La Selección Colombia tiene una segunda vida: ¡está en cuartos de final!

Lo primero es aceptar que Canadá, como Francia, fue mejor que Colombia, ganó con justicia y nos demostró que, al hablar de potencias del fútbol femenino, seguimos estando un par de escalones por debajo. Nuestra precaria infraestructura, nuestra liga semiprofesional, el desdén de los directivos con respecto al fútbol de mujeres y el largo etcétera de los cánceres de nuestro fútbol, inevitablemente, hacen mella y en las competencias internacionales nos desnudan. 

Canadá, como Francia, fue durante gran parte del partido más incisiva, consistente y profunda. Además, y esto es lo que más preocupa, logró también cortarnos los circuitos y mantener a las más peligrosas de las nuestras –Linda, Manuela, Leicy– lejos de su portería. Colombia volvió a ser un equipo al que le cuesta mucho forjar opciones reales de gol, palabra que hoy, en Niza, volvió a ser esquiva. Sufrimos, de nuevo, en el juego aéreo –así llegó el gol de la derrota– y, de nuevo, mientras lo necesitaron, nos robaron el balón y la batuta del partido. 

En definitiva, aunque también hay que decir que Colombia compitió hasta el último minuto y no jugó nunca acomplejada, y lo hizo sin Mayra ni Catalina Usme, dos estandartes de este equipo, el tercer puesto sabe mal. Y sin lugar a dudas nos pone como las favoritas a dejar París el sábado, contra España, campeona del mundo. 

Pero si algo demuestran estos juegos es que el deporte premia a las que saben aprovechar las segundas oportunidades. Competir en este nivel implica olvidarse rápido del pasado y del lamento y meterse de lleno en el presente, que es donde se forja el porvenir. 

Y con estas mujeres, de probado amor propio, solidaridad, talento y hambre, todo puede pasar.