Caminando por la décima
25 Mayo 2025 03:05 am

Caminando por la décima

DIEZ PRODIGIOS Y UN MILAGRO

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Hoy es un día muy especial. Víctor Mallarino descubrió en las redes un decimero interesante cuyas rimas sobre el número diez le llamaron la atención. Decidió, así, darle una palomita en la sección de Caminando por la décima y resulta que cuando quiso otorgarle el crédito debido, el joven resultó ser —casualidad de casualidades, milagro de milagros— hijo de Carlos López Puccio el músico genial, canoso y flaco de Les Luthiers.

En esta entrega, Mallarino rima una introducción decimera al episodio y luego transcribe los divertidos versos del argentino Teo López Puccio. Decimaníacos, ¡hay futuro!

Prólogo magistral

Quién no se arruncha en la cama
al son del despertador,
despiadado inquisidor 
que rechina y nos reclama 
abandonar la pijama 
para estudiar cada día
el álgebra, geometría,
cálculo diferencial,
el quebrado, el decimal
y la trigonometría. 

Dice un estudio profundo 
que, en general, el terror 
nos lo mete un profesor 
retador y furibundo. 
Hoy, que está tan lleno el mundo 
de alumnos muy poco diestros 
con traumatismos siniestros,
mejoraríamos mucho
si como Teo López Puccio
fueran todos los maestros.
                V. M. 
        
Los prodigios del diez

Si hablo como matemático
el diez no es muy especial;
es un número normal,
no es único ni enigmático.
Pero sí hay algo emblemático
que tiene el número diez:
y es eso que ya sabés 
que es que en los seres humanos
hay diez dedos en las manos
y diez dedos en los pies.

En un momento secreto
de la historia alguien lejano
asoció un gesto en sus manos
a una cantidad de objetos. 
Desde ese día concreto 
en que se inventó contar
el diez tomó su lugar
como un número importante;
pero duraría un instante
hasta empezar a fallar.

Porque si solo tenés
diez dedos que utilizar
pronto dejan de alcanzar…
Y si te pasás, ¿qué hacés?
Bueno, hacé grupos de diez,
contá cuántos en total
y usá un nuevo decimal
para llevar esa cuenta:
el veinte, el treinta, el cuarenta,
esa es la idea central.

¿Pero y qué cuando llegamos
a los diez grupos de diez?
Ahora estamos otra vez
igual que cuando empezamos. 
¿Cómo contabilizamos
tener más de diez decenas
si tenemos solo apenas
diez símbolos para usar?
El truco ahora es contar
la cantidad de centenas.

Este es el método vivo
tan elegante y genial
que el sistema decimal 
repite siempre consigo;
un esquema recursivo
que hace que el diez siempre baste.
Cuando pensás que llegaste
al fin de su mecanismo
no solo cuenta en sí mismo:
cuenta cuántos diez contaste.

El contar de diez en diez
conlleva otra consecuencia
que ya no causa la ciencia
sino nuestra sencillez:
que las potencias de diez
nos gustan más de lo usual. 
Su notación decimal 
es tan simple y tan sucinta
que un número de esta pinta
nos resulta excepcional.

Por eso estamos sesgados 
a usar el mil y el diez mil
(discriminación pueril,
pero así nos han criado). 
Números más celebrados
que se sienten más enteros:
no hay nada más placentero,
no hay nada más oportuno 
que un número que es un uno
seguido de muchos ceros.

Y es que el diez se fue infiltrando
hasta en esta poesía. 
Escuchá esta analogía 
con lo que te estoy contando:
la estrofa que estoy usando,
quizás la viste en la escuela,
es la décima espinela:
diez versos bien encajados,
uno a otro encadenados
como saltos de rayuela.

Quise traer este día 
diez décimas sobre el diez
para hablar con honradez
y decimal alegría 
sobre una gran fantasía
que jamás me imaginé. 
Es contarles que llegué 
a los cien mil seguidores. 
De los más lindos honores
que alguna vez yo logré.

Cien mil gracias por estar,
por querer más matemática,
por ver que es una temática 
mucho mayor que contar. 
Que nos debe emocionar
su poesía, que es adrede,
que no hay techo ni paredes
cuando están cien mil cabezas.
El cien mil no me interesa,
pero me encantan ustedes.
                 T. LP. 

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