J. J. Gori Cabrera
1 Junio 2025 03:06 am

J. J. Gori Cabrera

CUESTIONES DE ASILO

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El 10 de mayo pasado cayó a plomo en Bogotá el expresidente de Panamá, Ricardo Martinelli. No era un meteorito sino un asilado que, sin desempacar, se puso a cantar rancheras.

El refugio que se le otorga a una persona perseguida es el asilo político. Puede ser territorial o diplomático. En su territorio cada país puede recibir a quien quiera, pero en una embajada la cosa es distinta, pues no existe norma que obligue a expedirle salvoconducto al asilado. Si logra salir del país, el asilo se consuma; si lo entregan, se frustra. Y si no le expiden el salvoconducto queda incoado, precario, inconcluso. Se puede decir que petrificado.

El asilo diplomático corre por carril aparte de la autopista del derecho internacional. En ese tinglado todo puede entrar en conflicto. Al que recibe a un perseguido podrán enrostrarle que no actúa de buena fe, que es regla sagrada de conducta. Cuando la inviolabilidad impide que ingresen las autoridades a la embajada para capturar al refugiado, le señalarán que ello no tiene relación alguna con el ejercicio de la función diplomática, sostén de la inviolabilidad, y por tanto constituye un abuso de los privilegios e inmunidades; y el abuso está prohibido por una convención universal sobre relaciones diplomáticas (Viena, 1961). Por la misma senda, el Estado territorial puede alegar que la embajada que recibe a un perseguido está irrespetando las leyes locales. La peor situación es cuando el Estado que ofrece el asilo trate de demostrar que su huésped es un perseguido político, alguien que huye de una tiranía.

Hace un año el gobierno del Ecuador asaltó la embajada de México para llevarse a un asilado, lo que encendió un proceso ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que con toda seguridad le será desfavorable. En Venezuela, Maduro tampoco respetó la práctica y mantuvo bajo un inhumano asedio a los asilados en la embajada de Argentina, que estaban a cargo del Brasil. Acaban de ser “extraídos” en una operación de la que todavía no se conocen pormenores. ¿Se los habrán vendido a Netflix?

El caso más emblemático ha sido el del asilo del líder peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, que llevó a Colombia y el Perú a acudir a la Corte Internacional de Justicia. En dos fallos (1950 y 1951) el máximo tribunal definió con claridad que todo es confuso. Le negó a Colombia que existiera una norma de derecho internacional consuetudinario; decidió que el asilo era irregular y debía cesar porque no se cumplía una absurda condición de urgencia, y remató con que Colombia no tenía obligación de entregar al asilado. En suma, ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario. Gracias a la diplomacia ambos países lograron un arreglo elegante como corolario del cual el asilado salió hacia México.

Quedó claro tras ese proceso que no existe una norma consuetudinaria sobre asilo diplomático, regional o universal. Suele ocurrir en nuestros patios que el Estado en cuya embajada se refugia el solicitante decide unilateralmente si lo considera perseguido político y solicita el salvoconducto. En ciertos casos los salvoconductos se han expedido sin rechistar; en otros se han controvertido, y en unos se han negado y las relaciones han sufrido todo tipo de tensiones.

En 1981 Gabriel García Márquez solicitó asilo en la embajada de México en Bogotá, temeroso de su seguridad bajo el gobierno de Julio César Turbay. La embajadora de México, María Antonia Santos, le explicó que no le podían dar asilo porque no tenía orden de captura. Y lo acompañó al aeropuerto para que viajara a México. Martinelli cumple con el requisito que quería la mexicana, pues tiene condena. Si valiera la tesis ecuatoriana, cuando tiene condena se puede ingresar a la fuerza a la misión, cascando a quién se atraviese y arrastrando con el asilado.

Todo tipo de situaciones humanas pueden ocurrir con el asilo diplomático. Ricardo Galán, embajador de México cuando la toma de la embajada dominicana en Bogotá, recuerda que siendo embajador en Managua, en donde estuvo antes, repartía anticonceptivos a los asilados. Assange tuvo dos hijos mientras estaba refugiado en la embajada del Ecuador en Londres. Cuando Haya de la Torre se asiló en nuestra embajada en Lima una niñera escocesa que se enamoró de él terminó con problemas mentales. Tuvieron que internarla y luego devolverla al Reino Unido. Un verdadero caso de asilo.

*José Joaquín Gori es tratadista de Derecho Internacional.

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