
El insulto es un derecho constitucional. Bueno, esa afirmación puede tener detractores que la consideren exagerada. Lo cierto es que tanto la Corte Interamericana de Derechos Humanos como nuestra Corte Constitucional han protegido las expresiones chocantes, dentro de las cuales se encuentran los insultos. En términos generales y con contadas excepciones, los insultos están amparados bajo la libertad de expresión.
El derecho al insulto es ejercido por los colombianos con destreza. No solo porque empleamos todo tipo de agravios y moquetes graciosos para referirnos a la realidad o a los contertulios, sino porque en ocasiones el insulto es una forma de expresar cariño o cercanía. Creo, además, que el insulto es una forma de lingüística superior, cuando es inteligente y bien tejido entre la conversación.
Nada de esto aplica para el presidente de la república cuando se dirige a la cabeza de otra rama del poder público. El empleo del término “hp” por parte del presidente Gustavo Petro para dirigirse al presidente del Congreso, Efraín Cepeda, es un lamentable uso de los poderes y micrófonos presidenciales. Hace parte del nuevo libreto del Palacio de Nariño con el que se proponen denigrar las instituciones y para ello es importante acabar con las formas. No es la primera vez que Petro desecha el respeto y el buen trato, como si expresarse sin insultos en un escenario político sea un asunto de ricos, ¿acaso eso no habla muy mal de la concepción que tiene el presidente sobre la gente de escasos recursos?
Petro necesita caldear los ánimos para que la ciudadanía salga a votar en su consulta, y como buen dogma uribista, necesita que lo hagan con rabia. Y todo esto resulta elocuente sobre el estado actual del gobierno: busca avivar odios mediante el empleo pedestre de insultos. Pero incluso la falta de tacto, estrategia o sentido común que ese hecho devele creo que le asiste al presidente el derecho de hablar mal. Bueno, sus soliloquios incandescentes sobre la galaxia y el amor tampoco es que sean un uso magistral del castellano, pero esa es su prerrogativa.
El problema es que lo haga para referirse al presidente del Senado y además que lo increpe así públicamente. Es un grito desesperado para llevar a su base a detestar al Congreso o a cualquier otro a quien pueda culpar por su propia mediocridad e incapacidad de trabajar con disciplina.
Ojalá alguien en el círculo cercano del presidente se prepare una agüita aromática y se siente a ver la hora entera del discurso porque deja entrever a un mandatario errático, que no podía pronunciar bien las palabras, pero incluso cuando se le entendía eran un rosario de incoherencias sobre nada. En todo caso, aunque peligroso, el grito de “hp” no es la peor parte del performance de la semana.
En medio del tránsito por la estratosfera, el presidente afirmó que el solo volvería al poder cuando el pueblo haga una revolución. En esta sociedad pacata a muchos les parece más grave que el presidente diga hp, a que amenace una vez más con mensajes confusos sobre su salida del poder.
Todos los mensajes que Petro emite al respecto transitan fronteras borrosas, como si siempre buscara preservar la posibilidad de explicar que eso no fue lo que quiso decir o que la oligarquía lo malinterpreta porque no habla el idioma de amor del pueblo. No, el peor insulto no es el trato indigno a la cabeza del legislativo, sino la amenaza velada de que existen formas para permanecer en el poder. En ese mareo discursivo en el que el presidente decidió sumir al país entero, el agravio más preocupante es cuando juega con los miedos de muchos de que se quede.
Ya hace más de un año el presidente amenaza cada vez que puede con mensajes ambiguos y disfrazados sobre sus intenciones democráticas. Si es cierto que no tiene planes de abusar de las instituciones es hora de que lo diga, o que deje claro sus deseos de quedarse. Y corresponde a cualquiera que tenga acceso privado o público al mandatario a ayudar a despejar el asunto. Pero el presidente sabe que su reino es la confusión y el caos, porque ahí puede ser déspota y demócrata a la vez y por eso nos mantendrá en esta borrachera, y para eso le sirve la hora del madrazo.

