
Desde su fundación en el año 2000, el Sabio Caldas ha tenido como proyección transformar a la comunidad de Arborizadora Alta a través de una educación integral y de calidad.
Crédito: Foto Cortesía.
¿Cuál ha sido el impacto de los colegios en administración en Bogotá?
El Gimnasio Sabio Caldas, el colegio que administra en Ciudad Bolívar el Gimnasio Moderno, cumple 25 años. Su rector, Santiago Espinosa, hace un balance del impacto de este tipo de instituciones en Bogotá.
Por: Santiago Espinosa

Antes se llamaban Colegios en Concesión. Fue una estrategia de la primera administración de Enrique Peñalosa, que se inspiró en el modelo de los Charter Schools anglosajones. Con el tiempo pasaron a llamarse Colegios en Administración, a partir de un contrato más riguroso entre los operadores y la Secretaría de Educación, y aumentaron en número, llegando a la cifra actual de 35 colegios, un 5 por ciento de los colegios del Distrito.
Esta estrategia está cumpliendo 25 años. Si un habitante del siglo pasado viera que el Gimnasio Moderno, uno de los colegios más tradicionales de Bogotá, tiene un colegio hermano en Ciudad Bolívar, el Gimnasio Sabio Caldas, y que hay un coro en que estos estudiantes cantan juntos, a pesar de las barreras sociales, o que comparten proyectos comunes como los grupos de debate y la banda escolar, o que ambas comunidades trabajan de la mano para obtener becas universitarias para el sur, es muy posible que esta persona no le diera mucho crédito a lo que está viendo. Y más viniendo de un país en el que hay una brecha educativa tan grande –la exclusión comienza con la pregunta, ¿en cuál colegio estudió usted?– que autores como Mauricio García Villegas hablan incluso de un apartheid educativo.
Bogotá, como la novela de Charles Dickens, es La historia de dos ciudades, la ciudad del norte y la ciudad del sur. Es muy difícil que los estudiantes de ambas partes se encuentren, como si vivieran en dos realidades paralelas. Estos colegios en administración (antes en concesión) buscaban acercar estas distancias. También buscaban impactar con modelos innovadores la calidad de la educación, ofreciendo a estas comunidades en Usme y en Ciudad Bolívar, en Bosa y en Suba, en Kennedy y en San Cristóbal, distintas oportunidades para el futuro de sus hijos. Después de 25 años vale la pena preguntarse, ¿cuál ha sido el impacto de estos colegios? ¿Han logrado un avance en la calidad y en las cifras de deserción? ¿Cómo perciben las comunidades estos colegios?
Mejores resultados en los indicadores de calidad
Felipe Barrera, profesor asociado de la Universidad de Vanderbilt, se hizo estas mismas preguntas. Con el apoyo de la Secretaría de Educación levantó un estudio comparativo para medir el impacto educativo de estos colegios Case (Colegios en Administración del Servicio Educativo). La conclusión del estudio, socializado a través de La Silla Vacía, muestra que los colegios en administración obtienen mejores resultados que los colegios oficiales, tanto en los indicadores propiamente cognitivos como en las pruebas socioemocionales.
Estos datos se confirman en el ranking de las Pruebas Saber, en los que al lado de colegios oficiales tan destacados como La Felicidad o San José Norte, los colegios en administración ocupan los primeros puestos, como es el caso de Las Atalayas (Alianza Educativa) o Santa Lucía (Cafam), o el Buenavista Calasanz, ubicado en el Lucero, con una comunidad mucho más vulnerable que los cuatro colegios anteriores. Como lo ha señalado Julián de Zubiría en sus artículos, no hay una brecha entre universidades públicas y privadas, pero donde la brecha está creciendo cada vez más es entre el conjunto de los colegios públicos y las instituciones privadas de calidad. Los colegios en administración pueden ser la oportunidad para crear un puente entre estas realidades, especialmente si trabajan en red con los colegios oficiales.
Barrera no solo se limita a los indicadores propiamente académicos. En las pruebas socioemocionales los colegios Case obtienen unos mejores resultados, así como en la satisfacción de las familias, que llegan a un promedio de 80 por ciento, una cifra superior a la de los colegios oficiales. Las familias a veces esperan varios años, a través de derechos de petición, o de tutelas contra la Secretaría de Educación, para obtener un cupo en los colegios en administración, que son en su conjunto los más solicitados del Distrito.
Hay dos indicadores en que los colegios en administración obtienen resultados aún mejores: la tasa de deserción escolar y los porcentajes de ingreso a la educación superior. En el caso de la deserción escolar los resultados han sido tan buenos –El Sabio Caldas, por ejemplo, tiene una tasa de permanencia del 97 por ciento–, que la Secretaría de Educación, a través de los Nodos de Permanencia Escolar, ha buscado que los colegios en administración trabajen de manera articulada con los colegios oficiales para reducir estas cifras. Esta experiencia de los Nodos es el mejor ejemplo del trabajo articulado. Los colegios en administración comparten sus estrategias innovadoras, y los colegios oficiales también, en igualdad de condiciones. La experiencia de los Nodos podría trasladarse a los indicadores académicos y socioemocionales. En este sentido un colegio como La Giralda, por ejemplo, administrado por Alianza Educativa, nominado entre las diez mejores escuelas del mundo en los World's Best School Prizes por sus aportes a la salud mental de los estudiantes, podría mostrarles el camino a otros colegios con entornos retadores.
Frente a las cifras de absorción en la educación superior, los colegios en administración obtienen mejores resultados, esto también se debe a que colegios como el Gimnasio Sabio Caldas tienen el apoyo de un programa de becas y un programa de líneas técnicas con el Sena, lo que permite que los estudiantes salgan con un título técnico del colegio. También se debe mencionar que colegios administrados por operadores con universidades propias, es el caso de los colegios administrados por La Salle, los Salesianos, o el Minuto de Dios, ofrecen a los estudiantes destacados una motivación adicional para continuar con sus estudios. Estas diferencias, más que la demostración de que una estrategia funciona y la otra no, es una oportunidad única para intercambiar experiencias exitosas, especialmente ahora que todos los colegios, privados y públicos, en administración, están siendo desbordados por las brechas académicas de la pandemia, y una crisis socioemocional cada vez más generalizada entre los estudiantes.
Las críticas más recurrentes
¿Por qué si los resultados son tan favorables, en todos los indicadores, no hay un consenso frente a los colegios en administración? Las críticas apuntan normalmente a dos factores. La remuneración y la jornada de los maestros, y el riesgo de que la educación pública se privatice. En cuanto a la primera, las críticas se explican en que los maestros de los colegios en administración trabajan más tiempo (la jornada completa), y tienen menores oportunidades para un crecimiento salarial de acuerdo con el escalafón. En este sentido hay que advertir, como lo hace Felipe Barrera, que los colegios en administración “reciben (por parte del Distrito) aproximadamente 4 millones de pesos por alumno, mientras que un colegio público tradicional en la ciudad está recibiendo en promedio 5,2 millones por alumno”. Esta diferencia se refleja sobre todo en la nómina, los profesores públicos crecen en su remuneración, y trabajan en la mañana o en la tarde, según su jornada, teniendo más tiempo para otro trabajo, o para estudiar o dedicarse a las labores del cuidado, mientras que los colegios en administración ofrecen la jornada completa. El Ministerio de Educación ha hecho un esfuerzo continuado en la remuneración de los maestros y en su formación universitaria, lo que se ve reflejado en el incremento del presupuesto en educación. De revisarse el valor de la canasta, los colegios en administración podrían ser más competitivos.
Lo segundo es la privatización de la educación pública. Aquí hay que recordar que los colegios Case solo representan el 5 por ciento de los colegios distritales, en segundo lugar, habría que aclarar que estos colegios en administración son colegios públicos, que son auditados con todo rigor por la Secretaría de Educación a través de cinco visitas anuales y una revisión trimestral de evidencias. De pronto la realidad ocurra en un sentido inverso, y más que la privatización de la educación pública, estos colegios son la oportunidad de que los privados contribuyan a los públicos y aprendan más de sus alcances, juntando esfuerzos en un país más bien estancado en los indicadores fundamentales de la calidad educativa, lo que se ve año tras año con las Pruebas Pisa.
Un impacto de doble vía
Al acercarse la finalización de los contratos en concesión, en 2016, el gobierno del entonces alcalde Gustavo Petro solicitó desde la Secretaría de Educación un estudio para medir el impacto de estos colegios. En aquella investigación participaron académicos tan prestigiosos como Edna Bonilla, antes de que fuera secretaría de Educación, Alfredo Sarmiento o Jorge Iván González, que fue años después director de Planeación. La conclusión de este estudio fue la misma que la de Felipe Barrera y la Universidad Vanderbilt, socializada casi diez años después: los colegios en concesión obtenían mejores resultados en todos los indicadores. Estas conclusiones fueron definitivas para la alcaldía de Petro, al punto en que el alcalde, que no era muy amigo de este modelo, firmó unos nuevos contratos por diez años más.
Pero el impacto también ha ocurrido en una doble vía. Si los colegios Case pueden aportar mucho a los oficiales en cifras de calidad, estrategias para la deserción o satisfacción de las familias, por ejemplo, los colegios oficiales también tienen mucho que aportarles a los colegios en administración y a sus operadores privados. Como rector he constatado que hay muchos aspectos esenciales, en los que los colegios oficiales lo están haciendo mejor que los mejores colegios privados. El primer aspecto es la convivencia. En términos generales podemos decir que los directivos y maestros de los colegios oficiales, y de los colegios en administración, gracias al apoyo de la Secretaría de Educación y de la Oficina de Convivencia Escolar, están mejor capacitados para atender situaciones de violencia o activación de rutas de atención integral, y son más creativos en sus propuestas para trabajar estos aspectos en el aula, un ejemplo son las experiencias que se socializan en las semanas de la paz. Los aprendizajes de estrategias tan exitosas como la Justicia Escolar Restaurativa en Bogotá, o los pilotos de organizaciones como Coschool con los equipos directivos, entre otros, han hecho que las investigaciones más novedosas se están probando ahora en los colegios públicos, mientras que los colegios privados suelen manejar estas situaciones de una manera más aislada.
Un segundo aspecto es la integración de las comunidades. Los colegios privados son unidades cerradas. Sus arquitecturas parecen fortalezas o jardines cerrados, aislados de todo lo demás. También he podido constatar que los colegios oficiales, en términos generales, integran mucho más a sus comunidades y a las dinámicas de sus territorios, los padres respaldan a sus colegios, y son más respetuosos con los maestros, asisten de manera entusiasta a las Escuelas de Padres, y ven en el colegio un epicentro de las dinámicas de su comunidad, esto se ha visto en las Manzanas del Cuidado.
Finalmente, los colegios oficiales tienen todo que aportar en cuanto a su compromiso social. En estas instituciones el valor de lo colectivo es fundamental, al punto en que todos estos colegios hablan en términos de tejido. En la educación privada, con excepciones numerosas y notables, hay una tendencia cada vez más generalizada hacia una educación más individual y regida por criterios internacionales, como si las escuelas fueran largas preparaciones para el desarraigo, tránsitos para irse muy pronto del país. Por supuesto que la educación debe tener los mejores estándares internacionales, y traer las estrategias más innovadoras, pero en la dirección, en el propósito compartido, es en donde el papel de la educación puede extraviarse fácilmente en el afán de lucro, como lo advirtió Martha Nussbaum en su visita a Colombia.
Experiencias como el Gimnasio Sabio Caldas no solo han significado una transformación enorme para esta comunidad de Ciudad Bolívar. Para los estudiantes del Moderno, el Sabio ha sido la gran oportunidad para salir de la burbuja, para desafiar nuestros prejuicios a través de una experiencia directa. En 2026 finalizan los contratos en administración, estos cumpleaños 25 son la oportunidad para recordar la posibilidad de este modelo, que es hoy un patrimonio de la ciudad.
Cumpleaños 25 del Gimnasio Sabio Caldas
Para estos 25 años, el Gimnasio Sabio Caldas tendrá tres días de celebración. Aquí la programación completa:
