Aunque los hijos del presidente Berto han sido noticia esta semana, esta columna en realidad es sobre un fantasma: el fantasma que, según Andrea Petro, la hija diseñadora del mandatario, se aparece de noche en los pasillos del Palacio de Nariño y no es, contra lo que diría su padre, el fantasma de un golpe de Estado: se trata de un espectro de verdad, no como el espectro del centro político: un espíritu de carne y hueso, si pudiéramos decirlo así, que según cuenta ella, “prende y apaga las luces”. Porque acaso también se trate del fantasma del apagón.
Andrea ocupó titulares de prensa recientemente porque lanzó su emprendimiento textil en la COP16 y lo hizo de forma casi simultánea con su hermano Nicolás, a quien llamaremos Nicolás-el-Bueno, para diferenciarlo del otro: porque estamos en Circombia y existen dos hermanos Petro que se llaman igual, del mismo modo que dos hermanos Petro se dedican a lo mismo: al negocio de la moda. Andrea y Nicolás: ¡únanse!
El de ella es de ropa sostenible, a diferencia del presidente de Ecopetrol, que es insostenible. Una línea de moda que se elabora con materiales reciclados: zapatos Ferragamo que Gustavo ya no utiliza; la guayabera del desfile militar que desprecia porque se percudió; la pañoleta feminista que se colgó en el cuello alguna vez para que Hollman Morris votara por él.
La marca de Nicolás-el-Bueno, por su parte, se llama Equilibrium en un guiño a su papá, ejemplo de lo mismo: de equilibrio. Podría llamarse también Moderation, Prudential. Technical.
El hecho es que Andrea ha resultado ser una empresaria textil tan visible como aquellos otros emprendedores que vendían manillas en la presidencia de su papá, y en una reciente confesión para la revista Semana, a la cual siempre concede entrevistas, la llamativa diseñadora dijo que existe un fantasma en Palacio: “asusta de noche, abre puertas, cierra ventanas”, relató en unas palabras que parecían describir lo mismo que hizo su papá con los partidos tradicionales para hacer elegir a su candidato a la Corte.
Que exista un espanto en Palacio significa que el exorcismo del padre Chucho, ordenado en su momento por la vicepresidenta Martuchis, fue un rotundo fracaso: aquella vez el único fantasma que apareció fue Guillermo León Acevedo, alias Memo Fantasma, un traqueto que tuvo negocios con su marido.
Por Andrea nos enteramos, ahora, de que el verdadero espectro sigue vivo y coleando. Esta columna logró invocarlo y obtuvo, en exclusiva para sus lectores, este testimonio:
“He trabajado como fantasma de Palacio con dedicación y compromiso bajo todo tipo de presidentes: desde Miguel Antonio Caro hasta Andrés Pastrana, uno de mis preferidos, porque en su cabeza asustaban. Me instalé en esta casa a comienzos del siglo XIX, cuando don Vicente Nariño levantaba los planos y Álvaro Leyva apenas era un niño de pantalones cortos. Desde entones he asustado con éxito a todos los inquilinos. A Virgilio Barco lo dejé sin habla más de una vez: antes, incluso, de aparecerme frente a él. A Ernesto Samper le pegué unos buenos sustos a sus espaldas. Con Álvaro Uribe me costó trabajo, porque estaba familiarizado con los fenómenos paranormales: pero varias veces le dejé temblando las carnitas. Lo mismo sucedía con Juan Manuel Santos cuando me escondía para sorprenderlo detrás de las cortinas que mandaba cambiar por capricho. O con Iván Duque, a quien por maldad le desaparecía el osito de peluche que abrazaba para dormir.
”Pero todo cambió cuando llegaron los Petro. Para comenzar, era difícil distinguirlos porque todos se llaman igual: o Nicolás o Andrés o Andrea. La primera noche, lo recuerdo, no pude trabajar: armaron una fiesta que duró hasta el amanecer. La primera dama estaba vestida como Gasparín, y al son de un bullerengue temblaba mucho más que todas mis víctimas en una noche de tormenta. Casi no se van los invitados, casi no se acuestan los nuevos inquilinos. Dejaron todo el piso lleno de colillas.
”Yo solía dormir de día en el oscuro sótano de Palacio, el mismo socavón por el que el paramilitar Job salió despavorido, cuando lo asusté con un ruido de cadenas. De Diego Cadenas, en concreto.
”Pero una mañana de hace dos años, cuando llegué a dormir, el sitio estaba invadido por agentes del Estado que practicaban un polígrafo a una pobre niñera. Desde entonces no tengo dónde descansar. Soy un ánima en pena.
”Por aquella misma época me encontré al presidente recorriendo los pasillos en biringas. Fue una madrugada, porque él duerme desnudo, como confesó en una entrevista. Casi muero del susto. En otra ocasión lo topé divagando por un salón, nuevamente sin piyama y jugando con la espada, pero con el edredón de plumas de ganso colgado encima, porque era una noche fría. Parecía una aparición. Casi me da un infarto.
”Es insoportable. Intento asustar al presidente en las noches, pero no aparece o llega tarde. Cuando está solo en Palacio y me manifiesto para pegarle un susto, él me dice que sus manifestaciones son mejores que las mías, me tilda de fascista y me llama “duende Mossad”. Por momentos siento que compito contra él, que su obra de gobierno es más intangible que mi propia presencia: ¡que él solito asusta mucho más que yo! ¿Qué pánico puede producir este espectro viejo y acabado al lado del fantasma del castrochavismo que él agita cada vez que hace guiños a Maduro o se empecina en estatizar los sectores productivos?
”A veces creo que el verdadero espanto es su gobierno; que mientras yo ya no produzco miedo, ¡él saca corriendo incluso a la inversión extranjera!
”Por si fuera poco, ahora una de sus hijas resultó con espíritu emprendedor. Y con ese espíritu, para qué fantasmas.
”Por eso he decidido largarme. Me voy. Renuncio. Me mudaré a donde Conchita Baracaldo a cantar ópera. Me da miedo Petro. Me espanta. Cualquier fantasma junto a él se queda corto: casi tanto como los pantalones de Álvaro Leyva por el siglo en que lo conocí”.
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