
Aquella mañana del 11 de marzo, la gata de nuestra decimera Beatriz Ordóñez, Misky, se hallaba en el balcón del edificio samario donde suele asolearse, cuando sucedió que... Pero, bueno, es mejor que lo cuente el ama del prodigioso felino.
Quince pisos abajo
Este marzo tan paciente
sucedió un dulce prodigio,
que dejó un bello vestigio
de realidad insolente.
Fue un insólito accidente:
muy temprano mi gatita,
amorosa y calladita,
cayó veloz quince pisos,
y nos volvimos sumisos
ante la muerte inaudita.
Tardamos la vida entera,
o tal vez quince alaridos,
para bajar confundidos
a ver allí lo que hubiera.
Y entonces, quién lo creyera,
sus ojazos nos miraban,
para decir que esperaban
nuestros necesarios brazos,
que aliviaran los golpazos
que en su cuerpo retumbaban.
En urgencias, arropada,
un doctor franco y certero,
médico hábil y de acero,
que sabe con la mirada
leer la angustia aterrada
del humano y del felino,
y de él depende el destino
del buen michín asustado,
y la pareja a su lado
que ama tanto a ese minino.
Se quedó hospitalizada
y ella, que es muy consentida,
se sentía desprotegida
sin mi amor y mi mirada.
Cada enfermera aterrada
esperaba estar cerquita
del permiso de visita,
pues la paciente bandida
solo recibe comida
de mí, con calma infinita.
A casa, tras pocos días,
salva, sana y fiel regresa.
La michiringa siamesa
inspirará poesías,
historias y habladurías.
Con siete meses su vida,
la tiene muy bien vivida
y un percance de locura
a Misky, amor y dulzura,
no pudo verla vencida.

Estrambote
Aún de seis vidas dispone
la gatica intacta y pura.
Mas media vida a nosotros
nos costó la desventura.
