¿Impulso a la economía popular?
26 Febrero 2023

¿Impulso a la economía popular?

Crédito: Colprensa

Uno de los proyectos del Plan Nacional es la creación de un Consejo Nacional de Economía Popular, que busca impulsar a las microempresas, en su mayoría informales. Rudolf Hommes reflexiona en CAMBIO sobre el panorama que rodea a estas empresas, qué necesidades tienen y sus desventajas frente a la economía actual.

Por: Rudolf Hommes

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En el Plan de Desarrollo figura prominentemente el impulso que el Gobierno quiere darle a la economía popular, que aparentemente incluye todas las actividades individuales y empresariales que reciben el calificativo de informales y que representan alrededor del 60 por ciento del mercado laboral. Idealmente, estas actividades deberían reducirse paulatinamente a medida que crece la economía y son posiblemente una carga que hace más lento el crecimiento económico. En otros países las asocian con el problema del estancamiento de las economías cuando llegan a un nivel de ingreso que se considera medio (la trampa del ingreso medio). Técnicos del DNP consideran que no se conoce suficientemente este sector de la economía y han anunciado estudios y recursos para financiar investigación en esta materia. Yo estuve vinculado a una investigación sobre pequeña y medianas empresas que se llevó a cabo con el apoyo del Sena hace muchos años. No creo que las mismas condiciones se hayan preservado, pero quizás sirvan los recuerdos que es lo único que me queda de esa tarea, para orientar o estimular algunas de esas investigaciones.

Las empresas pequeñas informales eran y son muy numerosas y posiblemente uno de los mayores generadores de empleo en el sector urbano. Este servicio no se les reconoce. El capital que se invierte en esas empresas generalmente se pierde, así como parte del ingreso que debería percibir el empresario como salario que frecuentemente no se logra cobrar. Este sacrifico que terminan haciendo involuntariamente los pequeños empresarios tiene consecuencias sobre la productividad, sobre la distribución de ingreso y sobre el empleo que conviene conocer. También es deseable identificar las características de los que operan esta empresas, de los que sobreviven y sobre todo de los que tienen éxito.

Un tema para investigar es por qué siguen invirtiendo estos empresarios si el récord estadístico les permitiría predecir que van a perder parte de su esfuerzo y su capital. Me imagino que son jugadores, por una parte, porque hay historias de éxito, pocas, pero vistosas, o porque la inversión permite ganar tiempo con dignidad y autoestima antes de obtener empleo formal o sucumbir al desempleo.

Es necesario concebir y justificar políticas que eviten ese sacrificio para que evolucionen el mercado laboral y su componente de demanda, para absorber gradualmente la informalidad. Caso contrario, también conviene pensar en políticas que reduzcan el riesgo de fracaso y compensen de alguna manera el bienestar generado por el empleo que estas pequeñas empresas proveen.

Esto último nos induce a pensar que la actividad informal y los nexos que existen entre ella y la economía formal no se conocen suficientemente, y que también sería conveniente investigar. Posiblemente la informalidad es una consecuencia del estancamiento de los sectores económicos más desarrollados. Muchas de las economías que llegan al ingreso medio se quedan ahí y solamente unas pocas de ellas se liberan y se ponen en plan de alcanzar a las más desarrolladas.

Mi sospecha es que las empresas grandes que ya gozan de protección arancelaria o equivalente establecen una barrera adicional para protegerse de las pequeñas y medianas, vía adquisición de tecnologías avanzadas, no siempre las de punta o la última. Como también son protegidos por el estado de competencia externa, la tecnología sirve de barreara para crear un monopolio “natural” que les asegura rentas suficientes y un margen entre ingresos y costos que permite pagar mejores salarios, lo que coadyuva a debilitar a los más pequeños. En estas condiciones lo que más les conviene es seguir como están y no hacer nuevas inversiones de magnitud, conglomerarse, o invertir en mercados de capital internos o externos. Los precios sobre los que tienen capacidad de control hasta cierto punto permiten que ingresen a su mercado unas pocas intermedias que no le hacen daño y muchas pequeñas empresas. Estas tienen que operar en un ambiente en el que el precio y los salarios son dados. El competidor grande tiene además una gran ventaja financiera. Lo único sobre lo que pueden decidir tanto el mediano como el pequeño es sobre márgenes, tipo de trabajador y sobre tecnología. Los medianos están limitados a invertir por restricciones de capital o porque el grande puede sacarlos del mercado. Además, tienen que pagar impuestos y salarios mínimos. Los pequeños comparten la restricción de capital, pero emplean a personas de inferior capacitación, lo que probablemente de lugar a un mercado laboral dual, y tienen acceso a tecnologías intensivas en trabajo. Generalmente evaden impuestos. Estas dos características son posiblemente claves de su sobrevivencia pasajera. La mayoría de estas empresas solamente operan pocos años y desaparecen. Pero llegan otras a reemplazarlas que corren la misma suerte y hacen el mismo servicio de emplear y posiblemente capacitar parcialmente mano de obra de muy baja calificación.

Si todo eso sucede, lo que tiene atrapada a la economía es que los empresarios dominantes en cada sector no tienen incentivos suficientes para incomodarse. Nada los induce a exportar, menos a volverse principalmente exportadores, lo cual los enfrentaría a competencia internacional. Tampoco aumentan producción en el mercado interno a menos que la economía crezca y esta no crece suficientemente. Entonces no invierten.

El Gobierno no siente que tiene que hacer un esfuerzo para motivarlos porque el sector informal emplea a millones de personas.

Al parecer, no existe mejor opción para la economía que exportar, pero la protección que les otorga el Gobierno a los productores nacionales hace eso menos atractivo. Se tendría que encontrar una secuencia de acciones que le suavice la carga a los pequeños empleadores, que estimule las exportaciones y que permita mantener selectivamente protección y apoyo para los exportadores más exitosos. La medida adoptada por el Gobierno para sustituir el sistema gota a gota por crédito institucional financiado por el Gobierno es justa. También se podría pensar en compensar al pequeño empresario por el beneficio de empleo que genera, u ofrecerle herramientas para crecer y sofisticarse. Pero estos son paños de agua tibia.

Los países de ingreso medio que han superado la tendencia a estancarse son exportadores, compiten exitosamente en el mercado internacional, y los gobiernos de esos países apoyan a las empresas para que sigan creciendo. El método es darwiniano: identifican a los exportadores más exitosos, los apoyan para que sigan creciendo en los mercados externos y continúen siendo competitivos. Bradford de Long, en el libro Slouching Towards Utopía (Basic Books, NY 2022) se refiere a esta política como de “comercio exterior administrado”. (ver mi entrevista con Antonio Celia en Contexto de Barranquilla, enero 24 de 2023)

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