Enrique Santos Calderón
23 Febrero 2025 03:02 am

Enrique Santos Calderón

EL CONTRABANDO ETERNO...

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La historia y la prensa colombianas son prolijas en relatos sobre delincuentes célebres, pero hace tiempo no se veía un despliegue parecido al que ha suscitado Diego Marín Buitrago, el llamado zar del contrabando, mejor conocido por su inocente alias de Papá Pitufo.

Ya van semanas de investigaciones y publicaciones sobre las andanzas de este hombre nacido hace 62 años en Palestina, Caldas, que durante 38 años construyó un metódico entramado criminal que lavó millones de dólares, infiltró campañas políticas, sobornó a centenares de policías, contaminó a entidades como la Dian y la Fiscalía y llegó a enredar al presidente de la República. Hasta a agentes de la DEA logró corromper. El interés periodístico no es gratuito.

En abril del año pasado fue detenido en España, pero salió poco después y con uno de sus nueve pasaportes pasó a Portugal donde fue de nuevo capturado y hoy enfrenta una petición de extradición solicitada de manera muy explícita por el presidente colombiano. Se puede demorar, porque Marín obtuvo la nacionalidad española y tiene un sólido equipo de abogados, además de un largo historial de infiltraciones políticas y pagos a fichas claves en el Estado.

El presidente Petro ha dicho que, si la Fiscalía lo procesa solo por los delitos cometidos desde 2023, estaría favoreciendo “la impunidad total de una de las peores corrupciones que ha sufrido el Estado colombiano”. La vehemencia con la que Petro ha rechazado cualquier nexo con Marín —“un traqueto poderoso que ha gozado de total impunidad en Colombia”— sugiere que alcanzó a llegarle muy cerca. También trató de acercarse a su esposa Verónica con ofertas de obras para la Iglesia católica.

Ha dicho que no lo conoce; que no sabía quién era cuando en 2021, en plena campaña presidencial, voló de Cali a Buenaventura en una avioneta pagada por Marín (una “trampa” que le tendió, dijo) y que ordenó devolver los quinientos millones que le aportó a su campaña presidencial cuando se supo de su procedencia. Personalmente no creo que Petro hubiera cohonestado el ingreso de dineros tan sospechosamente calientes a su campaña. Pudo ser “a sus espaldas”, como ya ha pasado (remember el proceso 8000), pero aún está faltando la prueba precisa y contundente de esa devolución.

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Lo que no requiere prueba alguna es la asombrosa habilidad de este personaje para eludir durante tantos años a la justicia y empapelar a quienes lo acusaban. Como al general Buitrago, exdirector de la policía aduanera que trató de controlarlo y fue retirado por presuntas presiones de Marín. Tan habilidoso, que mientras era prófugo logró incluso gestionar desde el exterior su pensión de vejez ante Colpensiones. Y que se la reajustaran porque le pareció muy baja la asignada.

Lavador de activos, antiguo testaferro del cartel del Norte del Valle, experto en “pringar” a políticos y autoridades, controlador a "cuenta gotas" de los procesos en su contra, Marín Buitrago refleja una cara diciente de lo que podríamos llamar el nuevo bandidaje colombiano. Más sutil y menos violento (más abogados, menos sicarios) y políticamente bien conectado, aunque siempre con implacables “oficinas de cobro” a disposición. 

Me decía un alto oficial de la Policía que Colombia está pagando el acumulado de una tolerancia histórica hacia el contrabando. Plasmada, por ejemplo, en el bello y ya legendario vallenato protesta de Rafael Escalona contra el buque de la armada, el Almirante Padilla, que en los años cincuenta llegó a La Guajira para combatir este delito y arruinó a Puerto López. “Ahora pa dónde irá, a ganarse la vida sin contrabandear”, cantaba Escalona sobre la suerte de su compadre el Tite Socarras.

Pero algo va del Tite guajiro al Pitufo paisa y el contrabando es hoy un poderoso y multifacético conglomerado criminal, que el presidente Petro califica como “la otra cara del narcotráfico” y que se propone desmantelar. Propósito encomiable pero tardío y sobre todo iluso en un país donde el ilegal negocio tiene viejas raíces culturales, infinidad de rutas e intacta capacidad corruptora.

Habrá que ver la suerte que corre su más notorio exponente cuando sea enviado a Colombia. Si es que lo extraditan, si es que decide cantar y si es que los gringos no se lo llevan primero. O, si una vez en el país, se acoge al principio de oportunidad, confiesa algunas nimiedades, paga una pena irrisoria y regresa al eterno contrabando. Y todos tan tranquilos.   

P.S.1: Ante el progresivo deterioro del orden público vuelve un militar al Ministerio de Defensa después de 34 años. Se trata de un joven general de la Fuerza Aérea, nombrado por encima de muchos oficiales más veteranos, que hubieran pasado al retiro si el nuevo MinDefensa no pide su baja inmediata del servicio.

Así lo hizo, para tranquilidad de unas Fuerzas Armadas suficientemente desconcertadas e inquietas. Solo falta que, ya de civil, las sepa conducir con más claridad y vigor que su lacónico antecesor.

P.S.2: El presidente ha denunciado que una mafia quiere atentar contra su vida, que han ingresado al país dos misiles para derribar su avión o helicóptero y que ya se sabe quiénes son. Esto es muy serio y requeriría capturas, allanamientos y acciones que respondan a la gravedad y urgencia del asunto. No puede quedarse en algo gaseoso, su pena de parecer como una cortina de humo o burda maniobra de distracción.

P.S.3: Revelación política del momento: la gobernadora del Chocó, Nubia Carolina Córdoba. Y reconsagración como la figura más sobresaliente de Colombia: Isabel Mebarak Ripoll. La gran Shakira.

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