Todo se ha dicho y escrito sobre lo que significaría para su país y para el mundo el regreso de Donald Trump a la Casa Banca. Yo he machacado tal vez demasiado sobre el tema, pero no sobra insistir una última vez en la trascendencia de lo que este martes decidirá Estados Unidos, en la más reñida elección de su reciente historia.
En primer lugar porque nos concierne directamente. En nuestra aún triste condición de patio trasero del gran vecino del norte, “que cuando estornuda América Latina se resfría”, como reza el viejo adagio, un triunfo de Trump y su agresivo populismo nacionalista tendría no pocas repercusiones locales. Entre ellas, presiones para alinearse más con Washington, alejarse de China (con la cual Colombia tiene relaciones comerciales cada vez más sólidas) y mermarle al discurso ambientalista tan caro al presidente Petro. El cambio climático no hace parte de las preocupaciones de Donald Trump, que lo considera una “tontería”.
Es preocupante que no hayan calado todas las advertencias sobre el peligro de llevar a un personaje tan desequilibrado y belicoso al mando de la primera potencia, con el dedo al lado del botón atómico. El repunte de su popularidad entre la comunidad latina y la juventud negra puede resultar desconcertante e incluso patético, pero confirma tanto el fuerte carisma personal de Trump como la débil proyección política de Kamala, que no logró mantener la ventaja que tenía.
Pareciera no importar que el candidato republicano también simbolice un racismo que esclavizó a los bisabuelos de los jóvenes negros que hoy se declaran trumpistas. Como a los inmigrantes latinos, con papeles o sin ellos, no parece afectarlos que prometa confinarlos en campos de detención para luego sacarlos a patadas. El cierre de campaña de Kamala en Washington fue entusiasta y masivo, pero quizás menos impactante que el de Trump en Nueva York, donde llenó el icónico Madison Square Garden y repitió su promesa de “lanzar el programa más grande de deportación en la historia americana”.
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Desde la guerra civil de 1861 que partió en dos a esa nación no ha habido una elección que comprometa tanto la idea misma de lo que representa Estados Unidos, según señalan varios analistas. Como sea, todos sus ciudadanos están notificados de lo que se puede venir. Trump no ha disimulado su intención de aplicar un radical revolcón institucional que tiene en ascuas a la opinión liberal de ese país, que tampoco esquivó adjetivos para descalificarlo.
Para The New York Times “es difícil imaginar un candidato más indigno para servir como presidente de Estados Unidos (…) ha demostrado que no tiene las condiciones temperamentales ni morales para un cargo que exige las cualidades de las que más carece: sabiduría, honestidad, empatía, coraje, mesura, humildad y disciplina.” Duras palabras, que esta vez no compartió el segundo diario más influyente, The Washington Post, porque su dueño, el magnate de Amazon Jeff Bezos, prohibió que su periódico publicara un editorial a favor de Kamala.
Decisión que generó gran malestar entre el cuerpo de redacción, provocó la cancelación de 250 mil suscripciones y fue atribuida al temor de Bezos a previsibles represalias de Trump contra su emporio económico. Por su parte, el siempre equilibrado The Economist sostuvo desde Londres que Trump plantea un riesgo inaceptable para América y si pudiera votar lo haría por Kamala Harris. Pocas elecciones como esta habían producido tan aguda polarización interna ni tanto interés internacional. Definirán qué clase de gobierno tendrá EE. UU. en los próximos años y su relación con el resto del mundo. Más autoritario en lo doméstico y más aislacionista en lo externo, de ganar el candidato republicano.
Con él no hay que llamarse a engaños. Ha dejado en claro su desdén por valores, normas e instituciones que han definido a su país y el que busca desmantelar. Para no hablar del desprecio por sus vecinos del sur (“shit hole countries”) y por los inmigrantes latinos que a última hora cortejó con burlón cinismo.
A dos días de la elección, la cosa no pinta bien. Resta esperar que en esta crucial encrucijada salga a relucir la sensatez del pueblo estadounidense. Ya todo está dicho, sabe a qué atenerse y no habrá vuelta atrás.
P.S.1: Deja mal sabor que la Fiscalía abra “noticia criminal” contra Vicky Dávila con base en una denuncia ciudadana por presuntos delitos de concierto para delinquir, espionaje ilegal y traición a la patria. Suena grotesco. Es posible que el ente acusador tenga la obligación de realizar una indagación de oficio, pero da pie para que se hable de persecución legal contra una periodista que ha sido implacable crítica del Gobierno. Obsesiva, exagerada y si acaso arbitraria, es cierto. Pero, como decía Belisario, es preferible una prensa desbordada a una amordazada.
P.S.2: La libertad de protesta de cualquier sector social mal puede convertirse en tortura de todos. Vendedores ambulantes bloqueando tráfico y apedreando vehículos, estudiantes encapuchados paralizando vías, destrozando bienes públicos y arrojando bombas molotov contra la policía, como estos días en Bogotá, se han convertido en escenas demasiado cotidianas. Bueno es culantro…