Mujer curiosa y osada, nuestra decimera MacLamus asume esta semana el trabajo de contar la historia del palacio presidencial colombiano. Sus décimas de hoy analizan la arquitectura del edificio y critica los dardos que ha lanzado el presidente Gustavo Petro contra su actual domicilio.
¿Quién le explica al presidente
que en el sitio del palacio
que él ocupa, muy reacio,
vivió el precursor valiente
de la causa independiente?
Fue allí la casa natal
de Nariño, hombre cabal,
quien valoró la importancia
de lo consagrado en Francia
por la Asamblea Nacional.
El texto de aprobación
de primordiales derechos
se escribió con los pertrechos
de la cruel revolución
que sacudió a esa nación.
Francia fue ejemplo seguido
por los pueblos oprimidos
que con denuedo buscaron
la libertad que lograron
luchando a brazo partido.
Empezaba el siglo veinte
cuando se reconstruyó
el edificio que honró
a Nariño, el escribiente
y traductor muy sapiente
de los derechos del hombre.
Rindiendo culto a su nombre
se levantó aquel palacio,
y diseñó el noble espacio
un francés de buen renombre.
Gaston Lelarge se llamaba
este notable arquitecto
que compartió su proyecto
con alguien en quien confiaba
y que fiel lo secundaba:
Julián Lombana, colega
lo acompañó en esa entrega,
sin buscar nada distinto
que dotar a aquel recinto
de dignidad palaciega.
Pero no es su arquitectura
genuinamente francesa;
neoclásica es esta pieza
de geométricas figuras
y modesta en su estatura.
Detalles ornamentales
que fueron muy populares
en la antigua Grecia y Roma
a su estructura se asoman
como trazos principales.
Pero “¿A quién se le ocurrió?
—nos advierte el presidente—
levantar un imponente
palacio? ¿En qué pensó
cuando francés lo erigió?”.
No busquemos deshacer
lo que con fe se hizo ayer,
es mi modesto consejo.
Mírese en su propio espejo
cuando diga: ¡hay que leer!
María Cristina Lamus (MacLamus)
