Entrevista a Julián de Zubiría: “Colombia es un país sin brújula en educación”

Julián de Zubiría

Crédito: X Julián de Zubiría

28 Mayo 2025 05:05 am

Entrevista a Julián de Zubiría: “Colombia es un país sin brújula en educación”

¿Cómo le ha ido al Gobierno de Gustavo Petro en educación? Santiago Espinosa, escritor y rector del Gimnasio Sabio Caldas en Ciudad Bolívar, entrevistó para CAMBIO a Julián de Zubiría, uno de los educadores más influyentes de Colombia.

Por: Santiago Espinosa

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Cuando se discute en los medios sobre educación, normalmente pensamos en cupos universitarios y debates sobre la cobertura. Al lado de esta tendencia, Julián de Zubiría, director del Instituto Alberto Merani, columnista y autor de varios libros sobre pedagogía, ha puesto a los colegios en el centro del debate. ¿Por qué la calidad educativa no mejora en Colombia, a pesar de la inversión? ¿Qué está pasando en los colegios con las redes sociales y con las emociones de los adolescentes? ¿Por qué la primera infancia no aparece en el debate público? ¿Cómo le ha ido al Gobierno de Gustavo Petro en materia educativa? Sobre estas y otros temas responde de Zubiría. 

Santiago Espinosa: Este es un tiempo retador para los maestros: uso de celulares e Inteligencia Artificial, muchos reclamos de los padres, etcétera. ¿Qué tendría que desarrollar un profesor para enfrentar esta vorágine de datos y padres sobreprotectores, estudiantes con crisis emocionales?

Julián de Zubiría: Colombia es un país sin brújula en educación. Enseñamos de manera muy tradicional para una época que ya pasó y para unos alumnos que hace mucho dejaron de existir. Por el contrario, los verdaderos maestros se preocupan por el desarrollo integral. El aprendizaje para ellos es el medio, no el fin de la educación. Si el ser humano piensa, ama y actúa, todas estas dimensiones deberían ser objeto de medición y evaluación. Eso es lo que hacen los grandes maestros: ellos enseñan a pensar y leer de manera crítica. Al hacerlo, le dan la razón a Gabriel García Márquez cuando decía que la educación tiene que ser “inconforme y reflexiva, desde la cuna hasta la tumba”. Pero esos maestros no se limitan a trabajar la dimensión cognitiva. Ellos nos ayudan a conocernos, así como a comprender y convivir con los otros. Construyen un clima de aula que favorece el desarrollo.

S.E: ¿Cuáles son esos maestros o maestras que usted recuerda con especial gratitud, y por qué? 

J. de Z.: Los maestros que recordamos son aquellos que nos inspiraron y favorecieron nuestro desarrollo integral. En mi vida podría destacar cuatro. El primero fue Guillermo Quiroga, profesor y vicerrector en el Gimnasio Moderno. Él me enseñó que a la escuela vamos a reflexionar y a debatir en grupo. El segundo fue Manuel Vinent, uno de los fundadores del Liceo Juan Ramón Jiménez; de él aprendí que la escuela ideal es aquella que combina el trabajo artístico y el científico. El tercero fue Beethoven Herrera, profesor emérito en la Universidad Nacional. Con él comprendí que la lectura crítica era una condición sine qua non de una educación de calidad y que, por eso, todos los estudiantes deberían llegar siempre a clase con los artículos leídos para que su participación fuera más profunda y reflexiva. Él me enseñó que aprender es reelaborar ideas. El cuarto fue Nicolás Buenaventura, quien fue maestro en el Instituto Alberto Merani y a lo largo de mi vida. Fue un gran inspirador por su manera de preguntar, narrar e hilar historias. Nicolás me enseñó que educar era, necesariamente, un acto político, porque implicaba pensar en qué tipo de individuo y de sociedad estamos ayudando a construir. 

S.E.: En sus columnas y en sus entrevistas usted ha planteado la necesidad de una transformación pedagógica en Colombia. ¿Cuáles serían las claves para esta transformación? ¿Qué es lo primero que tendrían que hacer los colegios para iniciar un cambio educativo?

J. de Z.: Para impulsar el cambio que necesita la educación tenemos que entender que el mundo exige competencias que hoy no se están formando en la escuela: lectura y pensamiento crítico, argumentación, autonomía, empatía y competencias éticas, entre otras. Para lograrlo tenemos que hacer cambios en las instituciones, en los currículos, en los sistemas de formación de docentes y en las formas de trabajar. Tenemos que aprender a construir equipos y eso es algo que estamos muy lejos de alcanzar en educación. Por eso se requiere un rector que lidere pedagógicamente la institución y que convoque a la comunidad a trabajar colectivamente para definir cuáles son las competencias transversales con las que todos los docentes se van a comprometer. 

S.E.: Las brechas educativas son enormes. Hace unos meses CAMBIO publicó un artículo que señalaba que, según el Observatorio de Realidades Educativas (ORE) de la Universidad Icesi de Cali, de todos los estudiantes que inician su ciclo escolar, solo 11,4 por ciento se gradúan con unas competencias básicas. ¿Por qué Colombia no mejora en sus aprendizajes a pesar de un aumento considerable en la inversión? 

J. de Z.: En Colombia no mejoramos la calidad educativa porque no hemos trabajado sobre ninguna de las variables claves de la calidad, como son la formación docente, los lineamientos curriculares, el trabajo en equipo, la educación inicial o el liderazgo pedagógico. ¿Cómo podremos formar jóvenes más autónomos que nos ayuden a construir un mejor país si el currículo sigue centrado en la transmisión de informaciones?

Un gobierno responsable tendría que enfatizar en la educación inicial. Si no lo hace, los niños de sectores populares seguirán teniendo una desventaja imposible de superar más adelante. 

Adicionalmente, las instituciones tendrían que estar organizadas por ciclos del desarrollo y no por grados. Esa transformación la inició en Bogotá el maestro Abel Rodríguez dos décadas atrás, pero no se impulsó en el país. 

S.E.: Otro tema desafiante es la situación socioemocional de los estudiantes. Lo que se ve en la serie Adolescencia también está pasando en Colombia: las cifras de los reportes al sistema de alertas son alarmantes, también los efectos de las redes en los jóvenes ¿Qué pueden hacer los colegios para enfrentar este desafío? ¿Debemos prohibir los celulares en los colegios?

J. de Z.: En 2022, en Bogotá, 10.000 jóvenes fueron reportados al sistema de alertas por ideación suicida. Una cifra nunca antes vista en la historia. Eso sucede porque los niños ya no juegan de manera libre, ya no salen a las calles y los parques, tienen muy pocos hermanos y permanecen encerrados en sus casas enganchados a las redes sociales. Los padres son muy permisivos con sus hijos e hijas en las redes, pero son muy sobreprotectores en la vida real. Ambas cosas están debilitando la salud mental de los jóvenes. 

Tenemos que postergar la vinculación a pantallas y smartphones en los niños y jóvenes y regular su uso en los colegios. Pero estas medidas deben estar acompañadas por escuelas de padres que expliquen los enormes riesgos de los estilos de autoridad sobreprotectores –que entorpecen el desarrollo– y de las redes y dispositivos –que crean adicción y frenan el desarrollo del lóbulo prefrontal, que regula la atención, la voluntad y las competencias socioafectivas–. Con los jóvenes, las escuelas deben fortalecer la autonomía, la lectura y el pensamiento crítico. Esas son las mejores herramientas para no dejarse manipular y engañar en el mundo virtual y en el real.

Veo a los padres actuales excesivamente ansiosos y confundidos. Viven con angustia y miedo. Por el contrario, necesitamos familias más democráticas, que dialoguen y compartan actividades con sus hijos e hijas, porque de ese modo forman niños y niñas más seguros, más estables emocionalmente, más queridos por sus compañeros y más autónomos.

S.E.: El año pasado se aprobó una ley sobre la educación socioemocional: las instituciones educativas deben diseñar espacios y programas específicos para trabajar la salud mental y las competencias socioemocionales. Cuéntenos un poco sobre esta ley. Qué les recomienda a los colegios para una buena educación de las emociones. 

J. de Z.: Don Agustín Nieto, creador de la primera escuela activa en América Latina, el Gimnasio Moderno, decía a mediados del siglo pasado: “Formar, antes que instruir”. Hoy tendríamos que decir: desarrollar antes que aprender. No vamos a la escuela simplemente a aprender, vamos a desarrollarnos integralmente en las diversas dimensiones humanas. 

Es muy importante que todas las escuelas del país trabajen la dimensión socioafectiva. Deben crear un currículo con asignaturas como comprensión de sí mismo, de los otros, autobiografía y proyecto de vida. Deben trabajar simultáneamente en esas competencias en áreas como matemáticas, educación física o sociales. En matemáticas los jóvenes deberían aprender que todos los problemas tienen múltiples soluciones. Eso los haría más flexibles. Educación física es un área excepcional para fortalecer el trabajo en equipo y el juego limpio. Así mismo, sociales y artes pueden cumplir un papel central en la formación de jóvenes más empáticos, más resilientes y con pensamiento más relativista. 

Desafortunadamente, hemos vivido en una escuela que ha asignado poco esfuerzo a la construcción de vínculos y proyectos de vida y excesivo tiempo y espacio a los aspectos académicos e informativos. Eso es muy grave si tenemos presente que somos el segundo país más polarizado del mundo y el tercero con más desconfianza en los otros. 

S.E.: Se habla mucho de cupos universitarios, pero no tanto sobre el trabajo en el preescolar, que es el lugar en donde podrían iniciar las brechas: los mejores colegios privados ofrecen 14 niveles de enseñanza, los estudiantes entran de 5 años al colegio, y vienen de jardines infantiles con una propuesta pedagógica. En la educación pública, en cambio, los estudiantes ingresan a transición a los 5 años, y no siempre tienen una educación inicial. ¿Cuál es el papel de la primera infancia en estas brechas, por qué este tema no ha estado en el centro de la agenda nacional?

J. de Z.: En Colombia hemos creado un sistema educativo que agrava las inequidades sociales. Quien ingresa a un colegio público tiene altas posibilidades de permanecer en la pobreza porque la calidad de la educación es muy baja. Según el Banco Mundial, una familia de estrato 1 demora en el país, en promedio, 11 generaciones para alcanzar el estrato 3. De esta manera, la educación no cumple con uno de sus propósitos más importantes: garantizar la movilidad social. Lo más grave es que hoy las brechas son el doble de las que teníamos 15 años atrás. Un estudiante de un colegio público que hubiera culminado el grado noveno y quisiera irse a estudiar a Singapur, debería ser ubicado allá en el grado cero. Si viajara a China, quedaría ubicado en primer grado. Eso sucede porque en la escuela pública colombiana aprende muy poco a pensar, leer, escribir o razonar matemáticamente. 

La primera infancia no ha estado en la agenda nacional porque a esa edad los niños no salen a la calle a marchar y no votan en las elecciones. Por eso resulta más rentable políticamente pavimentar y ofrecer cupos para ingresar a la educación superior. Pero quien quiera mejorar estructuralmente la calidad de la educación debe enfocarse en la educación inicial. Nadie empezaría una construcción en el tercer piso sin haber trabajado muy bien en los cimientos y los dos pisos iniciales. Parece de locos priorizar la educación superior cuando estamos tan mal en la inicial, la básica y la media. Pero no están locos los políticos: están buscando votos. Al hacerlo, no tienen en cuenta que esta es la etapa de mayor crecimiento físico y desarrollo cerebral. Un niño que asiste a la escuela desde los 3 años es más sano emocionalmente, lee y socializa mejor, reprueba menos años en su educación y tiene un futuro más próspero a nivel social, académico y laboral. Eso está demostrado científicamente y quien lo demostró ganó el Premio Nobel de Economía en el año 2000: James Heckman.

S.E.: También para los rectores es un momento desafiante. Hay menos niños y jóvenes que antes, y el homeschooling se ha llevado a muchas familias. ¿Qué tendría que ofrecer un colegio para no desaparecer? Más de 6.200 colegios han cerrado en los últimos cinco años, porque no tienen suficientes estudiantes. 

J. de Z.: El efecto más dañino de la educación virtual o en casa está en la socialización de los estudiantes, pues son más débiles los vínculos que construyen y la identidad que forman. La tendencia es muy peligrosa porque se están formando niños cada vez más individualistas, menos empáticos. Los colegios son insustituibles en el desarrollo socioemocional. Todos lo vivimos en la pandemia. Lo que añoraban los niños no eran sus clases de matemáticas o ciencias. Lo que ellos en verdad extrañaban era a sus compañeros, los juegos colectivos, las actividades de artes y deportes, los descansos. Sin escuelas, los niños frenan su desarrollo cognitivo, motor, social y emocional. 

Actualmente los niños están llegando a los colegios con retraso en lenguaje y en motricidad fina y gruesa; los adolescentes presentan déficit de atención generalizado y muy baja tolerancia a la frustración. Eso es consecuencia del debilitamiento de las familias, del crecimiento de las familias permisivas y sobreprotectoras, de la propagación de las redes y del extenso cierre de los colegios que vivimos en Colombia. 

S.E.: Llevamos tres años del Gobierno de Petro. ¿Cuál sería su balance en materia de educación? 

J. de Z.: El balance es muy negativo en todos los niveles. El Gobierno no cumplirá la meta de los 500.000 cupos universitarios. Apenas lleva el 17 por ciento. Al desfinanciar el Icetex, les incumplió a todos los estudiantes que no ingresaron a la educación superior pública y querían estudiar en las privadas. Prácticamente abandonó la educación básica y media. No habla del Plan Decenal que se estableció en 2017, culmina en 2026 y todavía no ha empezado a implementarse. Tampoco reflexiona sobre currículo, formación de docentes, transformación pedagógica, facultades de educación, educación inicial o pensamiento crítico. No hay ningún avance en metas tan importantes como disminuir la deserción escolar en la educación superior o en la básica. Para completar, ha promovido decretos que atentan contra la calidad educativa –por ejemplo, al hacer imposibles las reuniones de docentes– y contra las finanzas y la calidad en las universidades, al convertir por decreto a docentes ocasionales en permanentes. Ni el más pesimista hubiera imaginado un peor escenario.

S.E.: Si pudiera darle un consejo al actual ministro de Educación, ¿qué le diría?

J. de Z.: Mi consejo para él sería que hiciera lo posible por dotar de infraestructura y conectividad a las escuelas más apartadas, que siempre han estado abandonadas por el Estado, pero que ojalá en el último año no vaya a intentar iniciar una reforma importante del sistema educativo. 

También sería un buen momento para darles un consejo a los jóvenes para 2026. Desafortunadamente en la época en que domina la virtualidad han tomado demasiada fuerza los extremos políticos que convierten el odio en votos. Por eso yo les diría: si tu candidato no sabe cambiar la educación, cambia de candidato. En la educación y la cultura está la clave de la sociedad que tendremos en el futuro.

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