Los Estados adoptan las normas de derecho internacional con su conducta, ya sea acatando o rechazando prácticas o incorporándolas en tratados públicos. La conducta y la palabra empeñada obligan y siendo así los gobernantes tendrían que regirse por la mesura. Pero eso no ocurre y ahora unos dirigentes desaforados y la naturaleza arrevolverada tienen al mundo convulsionado.
La ONU cuestionada. El foro para el desfogue de los países es la ONU. En la pasada Asamblea General el chileno Boric declaró que es una institución desueta y el argentino Milei la acusó de crímenes de lesa humanidad. Petro propuso una revolución mundial de los “guerreros de la vida” para eliminar gobiernos de oligarquías. Pero los guerreros de la vida resultan un oxímoron, una contradicción en términos, pues las guerras no llevan a la vida sino a la destrucción. Lo dijo en forma brutal el general Patton: "Ningún bastardo ganó jamás una guerra muriendo por su patria. La ganó haciendo que otro estúpido bastardo muera por la suya".
La ONU responde a una realidad que resaltó el propio presidente Petro: a los países solo se los escucha según su poderío. Los que deben reformarse y aconductarse son los propios países. La desmesura, según los antiguos, lleva a lo trágico. Sobre el tapete está la propuesta del presidente turco Erdogan de emplear la resolución 377 (“Unión pro paz”) aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1950 y que la facultaría para recomendar medidas colectivas en pro de la paz cuando, por falta de unanimidad entre los miembros permanentes, el Consejo de Seguridad no las adopte. Casi simultáneamente, Israel declara persona no grata al secretario general Antonio Guterres, y lo deja como un eunuco en su papel de pacificador.
Boletas de captura. Las recíprocas órdenes de captura contra los gobernantes de Argentina y Venezuela son muestra de desafuero. La que el régimen de Maduro se inventó contra Milei se refiere a un avión que fue entregado a Estados Unidos por decisión de un juez. No pasa de ser una fantochada. Más seria es la orden de captura contra Maduro, basada en la teoría de que cualquier tribunal penal tiene jurisdicción universal para conocer de crímenes internacionales, entre los que se cuentan los de lesa humanidad, actos que constituyen un ataque general o sistemático (cualquiera de las dos) contra civiles. Todo crimen de lesa humanidad es atroz; pero no todo crimen atroz es de lesa humanidad. Maduro y asociados son enjuiciables por crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo existe una norma de derecho internacional que otorga inmunidad a los Estados; y de esa inmunidad se benefician los dignatarios. La Corte Penal Internacional puede tener jurisdicción y competencia para juzgar por crímenes internacionales en todo tiempo y lugar a cualquier persona, incluyendo gobernantes activos, pero los tribunales internos no la tienen, y una regla internacional de supervivencia indica que la inmunidad del Estado debe prevalecer. El repertorio de antecedentes es interminable y el caso emblemático es un fallo de la Corte Internacional de Justicia del 14 de febrero de 2002 (Congo vs. Bélgica). El fallo fue claro: “Está claramente demostrado en derecho internacional que, lo mismo que los agentes diplomáticos y consulares, ciertas personas que ocupan un alto cargo en el Estado, tales como el jefe del Estado, el jefe del gobierno o el ministro de Asuntos Exteriores, gozan en los otros Estados de inmunidades de jurisdicción, tanto civiles como penales”.
Ecuador bajo cuerda. A su turno, el presidente Noboa del Ecuador tendrá que disculparse y arreglar bajo cuerda el proceso que le inició México ante la Corte Internacional de Justicia por la violación de los recintos de su embajada en Quito, del mismo modo que Colombia tuvo que arreglar así con el mismo Ecuador ante la demanda que le inició por las fumigaciones. A pleitos perdidos, arreglos escondidos.
Conclusión. Los conflictos que tienen al mundo al borde de la autodestrucción no pueden ganarse. Toda victoria sería pírrica, pues lo que está en riesgo es la madre de todas las guerras universales.