
Donald Trump: machista, racista y otra vez el hombre más poderoso del planeta
Donald Trump
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En 2016, el presidente Barack Obama comentó tras la elección de Donald Trump que “no era el apocalipsis”. Pero, ¿y ahora? Así es el locuaz multimillonario que vuelve a ser presidente de Estados Unidos. En vísperas de su posesión, generó inquietud en Groenlandia, México, Panamá y Canadá. Ahora, el mundo entero está expectante.
Por: Armando Neira

Aunque no aparece en los libros de historia, la persona más determinante para que Donald Trump llegara a la Casa Blanca fue la cantante, diseñadora de modas y actriz Gwen Renée Stefani. La explicación la da Michael Moore en su documental Fahrenheit 11/9, donde cuenta que Trump, quien era el presentador del reality show The Apprentice, se enteró de que la cadena NBC le pagaba más a Stefani por hacer The Voice.
En protesta, y acompañado de sus hijos, organizó tres manifestaciones al estilo de un acto político, en las que pagó 50 dólares a cada asistente. Tras su falso acto de campaña, recibió muchas críticas porque, como se ve en el documental, hizo comentarios sexistas, misóginos, racistas y xenófobos. NBC lo despidió, con el argumento de que, entre otras cosas, era injustificable que así fuera una parodia hubiera tratado a los mexicanos de violadores, narcotraficantes y delincuentes.
Echado a la calle, Trump se reunió con los suyos para decidir qué hacer. Es posible que otra familia se hubiera escondido, avergonzada. Ellos no. Decidieron continuar con los otros dos mítines, no solo porque ya estaban contratados, sino porque, a pesar de la lluvia de críticas, recibió un respaldo considerable. El segundo y tercer mítines fueron apoteósicos.
- “¿Y sí continuamos haciendo campaña, pero en serio?”, se preguntó. “De pronto, lanzarse a la presidencia no es tan mala idea”, pensó, y ahí comenzó todo.
Desde entonces, las líneas de su discurso han cambiado poco. Las consecuencias sí. Millones de personas se identifican con él y lo respaldan decididos. Al punto que este lunes asumirá como el 47.º presidente de Estados Unidos luego de haber sido el 45.º mandatario, cargo que tomó por primera vez el 20 de enero de 2017.
Todos los poderes para un solo hombre
Con la Casa Blanca asume, además, el control del Senado, la Cámara de Representantes y la Corte Suprema que, aunque en teoría no es partidista, es afín desde su primer mandato cuando puso allí a tres jueces ultraconservadores.
Pero hay más. En un mundo donde las herramientas tecnológicas dirigen las conversaciones cotidianas, Trump llega al poder con el mimo de las grandes empresas tecnológicas. Desde la campaña, Elon Musk, dueño de Tesla, SpaceX, Starlink y X, se convirtió en el hombre que le habla al oído.
Los demás magnates de la tecnología no se quedan atrás: el director general de Apple, Tim Cook, donó un millón de dólares a título personal para la ceremonia de inauguración de su nuevo mandato, Sam Altman de OpenAI hizo lo mismo y, claro, Dara Khosrowshahi de Uber los siguió.
También hay otros movimientos: Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño de The Washington Post, censuró una caricatura, como lo contó CAMBIO, en la que los personajes mencionados se rinden ante un Trump engrandecido.
El republicano ya invitó a cenar en Mar-a-Lago, en Florida (nuevo centro del poder político de Estados Unidos) a Mark Zuckerberg, máximo responsable de Meta (Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads).
En este contexto, los riesgos para en adelante saber la realidad de lo qué pasa en el mundo son enormes. A Trump no le importa qué es verdad o mentira; lo que es trascendental para él es su verdad. “Trump es el máximo exponente de la política ‘posverdad’. Una confianza en afirmaciones que se ‘sienten verdad’ pero no se apoyan en la realidad”, escribió The Economist sobre este nuevo fenómeno social.
Eso explica lo que hizo el año pasado en la campaña. Trump se dedicó a difundir noticias falsas sobre los migrantes como lo hizo en el debate del 10 de septiembre con Kamala Harris. Dijo que los haitianos en Springfield, Ohio, se comían los gatos. Ella soltó la risa, pero se puso seria cuando observó que lo decía convencido. Lo que era una anécdota, fue de hecho el asunto más comentado en las redes en las horas siguientes.
Una metralleta de ofensas que provoca risas
La escena hizo recordar la campaña de 2016. Trump se presentó a las primarias frente a otros 17 aspirantes, a quienes aniquiló mediáticamente uno a uno. “Usted es muy fea. ¿Se imaginan a alguien tan fea siendo la comandante en jefe de nuestras fuerzas armadas?”, le dijo a una de sus rivales, dejándola perpleja mientras el público se moría de la risa.
Cuando ganó la nominación republicana, mantuvo la misma línea frente a la demócrata Hillary Clinton. Era sorprendente que a ella la atacaran más por el cuestionado uso de un servidor de correo electrónico privado en momentos en que era secretaria de Estado, durante la primera presidencia de Barack Obama, con una investigación del FBI incluida, mientras que las notas sobre Trump parecían sacadas de una sección de humor.
Hablaba de lo “buena” que estaba su hija Ivanka, de sus capacidades para conquistar mujeres, y de lo hábil que él era para hacer millones de dólares. Muchos pensaban que todo era un truco publicitario para lanzar un producto. “Con Trump siempre se trata de dinero”, iniciaba el artículo de portada de la revista Time sobre su carrera presidencial en 2016.
Lo curioso era que los televidentes se quedaban esperando. La audiencia aumentaba, y la cámara seguía enfocando el atril vacío. Eso hacía que su nombre estuviera en boca de todo el mundo.
El líder que supo a quién le hablaba
Cuando finalmente aparecía, subía la voz y le hablaba al estadounidense blanco de clase trabajadora, diciéndole que comprendía su frustración y rabia al ver cómo, en las últimas tres décadas, la globalización devoraba su seguridad económica, mientras la inmigración cambiaba su vecindario.
“La cuenta en Twitter @realdonaldtrump consiguió lo que en su momento hacía el presidente venezolano con su @chavezcandanga: sacudir una y otra vez la opinión con un discurso a veces burlesco, en muchas ocasiones grosero, y en todo caso desafiante, que encantaba a millones buscando una alternativa. Era el ‘antipolítico’ que tantos querían oír”, diagnosticó la BBC.
A pesar de todo, muchos sentían pudor en admitir que votarían por él y por eso todas las encuestas auguraban su derrota. El día de las elecciones, Hillary Clinton esperaba los resultados en un enorme edificio con paredes de vidrio, ya que sería la primera mujer en romper el techo de cristal.
El periodista Michael Wolff, en su libro Fuego y furia: dentro de la Casa Blanca de Trump, describe así la situación:
“Poco después de las ocho de la noche del día de las elecciones, cuando la sorpresiva tendencia decía que Trump en realidad podría ganar, Donald Trump Jr. le dijo a un amigo que su padre, o DJT, como él lo llama, parecía como si hubiera visto un fantasma. Melania estaba en lágrimas, y no de alegría… Era un Trump perplejo transformándose en un Trump incrédulo y luego en un Trump horrorizado. Pero aún vendría la transformación final: Donald Trump se convirtió en un hombre que creía que lo merecía y que era completamente capaz de ser el presidente de Estados Unidos”.
Obama: “Trump no es el Apocalipsis”
Ante la incertidumbre global, salió Barack Obama y sentenció: “Trump no es el Apocalipsis. A veces la historia avanza, a veces retrocede. No creo en el fin del mundo hasta que llega”.
“Trump es igual a lo peor de Estados Unidos y de ahí le viene su éxito”, escribió en su momento Antonio Caballero. El periodista argumentó: “No es un negro liberal como Obama, un intelectual representante de minorías raciales e ideológicas, y sin intereses personales propios. Sino un multimillonario hombre de negocios, racista y supremacista de su raza blanca, imperialista, nacionalista, egoísta: un norteamericano típico y representativo de lo peor que tienen los norteamericanos: los financieros ‘amos del universo’ de Wall Street de los años noventa, o los ‘pobres blancos’ de las novelas costumbristas de Steinbeck o Faulkner de los treinta, y naturalmente, los superhéroes de los cómics y los protagonistas de las películas de acción de Hollywood: creyentes, todos ellos, en el ‘destino manifiesto’ del ‘país de Dios’ que son los Estados Unidos”.
En ese instante, buena parte de los analistas lo daban por muerto políticamente. “Su estado de ánimo era lúgubre”, según Meridith McGraw, autora de Trump in Exile, un relato del tiempo que pasó el expresidente después de dejar la Casa Blanca. “Estaba enojado, frustrado, inseguro de cómo pasar sus días y sin un plan para su futuro político”.
“El terrible experimento ha terminado”, se leía en el The New York Times en un artículo publicado en enero de 2021 y que a manera de epitafio concluía: “Presidente Donald J. Trump: El fin”.
Pero Trump asistió a la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), un encuentro de la derecha, y al sentir el aplauso general dijo: “Me presento ante ustedes hoy para declarar que el increíble viaje que iniciamos juntos está lejos de terminar”.
Un toro ante un presidente débil
El 2024 se fue en un juicio en el Senado en el que sus copartidarios demostraban que le temían, unos, lo veneraban, otros, y ninguno asumía una posición ecuánime. Porque con Trump no hay tintas medias.
Y, como él mismo, la suerte siempre le sonríe. El 27 de junio se enfrentó a Biden en el debate presidencial. Lo natural era que Trump estuviera a la defensiva por haber estado en primera plana durante buena parte del año tratando de defender lo indefendible en el asalto al Capitolio.
Sin embargo, Biden, se mostró débil y difuso. “Ni él mismo sabe lo que acaba de decir”, dijo un Trump crecido como un toro.
Al mes siguiente, con una fortaleza indiscutible sobrevivió a un atentado ejecutado por un hombre de 20 años, quien le disparó desde un tejado en un acto de campaña en Pensilvania. Con varios de los miembros del servicio secreto, confundidos, perplejos, sin siquiera saber qué hacer con las armas, Trump levantó su puño. El hilo de sangre que corría por su rostro, la fortaleza exhibida, él de pie, los escoltas agachados, todos los elementos para una imagen que se convirtió en el mejor afiche de campaña.
A la semana, Biden renunció y le entregó la responsabilidad a Kamala Harris para que hiciera lo que pudiera.
El político que más acusaciones ha recibido de machismo, sexismo y misoginia tiene la satisfacción de haber vencido a las dos mujeres que creyeron que podrían ser las primeras en la historia en alcanzar la presidencia: Hilary Clinton y Kamala Harris.
El rey de las audiencias actuales
¿Cómo lo hizo? Ramin Setoodeh, un periodista y escritor que lo ha estudiado a fondo, dice que Trump “aprendió el poder de la televisión gracias a su experiencia en realities, que le enseñó a construir su relato con eficacia. Se ha vuelto muy hábil en el uso de los medios para comunicar su mensaje y captar la atención del público”.
Cualquier hecho en su contra, él le da la vuelta sin pensarlo en segundos. Cuando Biden dijo que los republicanos eran una “basura”, de inmediato se subió a un carro recolector de basura mientras sus seguidores se envolvían en bolsas negras.
Mientras Kamala hablaba del derecho al aborto, de la importancia de la comunidad LGTBI+, él dijo que la gente necesitaba trabajar y se fue a hacerlo en un McDonald’s. Las imágenes fueron virales.
En efecto, el juez de Nueva York confirmó la condena a Trump por un jurado popular como culpable de 34 delitos relacionados con falsedad contable por comprar, en 2016, el silencio de la actriz porno Stormy Daniels.
Daniels recibió 130.000 dólares para guardar silencio sobre su relación con Trump, algo que él siempre negó, un escándalo que pudo haber influido en el resultado de las elecciones de 2016.
“¿Cuándo se hará justicia?", preguntan las feministas
Se trata del único caso que llegó a una conclusión, ya que otros más graves, como el intento de manipulación de las elecciones en Georgia, el uso privado de papeles secretos del gobierno o la instigación de un autogolpe de Estado para evitar entregar el poder, están en vías de decaer o ser congelados después de este 20 de enero.
“¿Cuándo se hará justicia? Es la preguntan de los colectivos feministas que recuerdan que, en mayo de 2023, un tribunal civil en Manhattan lo encontró “responsable” de abusar sexualmente de la periodista E. Jean Carroll en 1996.
Pero Trump no se intimida. Al contrario, llega al poder poniendo una vara más alta. Para Canadá tiene una propuesta de anexión como el 51.º estado de la Unión –de hecho a su primer ministro, Justin Trudeau, le llama en la red social Truth “Gobernador del gran estado de Canadá”–; para México, el propósito de intervenir en su territorio, incluso militarmente si es necesario, para combatir los carteles de la droga; para Panamá, la recuperación de la soberanía estadounidense sobre el canal; y para Dinamarca, la compraventa forzada de Groenlandia.
Y, entre todo esto, mantiene una guerra abierta con la prensa, a la que acusa de mentir y ser corrupta. Ha llegado incluso a hacer chistes diciendo que no se atrevería a matar a una periodista, y la gente lo aplaude.
Él dice que las críticas que le hacen son por pura envidia. Y aunque lo tratan de ignorante se da el lujo de responder que le va mejor que a muchos escritores, Su primer libro, Trump: el arte de la negociación, editado en 1987, fue un bestseller instantáneo.
Un intruso en los vestuarios de las reinas
No se sabe si para escribirlo tuvo el síndrome de la hoja en blanco, lo que sí es un hecho es su singular sonrisa de auténtica felicidad cuando en 1996 adquirió los concursos de Miss Universo, Miss USA y Miss Teen USA, y se nombró a sí mismo como director ejecutivo. Las participantes dicen que él se entraba a los camerinos mientras ellas se cambiaban.
Su hija Ivanka siempre lo ha defendido. Ella es uno de los cinco hijos del magnate, quien ha estado casado tres veces: primero con la checa Ivana Trump, luego con la estadounidense Marla Maples, y hoy con la eslovena Melania Trump.
Trump insiste en que la vida será mejor durante su segundo gobierno. Promete cambios a fondo para beneficio de los estadounidenses en el comercio con China, el sistema de salud, la política exterior y la inmigración, que iniciará con “la deportación más grande de la historia del país”.
Trump es polarizante. Sus actitudes y discursos sobre temas del feminismo, la inmigración, las minorías raciales y los derechos de las mujeres lo han etiquetado como machista y racista. Estas características, junto con su estilo agresivo, directo y bronco, le han valido tanto un ferviente apoyo como una fuerte oposición.
Pero, ¿cómo es posible que Trump haya salido indemne de tantas situaciones y de nuevo asuma un cargo que lo convierte en el hombre más poderoso del planeta? “Cuando hay una tormenta, lo arrasa todo. A él no, porque Trump es la tormenta”, dice Michael Moore en su documental.
