Daniel Samper Pizano
23 Febrero 2025 03:02 am

Daniel Samper Pizano

LOS RICOS SÍ QUE LLORAN

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Llegaron los denominados indicadores principales de la economía en el año pasado, que inauguran un largo y quejumbroso desfile de representantes de intereses económicos particulares a través de la prensa, los canales de televisión y los noticieros de radio.

Es esta una especie de peregrinación periódica en la cual cada gremio lloriquea mediante representantes que envejecen alzando banderas sectoriales. No soy economista, pero me interesa, por supuesto, la suerte del país. Y lo que suelo presenciar es el descuartizamiento de datos. Cómo se comportaron el comercio, la construcción, la ganadería... Cuánto ingresaron (o no) las empresas energéticas, el turismo, las aseguradoras...

No incluyo a los bancos, porque a ellos siempre les va bien, entre otras cosas porque las cifras son dispares. El año pasado, según algunas fuentes, ganaron la bicoca de 8.32 billones de pesos, pero no están contentos: en vez del 2.34 % habrían podido crecer el 5 %, el 8 % o el 15 %. Lo simpático es que las entidades financieras confiesan utilidades que subieron 14.2 % en el año.

Los más optimistas reconocen que no les fue mal, aunque el balance podría haber sido mejor si se comparan las cifras de 2024 con las de 1988 o 1952. Los menos beneficiados, tristes y ojeroso, producen lástima: “Otro año difícil”. ¿Acaso siempre pierden?

Me sumergí el lunes en un informe especial de El Tiempo. Es un semáforo que califica con colores rojo (insatisfechos), amarillo (quietos y callados) y verde (crecieron y ganaron) a 30 referencias de consumo, producción y utilidades. Solo 10 pintan el verde; 18 brillan en rojo. Sin embargo, hay cifras que suenan contradictorias: aparece en denso verde el transporte aéreo (subió 14.3 %) pero están coloradas las agencias de viajes. ¿Es tan grueso el bocado que se lleva internet?

Yo no soy gremio pero también me quejo. Mi protesta tiene que ver con el hecho de que rara vez figuran los sectores que carecen de portavoces perfumados: los pequeños agricultores, los vendedores callejeros, los desempleados, los meseros, los basuriegos, los pescadores artesanales, los mineros de costal y alpargatas... Hablo de millones de colombianos escondidos o ignorados.

La verdad es que los tales indicadores principales de la economía en el año pasado solo lo son de ciertas áreas y ciertas actividades, y no del país. Casi nada se informa acerca de la distribución de la riqueza en nuestra sociedad, una de las más desequilibradas del mundo. El índice que la mide, el Gini, sale poco del armario. Tampoco sabemos regularmente si ha disminuido la concentración de la tierra, si ha aumentado la escolaridad rural, si ha menguado la sanidad en territorios lejanos, si perdió o ganó capacidad adquisitiva el salario obrero... 

En fin, datos sociales, mediciones relacionadas con el nivel de vida y la pobreza de la mayoría de los colombianos. Porque el eterno memorial de agravios gremiales es apenas una cara del problema. El éxito económico en algunos sectores aumenta la riqueza de unos cuantos, pero también la desigualdad general. Menos atendida y más dura es la otra cara. La que casi nunca vemos en la sección financiera de los noticieros y protagonizan, en cambio, multitudes de colombianos que caminan kilómetros al trabajo o la escuela cada vez que alguien corta las avenidas para exponer sus críticas, por justas que sean, o paraliza durante veinte horas los vehículos que llevan cosechas y mercancías. 

Esa Colombia no aparece en la procesión periódica de ricos descontentos que nos abruma por estas fechas.

El dulce ya tiene mapa

Los esclavos del dulce, los golosos, los que diariamente nos atiborramos de carbohidratos prohibidos, los suicidas del azúcar, los que comemos merengón de guanábana mientras soñamos con un postre de natas, los que nos desayunamos con arequipe y bebemos melao cuando tenemos sed vamos a disponer de un mapa especial desde esta semana. Leo que en la Vitrina Turística anual de las agencias de viajes (Anato) se inaugurará el próximo jueves la Ruta del dulce en Colombia. La noticia ofrece un mapa tentador de postres de siete departamentos, donde son protagonistas la caña y los licores destilados. Acudiré, pues, a la cita con el noble bocadillo veleño, las cocadas, la melcocha, las panelitas de leche, el enyucao, el aborrajado, el tresleches y decenas de tentaciones más. Eso sí, espero que en el respectivo pabellón de Corferias ofrezcan café con endulzante dietético, porque la conciencia también hay que engordarla. 

Recordando a Carranza

En este mes de febrero se cumplen cuatro décadas del fallecimiento de Eduardo Carranza, en mi sentir el más grande poeta colombiano. Tenía 71 años y fue sepultado en el humilde cementerio de Sopó, al lado de la tumba de su progenitora. Había publicado en 1975 su prodigiosa Epístola mortal, de la cual copio seis versos:

Todo cae, se esfuma, se despide
y yo mismo me estoy diciendo adiós
y me vuelvo a mirar, me dejo solo,
abandonado en este cementerio.
Allá mi corazón está enterrado
como una hazaña luminosa y pura.

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