Los Danieles ha reservado dos grandes sorpresas de aguinaldos para los últimos programas del año. Hoy, como en cualquier Black Friday de pague-uno-y-lleve-dos, se presentan juntos los decimeros Beatriz Ordóñez y Víctor Mallarino.
Dentro de una semana, en nuestra última emisión de 2024, ofreceremos una nueva sorpresa en Caminando por la décima.
Canto por no llorar
La lírico-filosófica Beatriz Ordóñez se contagió del espíritu navideño, se alzó la bata y nos regala unos versos deliciosos impregnados de voces populares y dichos clásicos.
Cuando yo escribo soy vuelo
y cuando rimo soy canto;
si a este mundo no lo aguanto,
me pongo a armar un revuelo:
con los guaches me desvelo,
con los insulsos me apago,
no soporto a ningún vago
ni a un mentiroso con cuerda,
ni a un Trump que ladre, que muerda,
y abuse con empalago.
¿Y ahora qué haremos, canijo?
Si allá llueve, aquí no escampa;
siempre la ley es la trampa,
la soberbia, el escondrijo.
“Deje de quejarse, mijo,
es mejor mirar lo bueno”,
le dijo la luna al trueno.
¿Y lo bueno qué será?
No es chicha ni limoná,
es el mero desenfreno.
Pues báileme una jotica,
pensemos en cosas buenas,
recíteme unos poemas
de esos de pobre en botica.
Mientras aquel despotrica
de esta vida tan costosa,
yo le propongo una cosa:
arreglemos este mundo
como cualquier Segismundo:
con una frase famosa.
“¿Qué es la vida? Una ilusión”.
Ay, me quiere vacilar,
insultar o despistar...
No me crea tan pendejón
con sus frases de cajón;
¿Que “el mayor bien es pequeño”?
Pregúnteselo a su dueño.
No, mijita, así el asunto
se va a complicar y punto.
Mejor venga y cumplo un sueño.
Ay, pueblo mío del alma:
en este futuro incierto,
tú susurras un concierto
que nos devuelve la calma.
Nuestro cariño se empalma
con inciertas ilusiones,
plegadas de decisiones
para salir adelante.
Métale esfuerzo y talante,
y haga valientes canciones.
Permisos tácitos
En sus décimas de fin de año, Víctor Mallarino muestra una vez más la preocupación por usos y abusos en el lenguaje público.
Ha sido el idioma asunto
de mis décimas de cuando
en cuando y aquí pensando
en el lenguaje hoy apunto
que el respeto está difunto
y el diálogo se desploma.
Hoy claramente me asoma
que en las gringas elecciones
más de setenta millones
votaron por un idioma.
Es un lenguaje altanero,
narcisista y fragmentado,
soez, desarticulado,
infantil y pendenciero.
Pero también es certero
dando tácitos permisos
a que otros meganarcisos
tiren coces desquiciadas
que antes dejaban guardadas
ante tácitos avisos.
Un postulado a fiscal
se dirigió a las mujeres
no provida, horribles seres
que hacen protesta social
y, en lengua de colegial
de octavo cazapeleas,
dejó fluir sus ideas:
¿por qué les preocuparía
si él nunca fecundaría
a unas mujeres tan feas?
Nuevo idioma de la secta
del electo presidente
es el cristianismo ardiente.
Y la canción predilecta
de esta prosapia perfecta
es la Aleluya de Cohen;
la tararean y la cogen
para memes y reuniones,
reencuentros y comuniones,
y como su himno la acogen.
Las niñas preadolescentes
a la guitarra, precoces,
la cantan a cuatro voces
en las fiestas inocentes.
Hoy, a estas piadosas gentes,
las desanimo y acoito:
no han pasado del introito
y nunca se han enterado
que el gran poeta laureado
lo que narra allí es un coito.
En el Congreso de España
se ha impuesto una pertinaz
lengua de insulto mordaz
denunciando cada “hazaña”
de la oposición con saña.
Si este dislate no mengua
pido al rey, que no desmengua,
que, como a Chávez su padre,
les mande callar, les ladre
y ordene un cambio de lengua.