Daniel Samper Pizano
20 Abril 2025 03:04 am

Daniel Samper Pizano

ME NIEGO A RESUCITAR

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Cuando murió en Mariquita el fundador de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada (1509-1579), sus restos quedaron depositados en un solemne sepulcro con el siguiente epitafio latino: Specto resurrectionem mortuorum. Es decir, “Espero la resurrección de los muertos”.

Si yo hubiera sido vecino funeral del ilustre conquistador y jurista, en mi lápida estaría grabado un letrero diferente: Ego sic no: “Yo sí no”. A mí que no me obliguen a una nueva vida...

Hoy, Domingo de Resurrección, parece propicio acariciar el tema: ¿es posible morir y regresar del más allá? El cristianismo se basa en este prodigio. El credo nos dice que Cristo fue crucificado, muerto y sepultado; que descendió a los infiernos y que al tercer día resucitó y subió a los Cielos. Al volver del otro mundo, realizó varias apariciones ante sus apóstoles. Uno de ellos, Tomás, sujeto bastante incrédulo, solo abandonó su escepticismo cuando metió el dedo en la llaga fresca del Maestro.

Pocos cristianos son tan renuentes como Tomás. Jeremiah Johnston, autor de un libro sobre la resurrección de Jesús, señala que dos de cada tres estadounidenses (66 %) creen al pie de la letra lo que relatan al respecto los evangelios; 10 % no contestan, y 23 % se niegan a aceptar que una persona fallecida regrese luego a la vida. Esta franja tesa alega que no hay pruebas ni testimonios imparciales sobre el fenómeno. 

En Colombia la proporción de creyentes es seguramente mucho mayor pues, según informe de El País (Mayo 26 de 2023) nuestro país es, después de Brasil, el más convencido de la existencia de Dios en una lista de venticuatro. Si uno ve los desplantes píos, oraciones, rezos y frases seudoteológicas de los jugadores de la selección Colombia, dudo que Brasil nos supere. Hace poco, al preparar los penaltis del último partido entre los juveniles de ambos países, mientras los colombianos rezaban de rodillas con grandes aspavientos, los brasileños estudiaban estrategias. Ganó Brasil obviamente: Dios no es fanático de ningún equipo en particular.

Por supuesto, una cosa es el ejercicio de los mandamientos y otra la manera exhibicionista con que muchos miran al cielo y reparten a manotadas el “que Dios lo bendiga”. Entre nosotros, nación supuestamente ultracristiana, parecería que el no matar y el no robar hubieran sido derogados, para no mencionar la insolidaridad social como pecado cotidiano. Sospecho que no se es mejor cristiano por suscribir la resurrección con fe ciega sino por llevar una vida honrada y solidaria con el prójimo. 

Un personaje que examinó la resurrección desde otra órbita, la humorística, fue el autor francés Pierre-Henri Cami (1884-1958). En su novela El juicio final, describe el despelote que se formará el día del apocalipsis en el instante en que se abran las tumbas y surjan de todas las cavidades los que el presidente Petro llama “de guoquin dít”: los cadáveres vivientes. Los apretones de Transmilenio parecerán una cabina de clase ejecutiva cuando mujan las trompetas de Josafat y bandadas de resurrectos se tomen el ámbito.

Me pregunto a veces si son muchos los compatriotas que repudian, como yo, la opción de retornar de ultratumba que promete la doctrina cristiana. ¿Vivir de nuevo? No, mil gracias. Lo más probable es que, como ocurre a la mayoría de los mortales, nos esperen unas pocas alegrías y muchas amarguras. A falta de encuestas y estadísticas, tengo el respaldo de los poetas criollos. La que sigue es una mínima antología de versos que rechazan una resurrección sobre la tierra.

Lázaro
“¡Ven, Lázaro!”, gritole 
el Salvador. Y del sepulcro negro
el cadáver alzose entre el sudario,
ensayó a caminar a pasos trémulos,
olió, palpó, miró, sintió, dio un grito
y lloró de contento.

Cuatro lunas más tarde, entre las sombras
del crepúsculo oscuro, en el silencio
del lugar y la hora, entre las tumbas
del antiguo cementerio,
Lázaro estaba sollozando a solas
y envidiando a los muertos.
            José Asunción Silva

El momento nefando
Pienso cuando estoy fumando
que todos vamos al trote,
que la vida es un chicote
que se nos está acabando.
Si en el momento nefando
Dios me llega a preguntar:
”¿Quiere usted resucitar?”,
le diré, echándole el humo:
“Mil gracias, Señor, no fumo
porque acabo de botar”.
            Eduardo Ortega

Copla
En el último escalón, 
ya para al cielo ganar,
me acordé que te quería
y volví a desenjalmar.
                 Del folclor

Que quede claro, pues, en verso y prosa: yo ni muerto pienso resucitar...

Vida social allá arriba

El reciente vuelo de un cohete privado, el Blue Origin, que condujo al espacio menos lejano (cien kilómetros de altura) a un distinguido ramillete de damas no puede considerarse una hazaña espacial ni mucho menos un logro feminista. Es apenas un capricho de multimillonarios. Cinco señoras fueron invitadas por la anfitriona, doña Lauren Sánchez, a tomar el té, sin té, en la nave espacial de su novio, don Jeff Bezos, dueño de Amazon. Fueron solo once minutos, tres de ellos flotando ingraves. Calculo que el precio del paseo supera los 120 millones de dólares y no tiene la menor importancia científica. 

Esta es una ofensa para los pobres del mundo entero, que no tienen ni para una comida diaria. La ensayista inglesa Moira Donegan señala que se trata de un espectáculo típico de la decadencia estadounidense: “Una vulgar provocación carente por completo de conciencia propia que desborda los límites de la parodia”.

Otra columnista añade: “Estamos ante una tremenda derrota del feminismo de Estados Unidos”, caricaturizado en semejante remedo de aventura estelar. Alguno más lo resumió así: “Un pequeño paso para el feminismo y el progreso social y un salto gigante para la autopublicidad de Bezos”.

Se trata de otra vergüenza en estos tristes tiempos en que la codicia y el egoísmo nos regalaron a Donald Trump, Elon Musk y su combo de putos plutócratas.

Imagen columna Daniel Samper Pizano

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas