Un camino al derecho
3 Noviembre 2024 06:11 am

Un camino al derecho

La profesora Viridiana Molinares Hassam hace un recorrido por los cambios del Estado, la Casa Pública, hasta llegar al momento actual de Colombia como un Estado social, constitucional y democrático de derecho.

Por: Viridiana Molinares Hassan

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Uno de los poemas que siempre recuerdo en esos días fantásticos de la existencia en los que me miro al espejo y sonrío, y en otros, lúgubres y grises, que me invitan al silencio, e incluso me provocan lágrimas, es Ítaca, del poeta griego Konstantino Kavafis.

El poema recrea el insospechado viaje de regreso del rey Ulises a su isla, Ítaca, después de finalizar la larga guerra en Troya. Así, Ítaca se convierte en un camino y a la vez en un puerto de llegada; en un lugar que se vivió, del que se partió y al que se regresa desde la añoranza, desconociendo ante qué cambios se engrandecerán los ojos asombrados y envejecidos de quien vuelve a ver lo que años atrás ha visto.

Recurro a estos versos escritos en 1911 porque, tal vez, como a muchos de sus lectores, Ítaca me motiva a andar entre la necesidad, lo incierto, las tormentas, las velas, las cartas, los susurros, el silencio, las rosas y el sueño. 

Ítaca es un poema sobre la vida que es cambio, sobre las construcciones sociales que son cambios, sobre las muertes que son cambios. Como para algunas personas, o tal vez para muchas, el intento de entender las complejidades de la experiencia de vivir se nos facilita cuando recurrimos a metáforas, he elegido este texto como mi metáfora, en este domingo, para intentar comprender los cambios de esta gran Casa Pública que es nuestro Estado y en la que, como Ulises, construimos, salimos y regresamos en medio de cambios.

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo
lleno de aventuras, lleno de experiencias.

Desde que se expidió, en 1991, la actual constitución de Colombia, se produjo un cambio sustancial con relación a la manera como hablamos del Estado. En un importante y bonito proceso, colombianos y colombianas empezaron a hacer suyo el carácter social del Estado colombiano. Y esto es bonito porque se volvió viral escuchar en reuniones de todo tipo que Colombia es un Estado social de derecho, como si esa expresión fuera, primero, una especie de escudo para la protección frente abusos y, segundo, un instrumento para exigir la garantía de los derechos.

Aunque esto es así, no siempre ha sido de esta forma y no es lo único que somos.

Colombia es hoy un Estado social, constitucional y democrático de derecho como consecuencia de un largo recorrido en el tiempo y por nuestra geografía, influenciado por descubrimientos y aportes de otros Estados y también con algunas particularidades originadas por nuestro ingenio, y en el que siempre hay procesos de cambio frente a engaños y seducciones que hemos enfrentado con gran astucia. 

No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti. 

Esas cinco palabras resaltadas con las que hoy podemos definir a Colombia nos llevan a recordar el camino que hemos andado y del que aún, por y con gran fortuna, falta mucho por recorrer. 

Empecemos por lo primero: somos un Estado, es decir, una organización política –una Casa Pública– que posee un territorio con la fastuosa biodiversidad que nos permitió ser sede de la Cop16, y que se constituye en la esperanza para la vida de generaciones que aún no han nacido; en el que pueblos indígenas, afrodescendientes, mestizos y blancos, por nuestra historia común y por la expectativa de un futuro juntos formamos una nación, cooperamos, creamos lazos de solidaridad y afecto; tenemos autoridades elegidas democráticamente y el reconocimiento de la comunidad internacional.

Además, somos un Estado de derecho, es decir, un Estado con reglas para el ejercicio del poder político y con reconocimiento de derechos en la Constitución.

En 1832, el jurista alemán Robert von Mohl fue quién utilizó por primera vez la palabra ‘Rechtsstaat’ para referirse al Estado de derecho, cuya característica más significativa es el ‘imperio de la ley’. Sin embargo, antes de esta fecha, en Europa occidental, ya se había vivido la experiencia del Estado liberal de derecho que surgió como resultado de las revoluciones liberales de los burgueses con las que se modificó el antiguo régimen de monarquía absoluta en Inglaterra, y ésta se sustituyó por repúblicas en Estados Unidos y Francia. 

Lo que caracterizó este momento de la historia fue que, en 1689, en Inglaterra, se expidió el Bill of Rights, que se constituyó en un documento en el que se estableció, entre otras cosas, el sometimiento del rey a la ley y reglas sobre el ejercicio del poder. En Estados Unidos, en 1776, se expidió la Declaration of Rights del estado de Virginia, que emanó del pueblo, considerado, a partir de ese momento, como el único poder soberano. También se adoptó la Constitución de 1787 por parte del estado de Pensilvania, ratificada por el pueblo en convenciones en cada estado en el nombre de ‘Nosotros el pueblo’ (We the people). Y en Francia se expidió, en1789, la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, en cuyo texto se dispuso, en el artículo 16, lo siguiente: “La sociedad en que la garantía de los derechos no está asegurada ni la separación de poderes determinada, carece de Constitución”.

Al recordar este pasado podemos ver dónde hemos estado y qué cambios vamos atesorando en caminos inciertos que se hacen mientras caminamos, porque de estas experiencias surgió, en los siglos XVII y XVIII, el Estado liberal de derecho que se caracterizó por establecer el principio de legalidad, un régimen de separación o división de poderes y el reconocimiento de derechos fundamentales como la vida y las libertades, y se inició el proceso de democratización del poder. Pero, a la vez, de esta forma de Estado se generaron complejos problemas que emergieron en el siglo XIX.
 

Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues –¡con qué placer y alegría! –
a puertos nunca vistos antes.

Como consecuencia de que la propiedad privada se reconoció como un derecho absoluto y de que el Estado no interviniera en la economía, surgieron las clases sociales de propietarios y obreros que no existían en la Edad Media ni en las monarquías. Así, a los obreros se les reconocieron derechos de ‘palabra’ debido a que estos realmente sólo estaban garantizados para los hombres burgueses y propietarios. Además, a las mujeres y a población sin recursos económicos no les reconocieron derechos políticos en las recién nacidas democracias liberales, por lo que los hombres propietarios contribuyentes fueron quienes conformaron el cuerpo electoral y fueron elegidos para integrar las asambleas legislativas. Ello generó que las leyes en las que se sustenta el Estado de derecho fueran expresión de la burguesía y no de toda la población. 

Para intentar corregir esos efectos negativos, a mediados del siglo XIX, la clase obrera empobrecida y sometida a extensas jornadas laborales realizó marchas y huelgas para reclamar la garantía real de sus derechos fundamentales, así como los derechos a la seguridad social. Esto derivó en que ese Estado liberal de derecho se transformó, en la primera mitad del siglo XX, en un Estado social de derecho que introdujo cambios sustanciales como la intervención del Estado en la economía y un mandato de redistribución de la riqueza para que los derechos no fueran privilegios exclusivos de personas con dinero.

Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios. 

En el Estado social de derecho lo decisivo es el logro de la igualdad en sentido material, por lo que las autoridades del Estado tienen la obligación de superar las desigualdades económicas para garantizar que las personas históricamente discriminadas y socialmente desfavorecidas tengan un mínimo vital que asegure su vida en condiciones dignas. Las primeras constituciones en las que se consagró el contenido social del Estado fueron la de Querétaro, expedida en México en 1917, y la de Weimar, expedida en Alemania en 1919.

Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino. 

De acuerdo con lo que ha definido la Corte Constitucional en varias decisiones – entre ellas la T-426/92–, la palabra ‘social’ no es una simple muletilla retórica. Que Colombia sea un Estado social de derecho implica unas obligaciones enormes que tienen que ver con combatir las penurias económicas o sociales de diversos sectores, grupos o personas, prestándoles asistencia y protección. Exige esforzarse en la construcción de las condiciones indispensables para asegurar a todos los habitantes del país una vida digna que incluye alimentación, vivienda, salud, educación, seguridad social y medios económicos para desenvolverse en la sociedad y se hace énfasis en la especial protección de los derechos sociales, como la salvaguardia de la familia, de las mujeres y de los trabajadores.

Aunque el Estado social de derecho ha sido un logro histórico, seguimos en el camino de cambios y, a partir de la segunda mitad de siglo XX, luego de la segunda guerra mundial y como consecuencia de la superación de algunos totalitarismos y de la necesidad de ampliar y afianzar la democracia, el Estado social de derecho del que veníamos sufrió otras transformaciones importantes que nos llevó a que estemos viviendo en un Estado social, constitucional y democrático de derecho.

Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

En el Estado social, constitucional y democrático de derecho se exalta la dignidad humana, se reconoce a cada persona como un fin para el Estado, y se reconocen nuevos derechos que nos ayudan a lograr una mayor y mejor justicia frente a la que importan los géneros, el color de la piel y las personas sin recursos económicos, vulnerables o indefensas. Y es aquí cuando surge algo también bonito: la necesidad de ampliar y afianzar la democracia, por ejemplo, en el caso de Colombia con la inclusión en la Constitución de 1991 de muchos y variados mecanismos de participación democrática.

El carácter constitucional que adquiere el Estado se refiere a que el imperio de la ley sobre el cual se configuró el Estado liberal de derecho cambia porque a las constituciones se les otorga un lugar de superioridad frente a las leyes.

Crédito: Germán Hernández y Carlos Sanabria.
Crédito: Germán Hernández y Carlos Sanabria.

Hoy se entiende que las constituciones son las reglas del juego de la democracia con las cuales se organiza a la sociedad, es decir las relaciones horizontales entre las personas, y se aspira a una mayor institucionalización de los poderes públicos, y a la construcción de una sociedad justa e incluyente. 

De esta forma, en el Estado social, constitucional y democrático de derecho la idea de que la ley siempre es justa se transforma, precisamente porque con la expedición de leyes –que negaron derechos– se cometieron injusticias. Ahora, todas las leyes deben atender a garantizar los derechos para todas las personas sin ningún tipo de discriminación. 

Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
 entenderás ya qué significan las Ítacas. 

Ulises llegó a Ítaca, su ciudad, y la encontró empobrecida. No reconoció a Penélope, su mujer: había envejecido, como también lo había hecho él. Nosotros, afortunados, seguimos nuestro viaje. El camino no tiene fin. El lugar que añoramos es una sociedad justa y democrática. Hemos derrotado a cíclopes y hemos encontrado jaguares, loros, mariposas, ríos, bosques, desiertos, galeones. 

El Estado –la Casa Pública– sigue transformándose. Aprendimos que una Ítaca puede ser un sueño, como los muchos que desde 1991 se han logrado. Ahora, envejecidos y con los ojos asombrados, vemos a nuevas generaciones de personas que piensan, escriben y reimaginan la democracia y los derechos en un camino que cada día se hace más amplio para que quepamos todos, y para que caminemos sin hambre, arropados si hay frío o hermosamente desnudos si hay calor. 

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