Se cumplen dos años del primer gobierno de izquierda en la historia republicana y con ellos una lista larga de decepciones y vacíos frente a su compromiso con la causa feminista. Pero es difícil decirlo y explicarlo categóricamente porque en ocasiones pareciera que de algo le sirven o interesan al presidente Gustavo Petro los gestos deferentes con la igualdad de género.
La terna que conformó para elegir una nueva defensora del pueblo, la primera en la historia, es una propuesta acertada porque además todas las mujeres que la componen son experimentadas defensoras de derechos humanos y cuentan con los pergaminos para poner a funcionar una entidad que a veces sobra. Lo mismo podría decirse de la terna para la Fiscalía, una de las cuales es hoy además su respetada ministra de Justicia. También ha designado a mujeres y personas de la comunidad LGBTIQ+ en diversas esquinas de su gobierno.
Los nombramientos le quedan más fácil que la coherencia, porque ella implicaría limpiar su gobierno de hombres altamente cuestionados por violencia basada en género.
El más viejo y que le han repetido hasta el cansancio: su inaceptable nombramiento de Hollman Morris como panfletario y propagandista principal del Gobierno, cuando ha enfrentado serias acusaciones por violencia basada en género de todo tipo. Morris se rehúsa a responder a cabalidad los cuestionamientos sobre supuestos casos de violencia o la inclemente persecución que han sufrido quienes se atreven a denunciarlo.
El nuevo elemento para sumar a la dualidad de Petro con el feminismo es la permanencia del impresentable embajador ante la FAO, Armando Benedetti, quien está denunciado por violencia intrafamiliar en España. La Cancillería ha manifestado que adelanta investigaciones y otros eufemismos que ojalá no terminen ahí.
¿Cómo es posible que un representante de Colombia en el exterior cargue semejante inri —eso sin contar el arsenal de acusaciones de corrupción y otras fechorías— y nada pase? Es otra demostración de que la embajada ante la FAO no le importa a nadie ni sirve para nada; o tal vez de que el nivel de extorsión que puede ejercer Benedetti amerita tragarse el sapo de tener un embajador sindicado de amenazar a su esposa y a su suegra con un cuchillo, entre otras violencias.
Mientras tanto, en la empresa santanderista de Petro se concretan propuestas de reforma agraria feminista, política exterior feminista, reforma judicial feminista. La creación de una jurisdicción de género es una iniciativa valiosa de este gobierno y sería una conquista histórica de las mujeres. Claro que son importantes las leyes con enfoque de género, pero eso no borra la incoherencia de hablar y escribir regulaciones para nosotras cuando se protegen funcionarios altamente cuestionados por acusaciones de violencia contra la mujer.
Señor presidente, tras dos años de gobierno usted ha decepcionado a la causa feminista y lo ha hecho como buen hombre patriarcal, con irresponsabilidad afectiva, hablando cháchara de enamorador compulsivo, prometiendo el cielo mientras que en su despacho yacen tranquilas quejas serias contra funcionarios que se rehúsa a evaluar por lo que son. Un gaslighteo de Estado contra la causa feminista.
Desde el feminismo nos cuesta entenderlo, porque si algo nos ha enseñado esta lucha es que a los “aliados” hay que creerles por sus acciones y no sus palabras. Y si algo han demostrado estos dos años es que usted es un hombre más de lo segundo que de lo primero. Por eso no son suficientes las ternas y los cientos de elucubraciones a las cuales les pone el apellido “género”: necesitamos ver que respalda a las víctimas, que les cree a las mujeres y que no admite agresores en su gobierno.
Siquiera por simple pragmatismo la izquierda que ahora gobierna debería avizorar las consecuencias de decepcionar a un sector que se ha convertido en fuerza electoral relevante. El feminismo organizado hoy empuja balanzas electorales y determina algunos de los asuntos más importantes de la política global. Este tratamiento que nos ha dado tendrá consecuencias en las urnas.
A nivel global también estamos entendiendo que el triunfo de las causas progresistas no implica el éxito de la nuestra. No hay ideología o partido que lo garantice y por eso cada vez será más difícil para la izquierda encantarnos con su lora.
Le quedan dos años para enderezar el camino, presidente. Concéntrese más en las acciones y menos en las cartas de amor que ya no leemos.