Así es el Mundial de Bicimensajeros: fraternidad, adrenalina y fiesta
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Este año se lleva a cabo en Suiza, con tres colombianos a bordo. La gran prueba: entregar y recoger cien paquetes en unas cuatro horas.
Primera revelación del día: existe la asociación internacional de bicimensajeros: IFBMA por sus siglas en inglés. Segunda revelación dominguera: cada año, en una ciudad distinta del mundo, se lleva a cabo el Cycle Messenger World Championship; en español, el Mundial de Bicimensajeros.
Esto pasa desde 1993 cuando a dos mensajeros de pedal alemanes, Achim Beier y Stefan Klessman, se les ocurrió la brillante idea de congregar a su gremio y, con la excusa de ponerlos a competir, disfrutar de varios días de comunión y celebración en Berlín.
Fiesta, carreras y pruebas: además del evento principal –The Main Race!–, que excita y convoca a todos durante los cinco días del mundial en que los bicimensajeros se divierten como niños mientras ponen a prueba las habilidades que, según los teóricos y los veteranos, hay que tener para sobresalir y honrar el oficio.
Sprints, caída libre, trucos, pruebas de montaña y “todoterreno”
Entonces, año tras año, se dirime quién es el mejor en los sprints: esos piques cortos, traicioneros, azarosos, que en ciudades como Zúrich, Sao Paulo o Berlín marcan la diferencia entre cumplir o no con el tiempo de recogida o de entrega. ¿Les suena una empresa colombiana que ofrece un servicio Turbo?
Está la prueba de velocidad en montaña, que interpela especialmente a mensajeros de ciudades como Bogotá, llenas de pedidos inmisericordes, con dirección hacia los cerros, por calles empedradas, llenas de huecos, y tantas veces resbalosas por la lluvia. La cosa se pone intensa y húmeda con las infernales temperaturas del verano europeo.
Una de las pruebas que más llama la atención, y que ya es un clásico, es la de “caída libre". En esta modalidad solo pueden participar mensajeros con bicicletas de piñón fijo. Consiste en una fuerte aceleración inicial a la que le sigue un final de carrera con la llanta trasera bloqueada y el cuerpo –la vida, el porvenir– inclinado hacia la llanta delantera. Adrenalina en estado puro.
Las y los mensajeros se miden, también, en una prueba de circuito “todo terreno”. Típicamente, con obstáculos de por medio –abismos, troncos de árboles, tubos– , el circuito salta de una superficie a otra y mide así la destreza y el arrojo del participante en la arena, el asfalto, el gravel y el pasto.
Por último, también con mucha convocatoria, figuran las pruebas de trucos, que varían de acuerdo al gusto de los organizadores. Esta edición, la número 30, en Zurich, optó por premiar a los ciclistas que por más tiempo logren sostenerse sobre su caballito de acero sin manos en los manubrios ni pies en los pedales. No apto para cualquiera…
La gran carrera
La carrera del mundial consiste en –sí, era fácil–: recoger y entregar paquetes. La organización de cada ciudad anfitriona debe decidir un recorrido y entregarles a los participantes un mapa lleno de checkpoints por los que deben pasar dejando y recogiendo mercancías, en tiempo récord y sin saltarse las normas de tránsito ni caer en imprudencias.
La gracia, la tensión y el misterio están en que, en un lapso de entre cuatro y cinco horas, si es que quieren inscribir su apellido en los anales del mundial, los bicimensajeros deben entregar alrededor de 100 paquetes. Percepción rápida, impecable elección de la ruta y estamina son los requisitos básicos para no morir en el intento.
Como la convocatoria es tan numerosa –más de 700 inscritos para su edición número 30–, hay etapa clasificatoria en la que los aspirantes deben lograr un tiempo mínimo para ganarse el cupo en el magno evento. Las eliminatorias son el sábado; el día de la verdad es el domingo. En esto, no podrán decir que no, el mundial de bicimensajeros mira a los ojos a los Juegos Olímpicos.
Para conocer el recorrido de 2024, me infiltré en el grupo de Telegram –una aplicación como WhatsApp pero más privada y subterránea– de la organización, con más de 480 miembros activos. En el chat, después de la insistencia ansiosa de los mensajeros, el administrador envió la foto con el mapa y sus puntos estratégicos. Tienen, pues, un poco más de un día para estudiarla e interiorizarla.
La gran carrera aplica también para los mensajeros cuyo medio de trabajo y de transporte es una bicicleta de carga –bicicargo en la jerga de los entendidos–. Tanto las reglas como el recorrido son las mismas. La diferencia radica en el exigente tamaño y peso de los paquetes, que los mensajeros de carga deben llevar a buen puerto y en perfectas condiciones, a pesar del calor, el tráfico y la impaciencia del hipotético cliente.
Colombianos en el mundial
Por costos y por ubicación, la gran mayoría de mensajeros mundialistas son europeos. Solo ocho latinoamericanos lograron cruzar el charco. Sin embargo, como en todas las justas importantes, ya sean de tejo, gimnasia olímpica, fútbol o malabarismo, en Zúrich, Colombia está presente.
Daniel Ropero llegó hasta Suiza como campeón del campeonato nacional de bicimensajeros en 2023 –tercera revelación del día – y campeón del campeonato nacional de bicimensajeros de Norteamérica. Su especialidad, su arte, ocurre montado en una bicicargo que llegó hasta Zúrich con días de retraso, fallas mecánicas y sin una rueda.
Ropero le dijo a CAMBIO que fue su hermana la que lo convenció de volcarse al sueño de estar en el mundial. A punta de rifas y colectas, juntaron los primeros millones para el viaje. Luego, la empresa de logística Safe People creyó en él, al igual que Guajira Bikes –la compañía colombiana que diseña bicicletas eléctricas de vanguardia– y Todos Comemos, una de sus empleadoras.
Ropero es bicimensajero independiente desde 2015. Nos contó que por poco tiempo tuvo en funcionamiento Suburban Bike Messenger, su empresa propia de mensajería, hasta que se dio cuenta que emprender es darse de bruces contra la realidad y contra los números.
Su entrenamiento con miras al mundial se basó en trabajar más horas de las normales entregando mercancías; y, hacia el final, en subir El Alto de Patios, en Bogotá, en su bicicleta de carga (hasta tres veces seguidas en un mismo día).
Hasta Zúrich llegó también Sebastián García Peña –conocido como Jackson en el mundo de los pedales–, que en 2016 dejó definitivamente su puesto de trabajo en un banco y se dedicó solo a la mensajería.
Al igual que Ropero, Peña participó en el campeonato nacional de Norteamérica en Ciudad de México el año pasado. Quedó sexto en la categoría de piñón fijo, aunque también había clasificado para competir en bicicargo.
Su entrenamiento, del que advierte no fue solo físico sino también mental, tuvo lugar, por dos intensos meses, en Belize y Guatemala, que atravesó de punta a punta montado en su bicicleta de carga. Luego, para llegar despejado y con la mente fuerte, pasó unos meses en la laguna de Bacalar, uno de los lugares más bellos de México, famoso por ser un centro espiritual y turístico.
No contento con llevar su bicicleta de piñón fijo hasta Zúrich, Jackson –en una odisea, según sus palabras– despachó también su bicicleta de carga. Sin patrocinadores ni hermanas que hicieran colectas, voló hasta Europa con la ambición doble de estar en los primeros puestos y de postular a Bogotá como sede para albergar el mundial en los próximos años.
Cuarta revelación: el 2020 Bogotá fue la sede elegida, pero el covid aguó la fiesta; lo mismo que las manifestaciones sociales en 2021.
Fraternidad en dos ruedas
El valor de la inscripción al mundial varía de acuerdo al país de procedencia. En su página web, la organización explica que es consciente de que, para el lado más pobre del mundo, el pago que reciben los mensajeros en Suiza es poco más que un sueño o un mal chiste.
Así que por 35 francos suizos (165.000 pesos), los de pasaporte colombiano están cubiertos, reciben desayuno y comida los cinco días del mundial y pueden quedarse, con su sleeping bag, en la pista de patinaje en hielo que la ciudad habilitó para los forajidos de dos ruedas. Además, este año crearon un fondo para subvencionar a mensajeros de África, en donde las tarifas por recibir y entregar mercancías son especialmente precarias.
Todo: el hospedaje, los desayunos, la logística y la producción de las carreras funciona con voluntarios. Los mismos participantes, en el Telegram de la organización se ofrecen para servir en las distintas áreas del evento en los tiempos en los que no están compitiendo, de ocio, o de fiesta. Aunque nadie se lucra, esta edición tuvo ocho cabezas visibles que se echaron al hombro la realización del evento, con una preproducción de muchos meses. Rolli, el suizo encargado de las comunicaciones y la prensa, amablemente nos negó una entrevista porque, acusó, lleva sin dormir muchos días. Más de 200 voluntarios trabajaron este año. El modelo no funciona nada mal: 42 patrocinadores se unieron al mundial en Zurich.
Cada noche, para cerrar con broche de oro la jornada, se convoca a la familia de mensajeros a soltar las piernas al son de bandas experimentales de rock psicodélico, Drum and bass o música electrónica. Entre los artistas, claro, hay bandas de mensajeros, que de noche son también tatuadores, artesanos, textileros, errantes cuenteros. Por las tardes, hay charlas sobre la profesión en las que, además de networking, se discuten los retos de la industria a nivel global y se comparten logros y estrategias para que vivir de entregar y recoger mercancías sea digno, gozoso y sostenible.
La Messfam, como se hacen llamar, repite la función año tras año. San Francisco, Yokohama, Ciudad de México, Berlín, Barcelona, Copenhaguen, Montreal son algunas de las ciudades que la han recibido. Veremos cómo les va a los colombianos en la gran carrera y si Bogotá vuelve a estar en la mira como sede mundialista.