Daniel Samper Pizano
5 Febrero 2023

Daniel Samper Pizano

GELATINA MATABURROS

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

En el mundo y en Colombia los burros enfrentan un alarmante proceso de extinción. Como lo comenté en mi pasada columna, este atroz exterminio, una verdadera tragedia ambiental, ha diezmado la población de pollinos y amenaza con conducirla a cero. En el planeta pastaban hace tres años entre 44 y 50 millones de burros; se calcula que en 2028 no pasarán de 22 millones. En Colombia, el censo agropecuario de 1995 contó 319.316 jumentos; dieciocho años después, en 2013, solo quedaban 63 mil.

Otros países, como México, Perú, Brasil, España, China, Grecia, Sudáfrica y Tanzania registran también acelerada destrucción de la cabaña asnal. Se creía hasta hace un tiempo que este viejo amigo del labriego iba a convertirse en una víctima más de la tecnología, pues tras miles de años de formar parte del entorno humano como instrumento agrícola y de acarreo parecía evidente que los vehículos modernos, en especial la motocicleta y el tractor, le auguraban una cercana fecha de caducidad. 

Solo recientemente se ha descubierto que, aparte de estos rivales, el enemigo que en realidad está acabando con los burros es la medicina tradicional de la China. Un anticientífico mito exige cada año el sacrificio de millones de estos cuadrúpedos para fabricar una gelatina que dizque inyecta fuerza a la sangre de las mujeres después del parto y logra algunos milagros más. Ejiao es el nombre de esta pasta cuyo inofensivo aspecto recuerda al jabón o el bocadillo de guayaba. Se elabora —informó un funcionario chino al diario barranquillero El Heraldo— con “piel de burro frita, azúcar morena y otras yerbas”. Su leyenda proviene de la misma caverna oscura de la que escaparon otras pestes como el consumo de murciélagos, micos, pandolines, garras de tigre, fetos de llama, bilis de oso del Himalaya, caballitos de mar, colmillos de rinoceronte y otras delicadezas con falsos beneficios para la salud y nocivos para el bien común. 

Si solo se tratara de un negocio para esquilmar ingenuos no sería tan lamentable. Tampoco si fuera apenas un episodio más de brujería, estupidez o ingenuidad. Pero la intromisión aventurera del hombre en el reino animal amenaza al hombre y al reino animal. Pocos ejemplos cercanos tan alarmantes como el Covid-19, que ha dejado casi 7 millones de muertos, y, ahora, el holocausto de acémilas. 

DSP

Leandro Díaz y su burro Medina. (Cortesía de RCN).

 

China es el paraíso del ejiao. Contrastadas con los 1.411 millones de chinos no hay cifras pequeñas. Si de los 51 mil partos que se registran cada día en el país tan solo el 15 por ciento de las madres decidiera “fortalecer la sangre” con esta mezcla de sebo y melaza, cada año se consumirían más de dos millones y medio de bloques de ejiao en las salas de maternidad. A ellos hay que sumar la clientela que lo aplica como supuesto reconstituyente para ganar aliento o retrasar la vejez, o para elaborar leche de burra o cuajar su queso, conocido como pule, costosa exquisitez que se cotiza a casi 1.500 dólares el kilo (aunque algunos pagaríamos el doble por no probarla).

 

Es reciente el boom del ejiao. Hace algo más de un decenio se disparó en China la moda de la gelatina acemilar, lo que explica dos fenómenos notables: uno, la mengua en el número de borricos chinos, que pasaron de ser 11 millones en los años noventa a solo 4 millones en 2016 (El Heraldo, 16.X.2016); y, dos, el aumento en la importación de pieles de asnos en ese mismo país. En 2013 los puertos chinos recibían 9,32 toneladas y en 2015 la cifra había subido a 22,44 (El País, 7.X.2016). La aritmética es muy sencilla: para abastecer a los aficionados al ejiao, China necesita 4 millones de pieles de pollinos, pero en sus hatos apenas hay 1,8 millones. La diferencia tiene que llegar de afuera.

 

Es ahí donde se proyecta una sombría amenaza sobre los burros del mundo entero. En los caminos de Colombia, especialmente los de la costa atlántica, empiezan a aparecer cadáveres de animales desollados. El horrible espectáculo coincide con el auge de las exportaciones de pieles de plateros colombianos a la China. En 2015 fueron 180 toneladas. Tres empresas señala el ICA como exportadoras a través de Buenaventura, Cartagena y Barranquilla. Son Curtidos Leathercol SAS (Villapinzón, Cundinamarca); Invermax del Caribe SAS (Barranquilla) y Belén Leather SAS (Belén, Nariño).

 

¿De dónde salen las pieles? ¿Quién las autoriza? ¿Quién controla que no se trate de animales robados? No llevan certificado sanitario. Desde hace seis años solo un papel en que el matadero se limita a señalar que el animal falleció, digamos, cristianamente. Pero no revela su origen, razón por la cual el sistema se presta para el abigeato, la crueldad y el contrabando.

 

Mientras en internet se venda una pastilla de 250 gramos de ejiao a más de 1 millón 200 mil pesos, la tentación de matar, despellejar y mandar cueros a China superará los ridículos requisitos que se exigen. Por eso hay que pedir desde ahora que el gobierno prohíba terminantemente la exportación de pieles de asno. Sin este veto absoluto se consumará en pocos años el burricidio nacional. Calculen: por un cuero se paga en China 300 euros (1 millón 500 mil pesos), mientras que un pollino criollo se compra por medio millón.

 

Como dijo un empresario de curtiembres: “Hoy vale más un burro muerto que un burro vivo”. Así es. Por eso, de no cambiar las cosas, los rucios costeños serán otra especie condenada a perder una segunda oportunidad sobre la tierra.

 

ESQUIRLA. Hay pequeñas escuelas rurales de difícil acceso para los alumnos. Cada una de ellas merece tener, criar y cuidar uno o más burritos para ayudar a los niños, atender las necesidades de la precaria entidad y proteger a los pobres animales de su inevitable extinción.

 

(Fuentes adicionales: Contexto Ganadero, The Donkey Sanctuary, La Economía, The Guardian, La República, Semana, Sputnik, El Tiempo, El Universal; páginas web ICA, Invima, otras).

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más columnas en Los Danieles

Contenido destacado

Recomendados en CAMBIO