
Por ley de acción y reacción, Napoleón, Hitler y Trump son quienes más han unido a los europeos. El mundo se conmocionó cuando este último exhibió un cuadro indescifrable de lo que llamó aranceles recíprocos. “Creo que va muy bien” dijo, mientras la tormenta empezaba, aunque advirtió que hay que esperar, como cuando alguien se opera. El vicepresidente Vance sólo pudo repetir: “Nos sentimos bien…”.
Los asesores no tienen ni idea de lo que Trump tampoco sabe. El gurú Kevin Hassett sentenció: “el presidente decidirá lo que el presidente tiene que decidir”. Elon Musk y otro gurú, Peter Navarro, “Zar de los aranceles”, se trenzaron en agravios. Navarro, sostén intelectual de Trump, se cita a sí mismo con el nombre Ron Vara, anagrama de Navarro.
Para calmar el avispero Trump anunció que ya tiene más de 70 países que le están besando el trasero; y que esperaba llamada de China. Pero la llamada se ha retardado y los lameculos todavía no se materializan del todo. El miércoles, de repente, Estados Unidos decreta una moratoria de noventa días, lo que agrega más suspenso al caos.
¿Hasta cuándo el planeta tendrá que soportar la incertidumbre económica y social que causa este desenfreno?
La catástrofe no fue algo imprevisto sino el resultado de una ruindad irresponsable, como el acto de quién inicia una avalancha. En lo único que piensa Trump es que los aranceles le dan poder para destruir la economía global mientras no exista unidad de la contraparte. En todo el planeta la gente sufrirá las consecuencias. Habrá quiebras, crisis y desconcierto, se acabará hasta el papel higiénico.
Trump está quebrando la endeble estructura tejida desde 1945 para lograr la paz entre naciones. Viola los principios de igualdad, no intervención y autodeterminación inherentes a la soberanía y la independencia de los Estados, consagrados en las cartas de la ONU y de la OEA. Pisotea la buena fe, regla sagrada de conducta. Tritura todos los pactos de derechos humanos. Está desconociendo también la Convención de las Naciones Unidas sobre Relaciones Consulares de 1963, concretamente el derecho a la asistencia consular.
En la primera conferencia americana celebrada en Washington en 1889 se adoptó una resolución que proclama que los extranjeros gozan de los mismos derechos civiles que los nacionales y pueden hacer uso de ellos en el fondo, la forma y procedimiento, y en los recursos a que den lugar, absolutamente (subrayo) en los mismos casos que los nacionales. ¿Cómo se concilia esta regla fraternal con la campaña de odio al extranjero desatada por Trump?
Desacató las órdenes de suspender las expulsiones y de regresar a un salvadoreño enviado al país que lo persigue “por error administrativo”. El gobierno alega que los expulsados como enemigos terroristas están en otra jurisdicción. Ante un recurso con carácter de emergencia la Corte Suprema emitió una providencia que permite seguir invocando la arcaica ley de enemigos extranjeros de 1798 para expulsar enemigos o terroristas; pero ordena que a la persona se le notifique el cargo y se le respete el derecho a la defensa. Este fallo algo sibilino no se inmiscuyó en la cuestión de fondo, que corresponderá en cada caso al juez o tribunal competente territorialmente. Pero la portavoz de la Casa Blanca lo proclamó como gran triunfo. No lo es.
Todo es una tragicomedia que causaría risa de no ser por lo miserable. Kristi Noem, a cargo de las implacables redadas de la secretaría de seguridad interna (Home Security), hizo divulgar las imágenes de su visita al campo de concentración en El Salvador, al mejor estilo de la Gestapo del Reichsführer-SS Himmler o de “a” el Mono Jojoy. Visitó Colombia, la recibieron con alfombra roja y concertó un oscuro pacto sobre intercambio de información biométrica, que atentará contra la intimidad de los colombianos. Que la llamen carta de intención no obsta para que sea obligación divulgar su contenido. Se entrevistó con el presidente Petro y de regreso dio a su jefazo en Washington una versión muy negativa sobre lo que aquel le expresó. La cancillería intentó rectificar a las carreras y el ministro de Defensa, general Sánchez, tuvo que sostener que hubo un problema de traducción. Al final Petro reconoció que le había dicho que a la gente hay que tratarla con amor. El problema es que se refería a los del Tren de Aragua. Ahora, para que sepamos a qué atenernos, la señora Noem se ha mostrado frente a las cámaras disfrazada de Rambo y blandiendo un arma de la guerra de las galaxias, capaz de derribar meteoritos y desparramar amor mortal.
En su cruzada económica contra el mundo Trump está pateando acuerdos de libre comercio y ha creado la causa para un torrente de demandas. La pusilanimidad de la sociedad internacional recuerda que así surgió la Segunda Guerra Mundial.
Trump es un asteroide humano que amenaza con estrellarse contra el planeta y volverlo polvo que se llevará por el universo el virus de la vida, como quiere el presidente Petro; quien a su turno es un meteorito alucinante que puede acabar con Colombia.
