Su condición de ambientalista no ciega a Víctor Mallarino a la hora de formular algunas críticas a los proyectos de ley para, supuestamente, proteger a los animales y liberarlos de dolor, sufrimiento y de ser posible, la muerte. Atención, porque dispara con décimas…
EN MI LEY
Un sector animalista
ha querido proponer
dos proyectos para hacer
una numerosa lista
de prácticas que, a su vista,
son principio de maltratos.
Afectarían los mandatos,
a la ciencia y la cultura;
su prioridad, se asegura,
son los perros y los gatos.
La muerte y el sufrimiento,
para alegría o tristeza,
son, en la naturaleza,
principios de reglamento.
Agua buscará el sediento
y el hambriento, en ocasiones,
incluye en sus provisiones
la carne de otro animal.
Lo grave es que el hombre actual
reventó las proporciones.
Hoy las mascotas pululan:
entre Bogotá y sus cerros
hay novecientos mil perros;
el diez por ciento deambulan
sin dueño y no se regulan
las prácticas de tenencia.
Los gatos, sabe la ciencia,
tan tiernos y tan divinos,
son en extremo dañinos
y cazan con eficiencia.
Es casi una nueva raza
la de estos seres ferales
predadores de animales
que no entienden la amenaza
cuando al monte se desplaza,
a voluntad y capricho,
un desconocido bicho
que al cusumbo o al guatín
todos los días da fin
colonizando ese nicho.
Quiere el buen animalista
proteger al individuo
y hoy con su trabajo asiduo
es fundamental que asista
al diálogo con la lista
de científicos que advierte
que nos espera una suerte
muy negra si el ideal
es librar al animal
del sufrimiento y la muerte.
En política es usual
la cacería del voto
si el candidato, en la foto,
sale con un animal.
Como en la nación austral
que Milei, en las balotas,
cautivó a sus compatriotas
y va para presidente
sin ministerio de ambiente
pero con cinco mascotas.