Daniel Samper Ospina
12 Marzo 2023

Daniel Samper Ospina

LA OPOSICIÓN A PETRO ES...

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Desde hace dos semanas mi pesadilla más recurrente es que, como reacción al despelote general del gobierno de Petro, el péndulo político se lanza con fuerza a la ultraderecha y dentro de cuatro años terminemos padeciendo la presidencia patética y terrible de, no sé, Alicita Franco, Jorge Barón Jr. o, en el peor de los casos, María Fernanda Cabal. La imagino imponiendo de nuevo la política de la mano dura y me estremezco: 

—El ejército es fuerza letal del Estado que entra a matar, no está hecho para damas rosadas: ¡invadan Catatumbo y por ahí derecho invadan la Unión Soviética! —ordena a su canciller, el doctor Enrique Gómez, que suspira satisfecho mientras se agarra a dos manos negras las calzonarias heredadas ya no de su papá (ni de su hermano, ni de su tío, ni de su abuelo y demás beneficiarios del erario), sino de su antecesor —don Álvaro Leyva, el primer godo marxista de la historia— y cumple la orden presidencial como Navarro Wolff: a pie juntillas. 

Desde ya puedo imaginar el gobierno, el gabinete. Miguel Polo Polo sería secretario privado y alto comisionado para los Masajes con Bloqueador. María de la Paz Gaviria, que sonaba para ser ministra de cultura de Petro, sonaría para ser ministra de cultura de Cabal (pero ese ministerio sería ocupado por el general Zapateiro). Iván Duque sería rebajado a viceministro de la creatividad (porque el ministro sería Zuluaguita en su versión tik toker) y lo echarían a los seis meses sin explicación, como si fuera Patricia Ariza. José Fernando el Gordo Bautista regresaría de nuevo al uribismo, sería ministro de Deportes y alcanzaría a firmar veinticuatro mil millones de pesos en contratos. Para combatir la proliferación burocrática del gobierno anterior, habría un exceso de fusiones: el ICBF pasaría a llamarse Instituto de Máquinas de Guerra y sería absorbido por el Ministerio de Defensa y de la Moralidad Pública, ocupado por Alejandro Ordóñez.

Los jóvenes Cabal recibirían un millón de pesos al mes, a modo de subsidio. Rodolfo Hernández sería candidato a la Gobernación de Santander por el Centro Democrático. Reabrirían las caballerizas de Usaquén. Roy Barreras sería nuestra esperanza para que el gobierno que ayudó a elegir —como cabeza de lista al Senado por el Pacto por la Reconstrucción Nacional— no resulte tan extremo. Solo faltaría que Petro defendiera a Uribe con un trino que dijera “A la doctora Cabal nada de insultos” ante los improperios lanzados por un militante en un encuentro de la Colombia Humana, capítulo Miami, organizado por Gustavo Bolívar.

Cualquier cosa es posible en este país. Lo único que a estas alturas supera en mediocridad el mediocre gobierno de Gustavo Petro es la oposición que lo critica: ese inmaduro congresista Polo Polo cuya mayor gestión legislativa consiste en escupir memes en su cuenta de Twitter sobre la gordura de Francia Márquez. Los siete jóvenes Cabal, los tres jóvenes laureanistas. Pachito Santos, que regresó con fuerza esta semana con un sorpresivo video en que, peinado con blower, en plano contrapicado y a modo de coach emocional, nos tutea frente a la cámara: "quiero saber qué estás sintiendo, quiero escucharte".  Y si acaso Miguelito Uribe, el Niño Tía, líder mayor de esta suerte de uribismo sin Uribe que se enfrenta al gobierno más extraño de la historia sin su figura de peso. Porque quien debería ser el líder de la manada opositora, el doctor Uribe, decidió sustraerse de conducirla, acaso mientras pacta una paz judicial con Petro, acaso por la sagacidad política de quitarle al petrismo una figura contra la cual pueda articularse y crecer. ¿Qué se hizo de aquel vigoroso opositor que todos suponíamos vomitando trinos con el numeral #PetroTraidor, #PetroCanalla? ¿Por qué, para desconcierto de todos, aquellos dos rivales parecen ahora viejos amigos?  Se reúnen cada tres meses en la oficina de un compadre común y conversan de sus cosas: de sus gustos, de sus hijos, de sus nietos. Uribe a veces le pide consejos de crianza:

—Oístes, presidente Petro: ¿vos qué hicistes para enderezar al tuyo, al mayorcito?
—Lo metí en la política, le di todo el poder del partido en la costa y santo remedio, presidente Uribe: se volvió lo más de humilde…
—Yo a los míos les inculqué el valor de la franqueza y montaron una zona franca y han tenido una carrera muy próspera: vendían manillas y ahora tienen muchos centros comerciales.
—Mi niño también cambió su Twingo por un Ferrari.
—Qué bueno, presidente Petro.
—Gracias, presidente Uribe.

Pensaría cualquiera que, sin Uribe en el ring, Petro pelearía contra su propia sombra. Pero vivimos en Circombia y en estas dos semanas nos dimos cuenta de lo contrario: ningún presidente colombiano ha contado con un partido de oposición tan vigoroso y desleal como el compañero presidente: el Pape, o Partido de los Petro, conducido por su hijo Nicolás, en el cual militan su hermano Juan Fernando, algunos días el propio Petro en persona y, por raticos, la primera bailarina de la nación y alta consejera para los Funerales de Estado, doña Verónica Alcocer. 

Ni Laureano Gómez, cuando pretendía hacer irrespirable la república, ni Álvaro Uribe, cuando boicoteaba todos los días el proceso de paz de Santos, habían sido tan efectivos en su labor opositora como la familia de Petro contra Petro. A pesar de que el partido cuenta con apenas tres miembros, ha conseguido rasgar al Gobierno con una herida de difícil cicatrización, al punto de que, a estas alturas, los Petro merecerían obtener un reality propio, como los Montaner, o por lo menos una personería jurídica para beneficiarse del estatuto de la oposición. Se les debería permitir hacer una réplica cada 20 de julio, una réplica después de cada alocución presidencial. En una de ellas podría aparecer Nicolás Petro presentando a su primo hermano. En otro podría salir en pantalla Juan Fernando, en bata médica y con media tetilla al aire —en todos los sentidos—  para negar que, contrario a lo que informó Caracol Radio, jamás se reunió con 18 malandros en un restaurante de Medellín al que ingresaron disfrazados con gafas y pelucas: afirmará que, contra todo pronóstico, las hilachas de su pelo no son un tupé y que las gafas de Danilo Rueda tampoco forman parte de ningún disfraz.

Y, en el último de los videos aparecerá doña Verónica, rodeada de sus amigos catalanes que guardan respetuoso silencio mientras explica por qué no los nacionalizaron a velocidad de Twingo, sino de Ferrari, cuando uno de ellos tiene prontuario de corrupción.

Con semejantes opositores, la única forma de recoger la escurrida popular presidencial será con las calzonarias que heredó el atenido Enrique Gómez del godo marxista.

 


 

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