territoriales (DEUT) de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.

Libro

***
Víctor Gaviria y el “escarbar en los estratos profundos de nuestra cultura"

Por Luis Fernando González Escobar

De esta ciudad de estos barrios
apenas he salido. Apenas los conozco.
El alma de un hombre nace
para viajar…
[…]

A esta calle a estas casas de origen
voy llegando como un atento extranjero.
Todo comienza en cada uno.
Estos techos flotan en el tenue aire
y mañana tal vez así no los veré.


El poema Viajes y sufrimiento es el primero del poemario de Víctor Gaviria Con los que viajo sueño, con el que ganó el premio Eduardo Cote Lamus en 1978. Ya para entonces llevaba algunos años en la poesía, pero era aún temprano en su construcción narrativa que, un año después, llevaría a la audiovisual con su trabajo Buscando tréboles, por lo que este inicio y final del poema Viajes y sufrimiento son prácticamente, desde mi particular punto de vista, una declaración de principios o un manifiesto que mantendría desde entonces hasta el presente: permanecer fiel a las calles y los barrios de la ciudad, explorar y viajar por ellos con profundidad, a la vez que tener un acercamiento como nativo el extrañamiento para mirar desde afuera, sorprenderse poéticamente por lo que veía y, pese a todo, renovar la mirada, tener nuevas preguntas y contemplar como nuevo algo que para muchos es y sigue igual.

Gaviria
Víctor Gaviria.

Tal vez, para entonces, más de manera intuitiva que con certezas, Gaviria ya tenía formulado un ideario poético en sus narrativas que
serían tanto literarias como audiovisuales. Con el paso de los años y las décadas, rozando el medio siglo, llega a ser una de las obras más sólidas y personales en el contexto colombiano, no exenta de polémicas, descalificaciones e, incluso, de rechazos incendiarios. No es exagerado decir que Víctor Gaviria, con su poética, estableció un canon para bien o para mal; esto último desde la óptica de los espíritus biempensantes que no conciben un mundo sin escenografías y publicidades para el ocultamiento. Sin el universo victorgaviriano, para el desespero de muchos, no se puede entender una sociedad, una época histórica, unas espacialidades, unas formas urbanas, unas prácticas sociales en esas espacialidades y formas, unas maneras culturales emergentes, con sus formas de (sobre)vivir, hablar, amar y odiar, despedazar(se), emerger y desaparecer.

Es el canto amargo y desesperado sobre lo que no se quiere escuchar ni ver. Es develar lo que otros quieren esconder. Las prácticas del ocultamiento en los que hemos sido avezados miran con desespero este espejo roto que es la poética victorgaviriana. Es, como en la vieja poética, un cristal azogado en el que se refleja no lo evidente e inmediato, sino lo profundo y recóndito del ser humano. Pero, es una estética neobarroca, ateniéndonos a los planteamientos de Omar Calabrese, pues como señala Roberto Bolaños a propósito de la obra de este autor, "lo neobarroco busca tensar los límites y transgredirlos. He ahí el principio de la experimentación, del collage, del pastiche, de lo alternativo como fuente primaria de una estética esencialmente de ruptura, contraria al centro hegemónico" (Bolaños Godoy, 2021); y así, la obra victorgaviriana está hecha de fragmentos que hablan de sí mismo, van encajando uno a uno o proyectan desde ese fragmento el todo. Fragmentos del pasado que, volviendo a Calabrese, se hacen completamente contemporáneos. El mismo Gaviria lo ha dicho, cada una de sus producciones son episodios de ese “su universo”. Y este, a pesar de aparentemente estar circunscrito a un ámbito geográfico específico, una ciudad y su particular historia urbana, lo trasciende y, por lo mismo, pueden ser asumidas como propias sus narrativas en otros espacios urbanos, en otros contextos y explican por similitud, comparación y contraste muchos entornos urbanos de eso que llamamos ciudad latinoamericana.

En muchos textos y declaraciones, Gaviria ha ido dejando formulaciones, frases o sentencias como evidencias del ideario aplicado en su universo narrativo, como los planteados en ese famoso y temprano texto, en coautoría con Luis Alberto Álvarez, Las latas en el fondo del río (1982), en el que diagnosticaba, por ejemplo, la enorme dificultad que significaba antes y en ese entonces hacer cine en Colombia por el centralismo, develando el supuesto enigma: "provincia", y cómo esos autores habían sufrido la “maldición de haberse quedado en Medellín”.

Gaviria no se fue, se mantuvo, no sucumbió e, incluso, exorcizó la maldición para haber anclado en el lugar, en "lo real como hecho
físico" (Álvarez y Gaviria, 1982), otro de sus principios fundamentales formulados allí, pues él no olvidó lo que cuestionaba a otros: que "la opción cinematográfica básica debe partir de una atracción (o un odio) por las cosas abandonadas a su propia realidad" (Álvarez y Gaviria, 1982); así construyó ese universo victorgaviriano, con su valor, potencia y trascendencia, hasta convertirse en un referente latinoamericano: ver lo que nosotros no vemos, escuchar lo que los demás no escuchan, entender lo que otros niegan, apropiar lo que otros desprecian y poetizar lo que supuestamente no tiene valor.

Y precisamente para desentrañar ese universo victorgaviriano se plantea este libro donde participan ocho autores con sus diferentes puntos de vista y aproximaciones, aportando perspectivas diferenciadas, enriquecedoras y plurales. Aunque haya quienes puedan preguntarse si ya no se ha dicho demasiado sobre su obra, desde los escritos de Luis Alberto Álvarez en la década de 1990 hasta el libro homenaje que se hiciera en México en 2022, Víctor Gaviria: Realidad, desasosiego y belleza. Su obra cinematográfica, pasando por Cuaderno de cine colombiano, nueva época número 3, de 2003. En cada uno de ellos hay aproximaciones, testimonios y maneras de entender de acuerdo con el momento histórico de su formulación. Pero, no es suficiente ni la agota, pese a la profundidad de muchos de ellos. Ahora hay nuevos aportes que, incluso, rompen la convencional mirada que se ha hecho sobre la obra, todavía sesgada y prejuiciada de algunos sectores culturales y sociales.

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