Transitando por la ruta de la seda, por Julio Londoño

Gran revuelo causó el hecho de que Petro públicamente hubiera rechazado que la canciller Sarabia convocara a una reunión de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores para dialogar sobre la posible adhesión de Colombia a la llamada Ruta de la Seda con China. 

La consulta era lógica ya que el tema ha causado opiniones encontradas en nuestro país. No solamente por los efectos que pudieran presentarse en la economía doméstica, sino también por las retaliaciones que la administración Trump podría tomar en la guerra político-económica que enfrenta con China. Sin embargo, nuestro presidente afirmó que él iba a negociar personalmente el asunto con el líder chino Xi Jinping, dejando a la ministra en una compleja situación. 

La moderna Ruta de la Seda es una estrategia económica y geopolítica que China emprendió desde 2013 para expandir su presencia en el mundo, especialmente entre los países en desarrollo que tratan de salir de la dependencia exclusiva de las grandes potencias. 

El eje terrestre va desde China hacia Europa a través de Asia y la proyección marítima desde Beijín hacia África y América Latina. Comprende, entre otras cosas, la construcción y operación de puertos, aeropuertos, carreteras y vías férreas en diferentes países.  

En América Latina, China ha hecho importantes inversiones en el Perú con el puerto de Chancay, en el Ecuador con la construcción del moderno aeropuerto de Manta, y también se tiene proyectado un tren para unir el Atlántico y el Pacífico a través de Brasil, Bolivia y Perú. 

En Colombia, los chinos construyen el metro de Bogotá, aunque manifiestan que la obra no está vinculada a la Ruta de la Seda. No existe un tratado de libre comercio entre los dos países, pero en octubre de firmaron 12 convenios sobre comercio, inversiones, desarrollo, así como educación y cultura. 

Se puede estar o no de acuerdo con la adhesión de Colombia a la Ruta de la Seda. Es evidente que Colombia, en las circunstancias actuales, es muy vulnerable frente a Washington y que por eso y otras razones se deben manejar las relaciones con el gigante asiático con extremo cuidado. 

Sin embargo, aunque la Ruta de la Seda no se limita solamente al Pacífico, cabría preguntarse en qué quedan las aspiraciones y decenas de frustrados proyectos que hace décadas ha formulado el país para proyectarse hacia el Pacífico y sacar a nuestra costa Pacífica del estado de postración en que se encuentra.

Preocupa que desde Washington un importante asesor de Trump amenazó a Colombia afirmando que si se continuaba con los acercamientos de Petro con China, sería una gran oportunidad para las rosas del Ecuador y el café de Centroamérica. Insinuó, así, que Estados Unidos podría dejar de importar flores y café de Colombia.  

Tal vez se le pasó al distinguido funcionario que el Ecuador concertó hace ya tiempo un Memorando de Entendimiento con China y que el gran productor de café en Centroamérica, Costa Rica, también lo hizo. Ha firmado China memorandos de entendimiento con República Dominicana, Ecuador, Cuba, Costa Rica, Bolivia, Uruguay, Guyana, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda, Jamaica, Chile y Perú. Panamá se retiró hace unos días después de un “diktat” de Trump.

Creíamos que no estábamos ya en la época en la que los Estados Unidos sancionaba a los países que tuvieran relaciones con China. Pero de pronto se está repitiendo la historia.