España y sus múltiples intereses en juego con Venezuela

Pedro Sánchez

Crédito: Colprensa.

8 Octubre 2024 05:10 pm

España y sus múltiples intereses en juego con Venezuela

El gobierno del socialista Pedro Sánchez no ha reconocido a Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela, a pesar de que España le concedió el asilo político. Prefiere una “transición con garantías para ambas partes”, que desemboque en “una solución democrática”. Por ello, espera que la mediación de los presidentes Petro y Lula tenga éxito. Mientras tanto, los importadores españoles le siguen comprando a Maduro petróleo venezolano.

Por: Francesco Rodella

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España se debate entre la necesidad de ponerse del lado “de la democracia” y de los “derechos humanos” en apoyo al pueblo venezolano, y el interés de proteger un negocio clave como el del petróleo.

Esa dualidad se refleja en la decisión adoptada por el gobierno de Pedro Sánchez: por un lado, acoger al candidato opositor, Edmundo González Urrutia, como refugiado y, por otra, no considerarlo, hasta el momento, “presidente electo” de Venezuela, como él mismo se define. La posición del gobierno de España respecto a la actual situación política de Venezuela es objeto de discusión tanto internamente como más allá de sus fronteras. Estas son algunas claves de la línea mantenida en este asunto por Madrid, una de las capitales europeas con más intereses directos en América Latina.

La posición oficial

Tal y como hicieron Colombia, Brasil y México, también España decidió no aceptar la autoproclamada victoria de Nicolás Maduro en las últimas elecciones presidenciales en Venezuela, al desconfiar de los datos ofrecidos por su gobierno y pedir una “verificación del resultado” por parte de “autoridades internacionales”. Al mismo tiempo, por ahora, tampoco ha reconocido definitivamente el triunfo del contrincante, González Urrutia (como sí hicieron en cambio los partidos de la derecha española). Sí se ha mostrado a favor, como consta en un comunicado aprobado el pasado 26 de septiembre también por Estados Unidos y otros países (entre ellos casi todos los de la Unión Europea y varios latinoamericanos como Argentina, Chile y Uruguay), de que haya una “transición con garantías para ambas partes”, fruto de “conversaciones entre los líderes políticos” venezolanos.

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España no reconoció el triunfo de Edmundo González, pero le dio asilo. Crédito: Colprensa exterior.  

A la hora de explicar esta posición, tanto el mismo Sánchez, como su ministro de Exteriores, José Manuel Albares, han repetido varias veces que uno de los objetivos principales es el de no “quebrar la unidad” con los otros 26 países de la UE en cuanto a la línea compartida sobre Venezuela. Además, el segundo aseguró que “solo dos países”, Ecuador y Panamá, han reconocido ya a González Urrutia como “presidente electo”. Sin embargo, el propio Albares, admitió en las últimas horas haber “perdido la esperanza” sobre la posibilidad de que Maduro entregue las actas electorales para mostrar cómo votaron realmente los venezolanos. Esa renuencia aumenta cada vez más los indicios que apuntan hacia que efectivamente el candidato opositor ganó las elecciones.

Ante quienes preguntan qué postura podría tomar entonces España, el gobierno no ha concretado todavía sus intenciones. “Ya veremos”, dijo Sánchez la última vez que se pronunció en público al respecto, el pasado 25 de septiembre en Nueva York.

Conexiones resistentes y equilibrismo diplomático

A la espera de certezas sobre el futuro, quizás sea útil mirar un poco de retrospectiva sobre las conexiones bilaterales entre ambos países. Un aspecto sobresaliente es el de las relaciones económicas, en particular por la presencia de empresas españolas en Venezuela: son cerca de 60 las que mantienen en la actualidad actividades allí, desde la aseguradora Mapfre hasta la editorial Santillana. Se destaca, sobre todo, la petrolera Repsol: instalada en el país suramericano desde 1993, la cual mantiene allí 131 empleados y varios proyectos. A lo largo de 2024, según los últimos datos oficiales disponibles, la importación en España de crudo procedente de Venezuela ha sido de alrededor del 4,5% del total.

Otro aspecto es el de la significativa presencia de ciudadanos españoles en Venezuela y, aún más, de la gran comunidad venezolana residente en España: se trata, en el primer caso, de cerca de 140.000 personas (la mayoría de ellas nacidas en Venezuela), y en el segundo de una comunidad de casi 520.000 personas, además en fuerte crecimiento en los últimos años. “Desde junio de 2018 se ha otorgado protección a más de 120.000 venezolanos”, reivindicaba este mismo viernes el ministro Albares. 

Estos elementos quizás ayuden a explicar por qué España, en los últimos años, ha intentado evitar una ruptura drástica de las relaciones con el gobierno de Maduro, aunque estas llevan mucho tiempo siendo agitadas (en 2019, con Sánchez ya en el poder, Madrid llegó a reconocer como “presidente encargado” a Juan Guaidó). Es una cuestión de equilibrios sutiles: por un lado, están el rechazo a los métodos autoritarios de Maduro tanto en la comunidad internacional aliada de Madrid como en buena parte de la propia ciudadanía española; el cada vez mayor aislamiento internacional de Venezuela y la constante presión interna de sectores políticos, sobre todo conservadores y ultraderechistas, que apoyan abiertamente a la oposición venezolana y han llegado a acusar a Sánchez de querer ser “cómplice de la dictadura chavista” o de tener la tentación de ceder a pulsiones “antidemocráticas,” emulando algunos de sus métodos; y, por el otro, la necesidad de preservar intereses propios. 

Eso sí, no han faltado momentos de tensión: como cuando, en otoño de 2020, al aceptar acoger en España al opositor Leopoldo López, el gobierno de Sánchez recibió una reacción airada de Maduro y decidió dejar a su delegación diplomática sin embajador, manteniendo al frente solo un encargado de negocios hasta finales de 2022.

Un asunto controvertido de nuevo encima de la mesa

Tras las elecciones presidenciales venezolanas del pasado 28 de julio, el manejo de esta relación ha vuelto a ser una papa caliente para Sánchez. Sobre todo, porque, casi inmediatamente, algunos de sus más acérrimos rivales políticos volvieron a exigirle ferozmente un posicionamiento claro al lado de los opositores de Maduro, con un apoyo sin fisuras a su principal líder, María Corina Machado, y al candidato considerado ganador, González Urrutia: una forma, también, de intentar lograr el apoyo electoral de los venezolanos que viven en España, sobre todo de los que tienen doble pasaporte y pueden votar. 

Entre los mensajes más beligerantes, como siempre, estuvieron los de la combativa e influyente presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (Partido Popular). “España debería abrir ahora mismo las puertas de su embajada para dar protección a Edmundo González”, decía, por ejemplo, el 2 de septiembre, tras saberse de la intención de detenerlo por parte de las autoridades venezolanas. “No se puede seguir mirando hacia otro lado”, añadía, al considerar también que “el camino” de la España actual, por la forma de llevar el poder de Sánchez, le recuerda en “muchas cosas a Venezuela en los Noventa”. 

En este clima, el gobierno anunció el 9 de septiembre la decisión de aceptar la “solicitud” del propio González Urrutia de acogerlo en España y concederle asilo político: un movimiento repentino que ha generado una nueva oleada de discusiones y tensiones. Pues no han faltado, por parte de los mismos sectores críticos con Sánchez, nuevas acusaciones dirigidas a hacerle daño políticamente. Desde el Partido Popular, por ejemplo, se tachó al presidente del gobierno de ser “cooperador necesario” de Maduro al ayudarle a “descabezar la oposición democrática de Venezuela” con su gesto de permitirle refugiarse en España. Además, los populares insinuaron que los diplomáticos españoles no se opusieron a que González firmara, antes de dejar Caracas y bajo “coacción y chantaje” de los chavistas, un documento que reconocía su propia derrota electoral en la residencia del embajador español.

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A Pedro Sánchez se le acusa en España de colaborar con Nicolás Maduro. Crédito: Colprensa. 

El gobierno reaccionó con contundencia a estos ataques. “La de solicitar asilo a España ha sido una decisión personal y libre de Edmundo González”, dijo el ministro de Exteriores Albares, agregando que su acogida correspondió a un “gesto de humanidad y compromiso civil”, y que “gracias a ese gesto humanitario, Edmundo González está hoy libre en España y no detenido en Caracas”. Además, el mismo González Urrutia aseguró en un comunicado: “No he sido coaccionado por el Gobierno de España ni por el embajador español en Venezuela, Ramón Santos. Las gestiones diplomáticas realizadas tuvieron como único propósito facilitar mi salida del país, sin ejercer ningún tipo de presión sobre mí”. Tras instalarse en Madrid, el candidato de la oposición venezolana ya tuvo reuniones con el presidente Sánchez, el ministro de Exteriores Albares, el líder de los populares Alberto Núñez Feijóo, los expresidentes conservadores José María Aznar y Mariano Rajoy y el líder de los ultraderechistas de Vox, Santiago Abascal.

Nuevas tensiones

La implicación de España en la crisis venezolana y en la suerte de González Urrutia, que hoy sigue en el país con la aspiración de regresar a Venezuela como “presidente electo” y tomar posesión del cargo el próximo 10 de enero, volvió a despertar fricciones diplomáticas con el propio Maduro. Son varios los aspectos que han molestado al chavismo: uno es la posición de la ministra de Defensa española, Margarita Robles, quien hasta en dos ocasiones dijo claramente que consideraba que en Venezuela hay una “dictadura”; otro es una moción simbólica aprobada por el Congreso de los diputados español, gracias al empuje del Partido Popular y otras formaciones (aunque no de los socialistas), en la que se insta al gobierno a reconocer a González Urrutia como “presidente electo y legítimo” de Venezuela. 

Tras las afirmaciones de la ministra, el gobierno de Maduro reaccionó llamando a consultas a su embajadora en Madrid y al jefe de la delegación española en Caracas para rechazar esas palabras “groseras”. “¿Qué carajo tiene que ver el Reino de España con los asuntos internos de Venezuela? Nos creen colonia, y ellos se creen imperio. De aquí los echamos hace 300 años y los vamos a volver a echar cada vez que intenten meterse en los asuntos internos de Venezuela”, dijo en cambio el ministro de Interior venezolano, Diosdado Cabello, cuando en España salió aprobada la moción parlamentaria favorable a la oposición. 

Más allá de esos roces públicos, un asunto todavía no resuelto y que preocupa a los servicios diplomáticos españoles es el de la detención en Venezuela de dos ciudadanos procedentes del País Vasco, José María Basoa Valdovinos y Andrés Martínez. Si bien para Madrid son simples turistas que fueron “injustamente retenidos”, el propio Maduro llegó a describirlos como “terroristas” intencionados para “poner bombas” en su país. El gobierno español está trabajando para conseguir que esas dos personas puedan salir de Venezuela, a la par que intenta evitar más tensiones con la cúpula gubernamental del país en esta fase delicada (Sánchez y Albares, por ejemplo, no usan la palabra “dictadura” en referencia a Venezuela, como sí hizo Robles). 

En ese sentido, una ayuda puede llegarle de la mano del expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Este antecesor de Sánchez lleva varios años implicado en gestiones mediadoras tanto con el gobierno de Maduro, actividad que en España le ocasiona constantemente durísimas críticas por parte de la derecha, como con representantes de la oposición. Según él mismo declaró hace unos días, habría tenido un papel activo también al “facilitar” la llegada de González Urrutia a Madrid. Y ya dio su disponibilidad para seguir con “alguna tarea” del mismo tipo si hiciera falta “en el futuro”, evitando “hacer valoraciones” sobre las posiciones de maduristas y opositores en Venezuela para “preservar la confianza” de las partes.

Para volver a la posición oficial, España asegura confiar en que la “presión de la comunidad internacional” terminará facilitando que “el pueblo de Venezuela” y sus políticos “encuentren la vía” para ”acabar con esta crisis”. En particular, como dijo el propio Sánchez, la esperanza es que den frutos las “iniciativas regionales” que están llevando a cabo “el presidente Lula y el presidente Petro” desde Brasil y Colombia. Aunque, al mismo tiempo, el propio gobierno reconoce que “los dos grandes temas de política exterior en este momento” son los conflictos cada vez más preocupantes en Oriente Medio, desde Palestina hasta Líbano, y la guerra en curso hace ya más de dos años y medio en Ucrania.

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