La despedida de Rigo: el vendedor de chance que se convirtió en leyenda

Crédito: @rigobertouran

3 Noviembre 2024 03:11 am

La despedida de Rigo: el vendedor de chance que se convirtió en leyenda

Como un homenaje a su legado, para unirnos a la despedida de Rigoberto Urán, uno de los deportistas más queridos en Colombia, CAMBIO le cuenta su historia: la de un paisa frentero y auténtico que, a punta de pedal, se sumó a la lista de los escarabajos inmortales.

Por: Juan Francisco García

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Rigoberto Urán llegó a los Juegos Olímpicos de Londres sin expectativa de podio y, contra todo pronóstico, es líder de la competencia. Siete kilómetros atrás emprendió una fuga en compañía del kasajo Aleksandr Vinokúrov y dejó atrás a los sprinters ingleses, que son los favoritos por especialidad, potencia y localía.

La meta, en el Palacio de Buckingham, es promesa de eternidad y de cumbre. Para constatar que lo que vive es real y calibrar la distancia con su escudero, precavido, Urán mira hacía atrás, por encima de su hombro izquierdo. La victoria, la medalla de oro, la gloria inédita para su país, se le escapa por el lado derecho, por donde el ciclista kasajo, como un espíritu maligno, lo rebasa. El jovencito que aprendió a montar bicicleta en Urrao, ese pueblo montañoso enquistado en la cordillera oriental famoso por sus granadillas, atraviesa la meta vencido y cabizbajo. 

Rigo lleva la cabeza clavada en el manubrio. Quizás recuerde la tarde que en su pueblo mataron a balazos a su papá, que había salido como todos los días a vender la lotería. O los tiempos remotos en los que ser un ciclista profesional no era más que una entelequia y ni él ni nadie podían sospechar que habría de convertirse en uno de los atletas más queridos: un escarabajo de oro en tierra de escarabajos:  Lucho Herrera, Santiago Botero, Cochise Rodríguez.

Esta es la historia de la leyenda colombiana que este fin de semana, junto a 10.500 ciclistas de todas las categorías, en una carrera que lleva su nombre, se despide del ciclismo profesional.

Rigo, el atleta  

Así como en Londres el primer lugar se le escapó con crudeza y, para los más implacables, fue “otra comprobación más de la falta de grandeza de los colombianos”; años después, en 2017, Rigo facturó una victoria indeleble que eriza los pelos y que nos sirve para dimensionar su estatura como atleta. Fue en la etapa 9 –la etapa reina– del Tour de Francia de ese año. Vestido con el jersey verde del modesto equipo Drapac-Cannondale, Urán logró llegar vivo en el selecto pelotón de aspirantes a ganar la infernal etapa de 181,5 kilómetros y siete puertos. 

Si el sprint final que está a continuación se mira con la suficiente atención, será claro para el lector que, entre pecho y espalda, Rigo contiene el brío, la fe y la obstinación de los grandes ciclistas. Su épica victoria, que se definió por fotofinish contra el francés Warren Barguil, desvirtúa cualquier acusación de atleta tibio que se asusta con la piel del tigre. 


Ese año, como líder de un equipo acostumbrado a la irrelevancia, quedó subcampeón de la competencia más glamurosa y difícil del planeta. En su trasegar por las grandes vueltas europeas, su ambición, regularidad y liderazgo se refrendaron múltiples veces.  Fue el segundo mejor del Giro de Italia dos veces, fue subcampeón de la Vuelta de Catalunya y se le convirtió en hábito quedar entre los diez mejores en Italia, Francia y España. 

A su faceta de líder obstinado y altivo, Rigoberto le sumó la obediencia solidaria del gregario. Desde que llegó como un iniciado a demostrar su temple en el extinto Team Tenax en 2006, hasta su última temporada en el Education First, fue un escudero apetecido y respetado. Su trabajo para hacer brillar a Chris Froome, en el Sky, está entre los relatos míticos del ciclismo en las últimas décadas. Poética es también la solidaridad especial de Urán con los ciclistas colombianos, estuvieran o no, en su equipo. En 2016, cuando Esteban Chávez peleaba cabeza a cabeza con el italiano Vincenzo Níbali por el liderato del Giro de Italia, Rigo no titubeó para declarar ante las cámaras que haría lo posible para “darle una mano” a su compatriota, rival en la tabla general. En la etapa siguiente, fiel a la bacanería con la que con justicia se le asocia, cumplió su promesa. 

Rigoberto Urán en el EF
Rigo al mando del EF. Créditos: @rigobertouran

Lo mismo que hizo con la promesa de pararse y volver a intentarlo cuando en 2007 se cayó en la Vuelta de Alemania: se fracturó la muñeca derecha, sufrió una microfractura en el cuello y otra en el fémur. Terminó con la muerte hablándole cerquita, en un frío hospital tan lejos de casa. Antes ya había probado su tesón, en su primera temporada en Europa, cuando en una carrera en Bélgica se cayó y, por unos minutos, quedó inconsciente. En 2019, en la Vuelta a España, la rueda delantera se le deslizó y fue a dar de bruces contra el asfalto. Aunque se rompió la clavícula y se le acabó la temporada, pocos días después, a su manera,  dijo ante las cámaras que era una lesión menor de rápida recuperación y que ya estaba barriendo la casa y lavando la loza. ”No me van a tener que volear cuchillo”, contó.

Rigo es el negocio, socio 

El génesis de esta parte de la historia remite, de nuevo, a esa mañana horrible: don Rigoberto Urán sale a montar bicicleta en Urrao, antes del alba, como siempre. Esta vez su hijo de 14 años, su homónimo, no lo acompaña porque va mal en el colegio y debe recuperar materias. Un peaje paramilitar detiene a don Rigoberto y a su acompañante. Los criminales necesitan mano de obra para arar terrenos y mover ganado. Secuestrados, los ciclistas son llevados monte arriba. Don Rigoberto, dicen las especulaciones del caso, honrado y firme, discute con algún energúmeno adicto al plomo y al poder fácil. Muere a balazos. 

Rigo el hijo recibe la noticia en el salón de clases. El duelo se le mete por dentro, como a su mamá y a su hermana menor, como a los cientos de miles de colombianos que la violencia les ha negado crecer con padre. El dolor, sin embargo, porque la vida sigue y la necesidad apremia, debió conjugarlo con trabajo y disciplina férrea. En las mañanas al colegio, en las tardes a entrenar sin pausa, y en las noches, como su padre, a vender la lotería y el chance. Entre ceja y ceja la promesa: cuidaré de mi madre y de mi hermana. Rigo fue siempre un emprendedor, le dijo a CAMBIO Juan David Aristizábal, amigo personal de Urán y CEO de su holding empresarial Go Rigo Go!  Por necesidad, pero también por sangre, el hombre grande de Urrao combinó, desde que empezó a ganar bien en Europa, etapas épicas con cabezazos empresariales. 

Rigoberto Urán en una de sus tiendas de Go Rigo Go!
Rigoberto Urán en una de sus 12 tiendas de Go Rigo Go!

Un café con denominación de origen, de exportación, que se siembra en Urrao. Una agencia de viajes boutique para que ciclistas amateurs nacionales y extranjeros rueden por las rutas más alucinantes de Antioquia. Una marca propia de bicicletas, indumentaria, accesorios y nutrición deportiva. Talleres de bicicletas propios. Un marketplace, El Rigo Market, en el que se venden y se compran bicicletas usadas. La Finca de Rigo, una cadena de restaurantes que ya es insignia en Rionegro y Girardota. Próximamente, como el proyecto más ambicioso que la marca va a tener hasta la fecha según el CEO, lanzará un hotel: la Casa de Rigo. 

350 empleados fijos, dos mil personas impactadas directa o indirectamente por sus empresas, y una facturación que de vender 400 millones de pesos en 2017, cuando se constituyó, hoy vende más de 52.000 millones de pesos. El futbolista frustrado de las montañas antioqueñas que honrando a su padre ganó etapas en todas las vueltas grandes de Europa no se ganó la lotería: la hizo. 

El Giro de Rigo: la despedida 

En la edición pasada del ya célebre Giro de Rigo, con los 5.500 ciclistas inscritos, la carrera pasó a ser la más grande en la esfera amateur en la historia de Colombia. Este año se inscribieron 10.500. Además, por primera vez, contará con una categoría para equipos profesionales. Fue transmitida por RCN, y la clausura, también inédita, tuvo lugar en el Atanasio Girardot, ante 30.000 personas y con artistas de renombre que el presidente de la compañía no quiso revelarle a CAMBIO. “Será la despedida más grande para un deportista en el país”, dijo con orgullo y en su acento tan paisa. 

La hotelería de Medellín se rebasó por el evento, que moverá durante el fin de semana entre 15 y 18 millones de dólares. El sábado, el día que se entregan los kits de la carrera, ocurrirá la feria comercial más grande de la industria, que espera 30.000 visitantes entre los participantes y sus familias. Habrá extranjeros de todas partes que serán alentados por el propio Rigo para no desfallecer en el mítico puerto de Las Palmas. Por Rigo y por Alejandro Valverde, Joaquín ‘Purito’ Rodríguez, Daniel Martínez, Sergio Higuita, Fernando Gaviria, Sebastián Henao, Harold Buitrago, Víctor Hugo Peña, Fabio Parra, Lucho Herrera, Cochise Rodríguez, María Luisa Calle. Ninguna de nuestras glorias quiere perderse la despedida del chancero que paralizará la ciudad, con cierre total de vías y 800 policías salvaguardando su carrera. 

Es difícil, al terminar de escribir esto, no llenarse de nostalgia. Rigo es mucho más que un atleta sobresaliente y un empresario exitoso. Es un hito identitario que contrasta, con pura fuerza, carisma y desparpajo, los malos mitos de la cultura paisa. El consuelo, si nos quedamos con lo que le dijo a CAMBIO su amigo y socio Juan David Aristizábal, es que ahora, sin competir, lo veremos más activamente "dando briega". 

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