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El ascenso del nazismo en Alemania: ¿lecciones de actualidad?
Eduardo Sánchez, corresponsal de CAMBIO en Europa, analiza en este ensayo las similitudes entre las ideas del nazismo de Hitler y las de los partidos de extrema derecha que están en auge en las democracias occidentales, y halla muchas coincidencias.
Por: Eduardo Sánchez

La llegada al poder de partidos de extrema derecha en varias democracias occidentales, algunos de los cuales hacen referencia directa al nazismo o al Tercer Reich, ha puesto de moda de nuevo la palabra nazi, utilizada para designar sus dirigentes y simpatizantes. Y, para darles indirectamente razón, se ha visto a Elon Musk, el hombre más rico del mundo e importante consejero de Donald Trump, saludar al público con el brazo derecho tendido en alto durante la ceremonia de posesión de este último, el 21 de enero de 2025. Pero, ¿hasta qué punto se puede comparar el régimen nazi con estos gobiernos? El historiador francés Johann Chapoutot, gran experto de historia alemana y profesor de historia contemporánea en La Sorbona, acaba de publicar, en la prestigiosa editorial francesa Gallimard, el libro Irresponsables. Qui a porté Hitler au pouvoir?, (Irresponsables. ¿Quién llevó a Hitler al poder?) donde plantea varios paralelos entre la situación actual y la llegada de los nazis al poder. De manera sorprendente para una obra destinada inicialmente a un publico académico, el libro de Chapoutot ha sido un éxito de ventas, con tres reimpresiones desde su publicación en febrero de este año y más de 30.000 ejemplares vendidos.
Según Chapoutot, la destrucción de la democracia alemana por los nazis ostenta las siguientes características: presencia de una oligarquía industrial, partidaria de un capitalismo desregulado y de un Estado débil; existencia de un centro político listo a adoptar el vocabulario y el programa de la extrema derecha; batalla cultural contra ideas progresistas similares a lo que llamamos hoy ideología woke; concentración de los principales medios de comunicación en manos de industriales que buscan más la manipulación de la opinión que la difusión de información cierta.
Antes de ver cada uno de estos puntos y los paralelos con la actualidad, es bueno mirar el contexto histórico es necesario.
La llegada de los nazis al poder
La pérdida por Alemania de la Primera Guerra Mundial, en 1918, conduce a la abdicación del kaiser Guillermo II y a la proclamación de la República de Weimar. La constitución adoptada en 1919 es una de las más modernas y democráticas de la época: sufragio universal (hombres y mujeres), parlamento (Reichstag) elegido con el sistema proporcional, presidente de la república elegido igualmente mediante sufragio universal. Numerosos derechos son acordados para trabajadores: ocho horas de trabajo diarias, aumentos de salarios y representación sindical, especialmente.
Pero a unos primeros años de estabilidad y de crecimiento cultural que convierten a Berlín en una capital símbolo de modernismo, sucede, en 1929, la crisis económica mundial, la Gran Depresión, con un desempleo masivo y una hiperinflación. Varios partidos de izquierda (el SPD socialdemócrata, el comunista KPD), de derecha (el Partido nacional del pueblo alemán DNVP, el NSDAP nazi) y de centro (Zentrum) se dividen el electorado, sin que ninguno disponga de una mayoría clara. Dos elecciones legislativas suceden a dos disoluciones del Parlamento en 1932.
El “campo nacional”, bloque burgués del centro y la derecha, quiere integrar desde hace tres años los nazis en el gobierno para impedir la llegada de la izquierda al poder, pero estos aceptan únicamente si Adolf Hitler es nombrado canciller. El Zentrum, partido creado en el siglo XIX para defender a los católicos contra las políticas de Bismarck, juega un rol importante en las negociaciones, especialmente su líder Franz von Papen (1879-1969), miembro de la aristocracia católica de Prusia (su nombre competo era Franz Joseph Hermann Michael Maria von Papen, Erbsälzer zu Werl und Neuwerk) oficial del Ejército, como era costumbre en la nobleza. Von Papen es nombrado jefe del gobierno el 4 de junio de 1932 y comienza los contactos para integrar a los nazis, a pesar de la violencia desplegada en la campaña (100 muertos por las camisas pardas, las SA, una de las dos milicias paramilitares nazis, en solo el mes de julio) y sus amenazas claras de querer abolir la democracia. Las elecciones de diciembre de 1932 que siguen la segunda disolución dejan el centro burgués con solo el 10 por ciento del electorado y von Papen debe dejar la cancillería al general Kurt von Schleicher. Pero, apoyado por intereses bancarios, industriales y agrícolas poderosos, von Papen establece a finales de 1932 una alianza con los nazis, para establecer un gobierno de coalición derecha-extrema derecha. Esta coalición existe en tres Länder desde 1930, los nazis exigen a cada vez el ministerio del interior y la dirección del sistema educativo hasta la universidad. Las negociaciones terminan con un acuerdo y el 30 de enero de 1933 un nuevo gobierno es formado, con Hitler como canciller, von Papen como vicecanciller y 12 ministros, de los cuales tres nazis (incluido Hitler y un ministro sin cartera). Para von Papen, que desprecia a Hitler a quien considera un histérico vulgar, es un gran triunfo, y declara en privado que ha domesticado a los nazis. En realidad, las derechas comparten globalmente la misma ideología: nacionalismo, conservatismo, darwinismo social, apoyo a las élites tradicionales y a las empresas que remplazaron desde 1932 la austeridad.
Como la social-democracia sigue gobernando en Prusia (desde 1919), que es el Länder más grande de Alemania (dos terceras partes de territorio y de población), el 20 de julio 1932 el canciller von Papen da un golpe militar y se convierte en comisario imperial de Prusia. Como vicecanciller de Hitler, von Papen continua como jefe de Prusia, pero Hitler le nombra un ministro de interior poderoso, Göring, al frente de una policía numerosa y de gran poder. Göring le da poderes públicos a las SA y SS, las dos milicias paramilitares nazis. Además, invita a abrir el fuego contra "las agresiones y actos terroristas de los comunistas" y ejercen el terror contra comunistas, sindicalistas, social-demócratas y toda persona que se les oponga. Se crean campos de concentración e impiden al SPD y al KPD hacer campaña en las elecciones legislativas del 5 de marzo.
El 7 de abril 1933, Göring remplaza a von Papen como comisario de Prusia, Pero von Papen continua como vice-canciller y ayuda a convencer al jefe del Zentrum, monseñor Ludwig Kaas, de colaborar con los nazis. Kaas acepta contra la firma de un concordato con el Vaticano, y negocia con el secretario de estado de la Santa Sede, monseñor Eugenio Pecelli, futuro papa Pio XII. El concordato es firmado en el Vaticano el 20 de julio 1933, en presencia de von Papen, Kaas y Giovanni Montini, futuro Pablo VI.
Después de la derrota de la Segunda Guerra Mundial, el Zentrum desaparece y es remplazado en 1945 por la CDU (Unión cristiana-demócrata), que reune cristianos protestantes y católicos y ha tenido como líder, por ejemplo, a Angela Merkel.
Situación político-económica
Al final de los años 1920, el sistema ultraliberal entonces en vigor llega a una crisis simbolizada por el krach de 1929 y una depresión económica general. Varios países europeos piensan abandonar la democracia para instaurar un poder fuerte que restaure las tasas de beneficio máximo. Es lo que promete Hitler a más de 1.500 patrones reunidos el 27 de enero de 1932 en el Club de la Industria de Dusseldorf: hay que abolir los derechos concedidos por la República de Weimar a los trabajadores; el patrón debe volver a ser a ser el amo en su casa, el führer de la empresa; se debe restablecer el principio de la jerarquía, el Führerprinzip, según el cual la democracia no vale nada, ni en el ejército, ni en la empresa, ni en el Estado; se deben anexar militarmente otros estados donde haya zonas importantes de generación de energía y de extracción de materias primas. Al final del discurso, Hitler es saludado con una standing ovation.
El gobierno de von Papen ejecuta una política liberal, de apoyo económico al patronato y mantenimiento de las jerarquías sociales existentes: subvenciones, créditos de impuestos, desregulación, desmantelamiento del Estado-providencia, destrucción del “marxismo y el bolchevismo cultural”, erradicación de los partidos de izquierda y de los sindicatos. Pero una vez afianzados en el poder (en 1933 es votada una ley de plenos poderes que daba a Hitler una dictadura legal), los nazis lanzan una segunda etapa, una revolución social realizada alrededor de nacionalizaciones. Von Papen se inquieta con este cambio y declara en un discurso: “¿Hemos hecho una revolución antimarxista para realizar el programa del marxismo?”, “hay que poner fin a la insurrección permanente de las capas inferiores”. Los nazis responden furiosos prohibiendo la difusión del discurso y arrestando a su verdadero autor, un consejero de von Papen. Este último responde asegurando a los nazis su apoyo, a pesar del asesinato por los SS de varios de sus colaboradores. La pleitesía brindada a Hitler lo conduce a ser su embajador en Austria (negocia su anexión) y Turquía.
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Lo que ocurre hoy
Para volver a la actualidad, hoy estamos viviendo el final de la contrarrevolución conservadora comenzada en los años 1970 por los neoliberales, encabezados por Ronald Reagan, en Estados Unidos, y Margaret Thatcher, en el Reino Unido, simbolizada por políticas similares a las implementadas por los nazis: desregulación, destrucción del estado social y ultranacionalismo hacen parte, por ejemplo, de la línea directriz del gobierno de Donald Trump y sus diferentes acólitos de extrema derecha. Hay una oposición entre democracia y capitalismo, claramente enunciada, por ejemplo, por Peter Thiel, el cocreador de Paypal con Elon Musk y uno de los ideólogos de los oligarcas tecnológicos de la Silicon Valley: “la democracia y la libertad son incompatibles”, donde por libertad se entiende la del libre comercio. Libertad del capitalismo depredador que no respeta ni el derecho internacional: los nazis decían no respetarlo porque fue inventado por sus enemigos, argumento retomado por Trump. El fin de la democracia se da por un golpe de estado, solo que, como dice el historiador Timothy Snyder, no es un golpe de estado militar sino tecnológico, digital: los cachorros de Elon Musk se han apoderado informáticamente, de manera impune, de toda la administración estadounidense, cumpliendo con creces lo anunciado por Trump durante su campaña de ser “dictador el primer día”.
Y el gran aliado de la toma del poder por la extrema derecha es actualmente, como lo fue para Hitler, el centro político. Un extremo centro, como lo llama el historiador Pierre Serna, que existe desde 1795, cuando puso fin a la Revolución francesa, y se afirmó humanista, a igual distancia de los jacobinos y los monárquicos pero, en realidad, concentraba los poderes, centralizaba y reprimía tirando contra los manifestantes si era necesario. De acuerdo con Chapoutot, es un movimiento económicamente liberal y autoritario que atraviesa las épocas, hasta Emmanuel Macron, pasando por von Papen en 1932. Creen parar la extrema derecha apropiándose de sus palabras y sus ideas. Goebbels decía en 1932: “he escuchado el discurso de von Papen en la radio y son nuestras ideas de A a Z”.
Situación cultural
La propaganda nazi utilizaba temas culturales capaces de dividir la sociedad y provocar un pánico moral, tal como se hace hoy en día con la fuerza avasalladora de las redes sociales. De la misma manera que hoy Trump y sus aliados atacan los temas woke (diversidad, igualdad, inclusión), los nazis atacaban particularmente el “bolchevismo cultural”: el feminismo, la urbanización, la igualdad de derechos, la homosexualidad, el antisemitismo, la modernidad artística y literaria, la justicia social y el “cosmopolitismo de los apátridas”.
El Elon Musk de la época era Alfred Hugenberg, millonario, diputado líder del Deutsche National Volkspartei (DNVP) y, sobre todo, gran magnate de los medios: propietario de 20 títulos y proveedor de artículos para otros 1600, dueño de dos compañías de cine y de los noticieros que pasan en los cines. El “bolchevismo cultural” es atacado permanentemente en sus medios, creando un gran proyecto antiwoke antes de tiempo.
Situación de los medios de comunicación
La manipulación de la opinión, que tenía su gran ideólogo en Joseph Goebbels, ministro de la Educación del pueblo y de la Propaganda nazi, está hoy en el centro de las políticas de extrema derecha, añadiendo al control de los medios tradicionales el de las redes sociales. Los billonarios de Silicon Valley, con Zuckerberg y Musk a la cabeza, son propietarios de las principales redes sociales, donde utilizan controles algorítmicos para difundir una realidad alternativa, respondiendo a sus intereses ideológicos y económicos, mientras que los medios tradicionales son comprados en los principales países occidentales por otros millonarios o grupos empresariales, a pesar de ser negocios no rentables, para ser utilizados como medios de presión y de manipulación. La información desaparece globalmente, remplazada por esa alt-truth (verdad alternativa) popularizada en 2017 por Kellyanne Conway, consejera de Donald Trump.
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Esta utilización de los medios fue teorizada desde 1918 por el filósofo alemán Oswald Spengler (1880-1936), gran figura de la revolución conservadora que se opone a la República de Weimar. En su famoso libro La decadencia de Occidente, Spengler dice que la verdad de los hechos es secundaria, que el patrón de prensa es un inversionista que no busca ganar dinero sino imponer una línea política. Para cada público debe existir un medio: el tabloide para el lumpenproletariado, un periódico de calidad para un público más educado, etc. El ciudadano tiene la impresión de informarse comprando un periódico, cuando en realidad es un ignorante que se hace guiar por los periodistas donde ellos quieren, como los soldados de un ejército. Nada nuevo bajo el sol…
Conclusión
En el epilogo de su obra, Chapoutot se declara sorprendido por la larga lista de puntos comunes que descubre entre la Francia contemporánea (fácilmente extrapolable a otros países como los Estados Unidos de Trump) y la Alemania de los años 1930: “política de austeridad, dogmática, que agrava la crisis y la miseria; … una izquierda social-demócrata que sostiene esa política para, dice ella, evitar lo peor; … la condena de los “extremos” y la precisión inmediata de que algunos son más extremos que otros, y que los que defienden la nación, los valores y la propiedad serán siempre preferibles a la izquierda; un millonario, magnate de los medios … que construye un imperio de prensa y de cine para imponer sus enfoques, sus temas …. ; pánicos morales como el “bolchevismo cultural” … que resume todos los temores ligados a la evolución de las costumbres (feminismo, homosexualidad, modo de vida urbano…) y a la elevación general del nivel de educación; … una política de la oferta, abiertamente pro-negocios, hecha de subvenciones a las empresas y créditos de impuestos; … un patronato que aplaude y reclama siempre más … ”.
De manera general, los elementos constitutivos del nazismo (el racismo, el colonialismo, el antisemitismo, el nacionalismo, el eugenismo, el darwinismo social) son ideas que se portan muy bien hoy en día y están en el centro de las políticas de los partidos de extrema derecha que están en auge en las democracias occidentales.
