Daniel Samper Pizano
5 Marzo 2023

Daniel Samper Pizano

DESPERTAR CON CAÑONAZOS

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Dos cañonazos inauguraron el lunes la peor de las treinta semanas que cumple el gobierno de Gustavo Petro. Fueron golpes resonantes, típicos del estrépito que producen las grandes noticias… y los grandes fracasos. El primero fue la crisis de gabinete; el segundo, la supuesta quiebra de la empresa Viva Air que dejó tirados a miles de pasajeros en los aeropuertos.

No incluyo en el polvorín las acusaciones contra el hermano y el hijo del jefe del Estado, porque espero, para bien del país, que se trate de malos entendidos y venganzas. Pero lo publicado es muy preocupante. 

Es infrecuente que se produzca una crisis de máximo nivel tan temprano y sin que se sepa por qué cayeron tres ministros. No hubo renuncias. A los tres los echó el presidente y es posible que ni siquiera en todos los casos les hubiera comunicado el cese en persona. Los rumores corren más veloces que la prensa y lo único claro es que a Alejandro Gaviria, ministro de Educación, lo “dimitió” Petro por discrepancias sobre el proyecto de ley que cambia el sistema de salud pública. María Isabel Urrutia (Deportes) levantaba pesas y ahora levanta polémicas: ella denuncia presiones para adjudicar contratos y sus malquerientes afirman que una gran atleta no necesariamente es una gran ministra. La salida de Patricia Ariza (Cultura) no tiene, hasta ahora, una explicación convincente. 

El presidente adornó los despidos con prédicas sobre el carácter diverso de su mandato. No deja de ser paradójico que se exalte la riqueza de la variedad y se castigue en el mismo acto a quien discrepa de manera leal. Lo que molestó a Petro, según parece, fue la filtración del documento interno que había presentado Gaviria contra el plan de salud. Pienso que es sano y lógico que estos debates no se queden en archivos secretos y lleguen a los ciudadanos, que son los que eligen y sufren. 

Hay que admirar el impulso renovador que mueve a Petro. Él lo ofreció a la ciudadanía y la ciudadanía lo aceptó. Pero el reto no es solo cambiar sino saber cambiar. Los aficionados al fútbol tenemos claro que no gana el que más corre sino el que sabe manejar con mayor habilidad los tiempos y los terrenos. El éxito de Petro dependerá del talento y la temperancia que demuestre, más que de las apuradas ganas de remendar este país injusto y corrupto. Tiene cuatro años para probar que a Colombia le conviene seguir eligiendo regímenes democráticos y progresistas prolongadores de su obra. Poco tiempo para acertar pero demasiado para equivocarse. Precipitud y afán son siniestros consejeros. 

No es necesario ser Einstein para entender que algo falló en el caso de los ministros defenestrados. O los escogidos no encajaron con lo que el cargo pedía, o hubo intereses que los hicieron desencajar o el jefe de todos no supo incorporarlos al equipo. Mal mensaje, de cualquier modo. Mal mensaje que obliga a recordar lo que auguró Alejandro Gaviria hace unos meses, según lo trajeron a cuento varios medios de comunicación: “El primer año, [Petro] nombra un buen gabinete de unidad nacional; no lo logra cohesionar, pasan seis u ocho meses y no pasa mucho. Se le desbarata el gobierno y Petro empieza a tuitear como loco”.

Esperamos que Gaviria resulte mejor profesor que profeta.

El segundo fracaso estrepitoso es el de la aerolínea Viva Air, que de la noche a la mañana dejó tirados a más de diecisiete mil pasajeros. El espectáculo de las familias, calculado y deprimente, despide un insoportable tufo a tongo. Hasta el fiscal Francisco Barbosa, de acomodaticio olfato, ha percibido la pestilencia y anuncia una investigación para determinar si se produjo una estafa masiva o quizás otros delitos. 

Fácil es sospechar que la negativa del Gobierno a permitir la fusión de Avianca y Viva indujo a los dueños de esta última (con la posible complicidad de aquella) a provocar la crisis por cuenta de uno de los sectores ciudadanos más esquilmados y atropellados: los pasajeros de avión. ¿Chantaje? ¿Burla? ¿Desafío? Por lo pronto, un abuso que merece sanciones y que, de comprobarse, acabaría de ensuciar la marca de Avianca, esa compañía que en otros tiempos los colombianos sentíamos como algo propio y que ahora atropella a muchos de sus clientes sin reparos.

 

El disparatorio bogotano

Bogotá también padeció un nuevo fracaso: el de la Alcaldía en la lucha contra la contaminación. El lunes, intempestivamente, el gobierno bogotano redujo aún más los horarios de los carros, incluso los que pagan un elevado impuesto disfrazado de “gesto solidario” para trabajar todos los días o ahorrarse los peligros de ese campo minado de delincuentes que es hoy la ciudad.

El problema es que la alcaldesa gobierna pensando en cifras, no en seres humanos. Muy meritoria en otros campos, Claudia López no parece comprometida en una guerra contra el automóvil sino contra los automovilistas, que sufren sus mercuriales decisiones. Ya no es solo el rompecabezas de pico y placa, tan enredado que exige resolver ecuaciones de tercer grado antes de pisar la calle. Ahora se anuncia el apretujado Corredor Verde de la Séptima, con unos arbolitos, idas, vueltas, revueltas, trozos en un sentido y trozos en el contrario: todo en una precaria y tradicional calzada. 

Al mismo tiempo, puesto que la administración distrital despilfarra contratos para deshacer lo que acaba construir, parece que la reciente y costosa ciclovía de la carrera Once será desbaratada para abrir paso a los automotores. ¿Y a dónde pasarán los ciclistas? A los andenes, naturalmente. Porque en la lista de antipatías de la alcaldesa los únicos que superan a los automovilistas son los peatones, arrasados a toda hora en sus propios predios por motos, bicicletas, ciclomotores y patinetas. 

ESQUIRLA. La acción campesina contra la Policía en El Caguán, con incendio de instalaciones petroleras y dos muertos, cerró esta tremenda semana y marcó una ruptura con el Gobierno que quiere representar a las clases populares.

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