
Las amenazas a la libertad de prensa en la era de Donald Trump
Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
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Mientras los más poderosos y multimillonarios dueños de las plataformas digitales se inclinan ante el poder del presidente, se encienden las alarmas por los riesgos que puedan afectar a una de las mayores conquistas en Estados Unidos.
Por: Armando Neira

Hace unos días, el jefe de Opinión de The Washington Post, David Shipley, renunció a su cargo después de que el dueño del periódico, el multimillonario fundador de Amazon, Jeff Bezos, interviniera directamente en el contenido de esta sección.
En Estados Unidos eso es inusual, ya que el enorme prestigio de este diario y de otros medios se ha logrado gracias a la independencia y calidad de sus periodistas en su fiscalización del poder, incluyendo a líderes políticos que en su momento fueron amigos personales de los propietarios del periódico.
El diario, que ha ganado el premio Pulitzer 76 veces, publicó la investigación de los entonces jóvenes reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el escándalo Watergate, que obligó a la renuncia del presidente Richard Nixon en 1974. La editora Katharine Graham, en 1971, ya había asumido un gran riesgo al revelar los documentos sobre la guerra de Vietnam pese a las presiones de la Casa Blanca.
Con Donald Trump, las cosas están cambiando. Bezos, al igual que otros grandes empresarios tecnológicos, se ha convertido en los nuevos y mejores amigos del presidente, como Elon Musk, Sundar Pichai y Mark Zuckerberg, entre otros.
Ellos son miembros de la oligarquía tecnológica. Esto abarca a Amazon, Meta, Google, Microsoft, Facebook, Instagram, X y WhatsApp, entre otras. A diferencia del primer mandato de Trump, en el que hubo resistencia a su poder, ahora lo complacen.
En aquel momento, los principales diarios, en lugar de temerle, crearon unidades especializadas para verificar cada una de sus afirmaciones. Eran otros tiempos.
Los nuevos y mejores amigos de Trump
Hoy, algunos incluso trabajan con él, como Musk, quien está al frente de la recién creada oficina denominada Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por su sigla en inglés).
En esta línea, Bezos ordenó un viraje drástico en la orientación editorial del periódico. “Les escribo para informarles de un cambio que se producirá en nuestras páginas de opinión. Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. Por supuesto, también trataremos otros temas, pero las perspectivas opuestas a esos pilares serán publicadas por otros”.

“Soy de Estados Unidos y estoy orgulloso de serlo. Nuestro país no llegó hasta aquí siendo típico. Y una gran parte del éxito de Estados Unidos ha sido la libertad en el ámbito económico y en todos los demás. La libertad es ética —minimiza la coerción— y práctica —impulsa la creatividad, la invención y la prosperidad”, dijo Bezos.
Se ha interpretado que, con esta decisión, el Post da un giro a la derecha y se aproxima a las posiciones editoriales de The Wall Street Journal, el gran defensor del capitalismo y el libre mercado entre los medios estadounidenses.
Bezos explicó en su mensaje que le ofreció al jefe de Opinión de The Washington Post liderar esta nueva etapa. “Le sugerí que, si la respuesta no era ‘sí, claro’, debía ser ‘no’. Después de considerarlo detenidamente, David decidió alejarse. Este es un cambio significativo, que no será fácil y exigirá un compromiso total. Respeto su decisión. Buscaremos un nuevo director de Opinión que se haga cargo de esta nueva orientación”, aseguró.
La decisión, obviamente, provocó malestar en parte de la redacción del diario. El editor económico, Jeff Stein, dijo:
“La enorme intromisión de Jeff Bezos en la sección de Opinión de The Washington Post deja claro que las opiniones discrepantes no se publicarán ni se tolerarán allí. Todavía no he sentido ninguna intromisión en mi periodismo en la cobertura de noticias, pero si Bezos intenta interferir en la sección de noticias, renunciaré inmediatamente y se lo haré saber”.
Los tiempos difíciles
“Es un momento muy oscuro”, dijo Grace Rauh, director ejecutivo del Instituto 5Boro, organización orientada al análisis político y exreportero político de NY1 News, en una entrevista exclusiva con City Newsroom, un medio de noticias independiente y sin fines de lucro de Nueva York. “Un momento oscuro en relación con lo que les está sucediendo a los periodistas en particular”, agregó.
Para Rauh es importante hacer sonar las alarmas sobre el impacto del presidente Trump en el periodismo en los Estados Unidos.
Solo en el último año, dice City Newsroom, Trump ha presentado múltiples demandas contra importantes organizaciones de medios de comunicación.
En marzo de 2024, mientras se postulaba para el cargo, demandó a ABC News por difamación. Después de ganar las elecciones, la empresa llegó a un acuerdo y aceptó pagar 15 millones de dólares a la biblioteca de Trump.
Rauh, quien cubrió la primera campaña presidencial de Trump como periodista, expresó su preocupación por el “horrible precedente” que establecen los medios de comunicación al resolver estas demandas en lugar de luchar contra ellas, especialmente cuando son “completamente frívolas” y “destinadas a intimidar y silenciar a la prensa”.
La cosa no ha parado ahí. La Casa Blanca prohibió a los periodistas de The Associated Press acceder al Air Force One y a la Oficina Oval. Funcionarios de la administración Trump anunciaron que esto se debía a que la AP se negó a cambiar en sus artículos el nombre “Golfo de México” por “Golfo de América”, el nuevo adoptado por orden ejecutiva y del que Trump se siente muy orgulloso. Para los usuarios de Estados Unidos, Google Maps ya cedió y también lo llama “Golfo de América”.
Los riesgos para la prensa libre
“Parece que se está cruzando esa línea clara para el periodismo”, dijo Rauh. “El papel de la prensa libre en este país es una extensión de nuestra democracia y una institución democrática de enorme importancia”, añadió.

A Rauh le inquieta también el papel del dueño de X. “A Elon Musk se le ha otorgado una cantidad inimaginable de poder en el gobierno federal, en el presupuesto y en la política”, dijo.
En este escenario, la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF) subraya que, entre sus primeros actos oficiales tras regresar a la Casa Blanca, Trump emitió una orden ejecutiva destinada a “restaurar la libertad de expresión y poner fin a la censura federal”.
Sin embargo, este documento, ambiguo en su redacción, elimina de manera implícita los esfuerzos para combatir la desinformación y la propagación de noticias falsas en internet. Además, lejos de adherirse al espíritu de su propio decreto, Trump intensificó su ofensiva contra los medios estadounidenses en varios frentes, asegura RSF.
El 6 de enero de 2021 concedió el indulto a al menos 13 personas condenadas o acusadas de ataques a periodistas. De ahí que RSF condena enérgicamente la visión distorsionada de Trump sobre la libertad de expresión, que perjudica gravemente la libertad de prensa.
Así empezó todo
En el periodismo, como en muchas cosas de la vida, es fácil saber cómo empieza todo: el problema es el final. Esta frase viene a cuento por un artículo de The Atlantic, la prestigiosa revista estadounidense, titulado: ‘Los farsantes de la libertad de expresión. Donald Trump y Elon Musk nunca creyeron en la libertad de expresión de nadie excepto en la suya propia’.
The Atlantic narra: “Puede que no sea bueno para Estados Unidos, pero es muy bueno para CBS”, dijo entre risas Leslie Moonves, entonces presidente y director ejecutivo de CBS, en febrero de 2016, mientras la campaña presidencial de Donald Trump avanzaba a toda velocidad. “El dinero está llegando y esto es divertido… Es algo terrible de decir. Pero, adelante, Donald. Adelante. Sigue adelante”.
En aquel entonces, Moonves parecía simplemente macabro. Ahora parece macabro y equivocado. Trump no ha sido bueno para CBS, y las medidas y declaraciones que ha hecho desde que regresó a la Casa Blanca demuestran que sus promesas de campaña de restaurar y defender la libertad de expresión eran tonterías. Su objetivo es proteger la libertad de expresión que le gusta y suprimir la que no le gusta.
El domingo, el burócrata en jefe no electo Elon Musk atacó el programa insignia de CBS. “¡60 Minutes son los mentirosos más grandes del mundo! Participaron en un engaño deliberado para interferir en las últimas elecciones”, publicó en X. “Se merecen una larga sentencia de prisión”.
Esto parecería menos amenazante si Musk no estuviera pisoteando al gobierno federal o si el presidente no estuviera de acuerdo. Pero a principios de este mes, Trump dijo que “CBS debería perder su licencia” y que 60 Minutes debería ser “descontinuado”. Así como se lee.
Lo que está en juego es la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos, un pilar fundamental de su cultura y sociedad:
“El Congreso no promulgará ley alguna por la que adopte una religión de Estado, o que prohíba el libre ejercicio de la misma, o que restrinja la libertad de expresión o de prensa, o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y a solicitar al Gobierno la reparación de agravios”, dice esta frase tan sencilla como tan trascendental en la construcción de una democracia.
