Democracia en tiempos del ‘clickbait’

Crédito: Freepik

18 Agosto 2024 06:08 am

Democracia en tiempos del ‘clickbait’

La inmediatez y masividad hacen hoy de las redes sociales una gran herramienta tanto para quienes hacen política como para la ciudadanía. Sin embargo, también son vehículos de desinformación, ‘deep fakes’, mensajes de odio y teorías de la conspiración. Para la catedrática Sandra Botero, se necesita mayor alfabetización digital, más capacidad crítica para cuidarnos en espacios digitales y cuestionar lo que está detrás de su infraestructura.

Por: Sandra Botero

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Para una persona menor de 25 años, con smartphone y un plan de datos, internet al alcance de los dedos es una constante. Quienes tenemos algunas canas podemos recordar otra época, sin teléfonos portátiles, apps, cédulas digitales o redes sociales. Hoy en día, sin importar la edad, nuestras vidas pasan por lo digital. Esto incluye hacer e informarse sobre política, ambas actividades que requieren de redes sociales. Estas conexiones se han convertido en nuestras plazas públicas digitales y su uso y evolución supone importantes desafíos para la democracia. 

Inicialmente, quienes analizaron el impacto político de las redes sociales se concentraron en éstas como espacios para facilitar el acceso a la información y para conectar a las personas más allá de las barreras geográficas. Algunas de ellas, incluso, fueron celebradas en su momento como herramientas para potenciar movimientos pro-democráticos. Por ejemplo, las movilizaciones masivas que en 2011 llevaron a la caída de la dictadura de Mubarak en Egipto se coordinaron y difundieron vía Facebook y Twitter (ahora X), y se contaron al resto del mundo como una “primavera árabe”. En años recientes, esta visión puramente optimista se desvaneció a medida que se hicieron evidentes los lados más oscuros del modelo de negocio de las grandes redes sociales comerciales y sus implicaciones. 

‘Inicialmente, quienes analizaron el impacto político de las redes sociales se concentraron en éstas como espacios para facilitar el acceso a la información y para conectar a las personas más allá de las barreras geográficas’

Sandra Botero
Sandra Botero: historiadora, doctora en Ciencia Política y profesora en la Universidad del Rosario.
Cortesía: Sandra Botero. 

Redes sociales como negocio

Plataformas como X, Facebook, Instagram y Tik Tok buscan enganchar a las personas usuarias por el mayor tiempo posible y para la mayor cantidad de servicios y actividades. El clickbait es el motor del modelo. Shoshana Zuboff se refirió a este proceso macro como el nacimiento del capitalismo de vigilancia: un sistema que se nutre de la experiencia humana (nuestras preferencias, emociones, cuerpos) para convertirlas en datos digitales que, a su vez, alimentan modelos de predicción e inteligencia artificial para el lucro de unas pocas compañías. Al aceptar los ‘términos y condiciones’, que casi nunca leemos, autorizamos la recolección de nuestros datos y su uso. Estos son tan ricos, que las plataformas los venden y usan para definir lo que vemos del propio contenido que otras personas alimentan en la plataforma, para bombardear a la gente con información que se ajusta a su perfil individual, y para que recibamos propaganda comercial y política con precisión casi quirúrgica.

Perfilamiento digital

El perfilamiento digital que nos muestra más y más de los vídeos que nos gustan, también permite la difusión de (des)información política ajustada a las características de cada quien. Es muy fácil terminar en burbujas digitales donde cada vez nos exponemos menos a opiniones diferentes o a información que nos cuestione y donde se refuerzan nuestros sesgos y las emociones negativas. Además, el perfilamiento puede alterar resultados electorales, como sucedió durante la campaña presidencial estadounidense en 2016. 

La información disponible en redes sociales también abre la posibilidad de que terceros –privados y gobiernos– puedan vigilar nuestras acciones y que en el camino se vean afectados derechos políticos. Me refiero a, por ejemplo, el monitoreo digital que realizó el gobierno colombiano durante el paro nacional de 2020 para, supuestamente, identificar perfiles de revoltosos. También está el uso de fotografías colgadas en redes sociales por parte de la Policía para identificar y arrestar manifestantes, en varios países. Hace poco se hizo público que la agencia de seguridad del gobierno estadounidense compró información digital personal de proveedores comerciales para labores de inteligencia. Pagaron por el tipo de información a la cual, en condiciones normales, gobiernos democráticos sólo acceden con autorización judicial.

Liderazgos políticos y estrategias digitales: potencial y desafíos

Estos son algunos desafíos que las grandes plataformas comerciales digitales representan para las personas usuarias. 

En primer lugar, las redes sociales también alteran cómo se ejercen los liderazgos y se hace campaña. Sin negar la vigencia de la plaza pública y la importancia de lo presencial, es claro que gobernar y hacer campaña electoral requiere hoy de atención a las redes sociales. Así lo muestra el éxito de la estrategia digital de la campaña presidencial de Rodolfo Hernández en 2022, la cual logró activar el interés de gente joven y llegar a muchos rincones a través de un uso efectivo de WhatsApp y Tik Tok. 

‘Las redes sociales también alteran cómo se ejercen los liderazgos y se hace campaña’

Las redes sociales son clave para difundir información para coordinar equipos, pero también han modificado la relación entre quienes hacen política y sus votantes. X y TikTok les dan a los políticos una herramienta de comunicación directa con sus bases: ya no dependen de intermediarios como periodistas y ruedas de prensa, como tampoco de alocuciones por televisión o radio. Quienes hacen política personalista pueden más fácilmente prescindir del partido político para insertarse en el debate y movilizar adeptos. Esto debilita a los que han sido históricamente pilares de las democracias modernas: los partidos políticos y los medios (tradicionales) de comunicación.

Al mismo tiempo, las redes sociales son espacios hostiles al menos para tres grupos de personas cuya participación activa es necesaria en las democracias representativas modernas: periodistas, mujeres y minorías. Los y, especialmente, las periodistas que hacen control al poder son blanco fácil de estigmatización y amenazas. También lo son sobre todo las candidatas mujeres, personas LGBTQ+ y minorías étnicas, quienes se enfrentan a violencias digitales que no entendemos bien y para cuyo manejo carecen de apoyo. 

‘Al mismo tiempo, las redes sociales son espacios hostiles al menos para tres grupos de personas cuya participación activa es necesaria en las democracias representativas modernas: periodistas, mujeres y minorías’

Libertad de expresión en redes sociales

Adicionalmente, las redes sociales están reconfigurando los límites de la libertad de expresión. Los derechos a expresarse e informarse libremente son el corazón de la ciudadanía democrática, ya que acceder a y compartir información y nuestras opiniones libremente hacen posible el pluralismo. La inmediatez y masividad hacen de dichas redes una gran herramienta tanto para quienes hacen política como para la ciudadanía. Sin embargo, como dije arriba, también son vehículos de desinformación, deep fakes, mensajes de odio y teorías de la conspiración. ¿Quién define los límites de lo que puedo decir o no en X o en Tik Tok? ¿Quién define en una plataforma privada cuando una opinión es incitación a la violencia, discurso de odio, crimen de Estado o crítica legítima? ¿Cuáles son las consecuencias para el debate público si no hay reglas ni moderación? 

‘¿Quién define en una plataforma privada cuando una opinión es incitación a la violencia, discurso de odio, crimen de Estado o crítica legítima?’

Estamos en manos de privados –los dueños de las plataformas– para frenar la difusión de información política tóxica y/o ilegal y para definir, en general, las reglas de juego de hacer política digital. 

Democracia
Crédito: Germán Hernández y Carlos Sanabria.

Plazas ‘públicas’ digitales, reglas de juego privadas

Este es un punto álgido. Los dueños de las modernas plazas públicas digitales son conglomerados internacionales. Instagram, Tik Tok, Facebook, X y similares se diseñaron y se actualizan y manejan desde California o Beijing. Esto no sólo significa que, si se cae X, el presidente Petro se queda sin su megáfono. En la práctica, esto también quiere decir que información crucial sobre nuestras campañas electorales, discusiones claves del día a día de nuestra política nacional, esfuerzos organizativos con impacto local, dependen de y se rigen por reglas definidas por actores privados externos con sus propias motivaciones comerciales y políticas. 

Por último, el control privado de estas plazas públicas digitales también redunda en que no tenemos acceso a los datos que permitirían que periodistas y académicos estudiásemos estos fenómenos a profundidad. Hasta que se convirtió en X, Twitter era la única plataforma que facilitaba acceso a investigadores a su API sin costo, lo que permitía el análisis académico de las dinámicas en la plataforma. Con la llegada de Elon Musk y la conversión a X, esta posibilidad desapareció. Hoy por hoy no hay acceso fácil para quienes investigamos a datos de ninguna de las plataformas comerciales donde comunicamos, discutimos y hacemos política millones de personas en el mundo.

‘El control privado de estas plazas públicas digitales también redunda en que no tenemos acceso a los datos que permitirían que periodistas y académicos estudiásemos estos fenómenos a profundidad’

Dependemos de estas plataformas para hacer política y ellas moldean cómo hacemos política. Necesitamos, sin duda, mayor alfabetización digital, más capacidad crítica para cuidarnos en espacios digitales y cuestionar lo que está detrás de la infraestructura. En esto, y en la discusión actual sobre regulación de las plataformas, nos jugamos parte sustancial del futuro de nuestras democracias.

 

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