
La novela ‘De viento y de sal’: un relato íntimo de un amor con carne y huesos
Margarita Cuéllar Barona
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Margarita Cuéllar Barona presenta en su nuevo libro el amor con una perspectiva renovada que abandona el romanticismo idílico y se concentra en los matices humanos.
Por: Jesús Bovea

Entre las sales y los vientos que conforman la convulsión de las ciudades emergen historias que, sin pasar por el umbral de lo extraordinario, logran crear una suerte de expectación que genera la sensación de estar suspendidos en el aire, o más bien, la intriga de descubrir los universos simples que se esconden detrás de las puertas.
Con un total de nueve visitas que prometen explorar temas como la feminidad y el amor, Margarita Cuéllar Barona presenta De viento y de sal, una novela inspirada en los aromas de una nueva vida y que sostiene los matices de un pasado muy presente.
Entre misterios y varias evasivas, la verdad se devela creando una atmósfera que solo podría estar mediada por la confrontación, ya que años después del suicidio de una de las hijas de Aurora, esta buscaría una lámpara con la cual comenzará a alumbrar los cuartos de su casa vacía, sin saber que encontraría más de lo que pensaba.
“La construcción de esta novela corresponde a una búsqueda que siempre ha ido en doble vía, una que se basa en el mundo de las ideas, es decir, lo que somos capaz de inventar, y otra que está basada en la realidad y que definitivamente explora a partir de lo tangible. Por eso a lo largo de la historia se incluyen elementos que se convertirán en herramientas para ver lo material, pero que también permite echar un vistazo a lo que hay más allá”, menciona la autora.
Con un relato medianamente sombrío y que poco a poco va alzándose en luz, Margarita Cuéllar comienza a narrar vidas paralelas dentro de una misma familia, las cuales se disputan entre sí carencias y afectos, que también se ven traducidas en necesidades económicas en medio de la agitación de la exageración en el costo de la vida de una ciudad como Nueva York.
Sin embargo, los fríos inviernos y la madurez de los años retornan en efectos. Una carta entre las hermanas Isabella e Irene pidiendo perdón por el abandono de la infancia podría abrir la primera puerta de la casa: un reflejo de profunda intimidad.
“A lo largo de los capítulos pasan muchas cosas –dice Cuellar–, es interesante descubrir los tonos que usan las protagonistas para contar a otros y a ellas mismas, e incluso casos puntuales como el de Paulina, la madre de las hermanas Isabella e Irene, quien se queda encerrada en una terraza en la cual termina por descubrir su propio cuerpo”
Así mismo, el sexo aparece en el libro en una perspectiva delicada, alejada del morbo y las exclamaciones del siglo. Así, la autora reivindica la feminidad desde la propiedad misma de sentir y decidir sobre el cuerpo.
“La consecutividad de la obra está basada en relatos fragmentados, lo cual se presenta como una genealogía de cuidados que persigue, como en un tejido, cada uno de los hilos que conforman a una familia, mostrando mujeres que habitan el mundo de una forma diferente que termina por trenzarse y heredarse en formas del amor”, afirma la escritora.
Por ello, durante toda la novela la autora, en sus remembranzas tácitas, se encarga de ser específica en que el amor del que somos capaces más allá de los agravios es ese que cura las heridas que nos han hecho quienes más nos aman.
Así narra la realidad de los efectos sociales del presente. Cómo las heridas son capaces de tejer, en muchas ocasiones, por no asegurar que, en todas, el destino de las familias, al desidealizar el amor y concentrar la energía en superar el advenedizo dolor.
