“El poder de la verdad nunca yace en el aire arrogante de los guardianes de la verdad”
Lin Zhao, poeta y disidente china, ejecutada durante la Revolución Cultural.
Los nuevos dueños de la verdad pública se hicieron a ella para despreciarla, para manosearla y moldearla a su antojo. Nada de esto es nuevo, porque genios y mercaderes de la comunicación masiva existen desde antes de Maquivelo. El problema es que ahora habilitamos la posibilidad de empaquetar a la plaza pública para que cualquier millonario compre un pedacito y se lo lleve para su casa, y por eso la manipulación es cada vez más precisa y peligrosa.
La derecha global entiende este fenómeno y ha sabido pararse sobre los puntos ciegos del nuevo sistema del capitalismo de la vigilancia para mentir y avanzar su causa. El escándalo de Cambridge Analytica pasó hace catorce años y demostró el poder de los datos personales abusivamente empleados para poner en el poder a políticos como Donald Trump. Desde entonces se ha replicado en todo tipo de campañas, como la de Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en el Salvador o Javier Milei en Argentina.
Colombia no ha estado exenta de estos manoseadores. Esta semana Cuestión Pública informó sobre la estrategia de quien llamaron #LaMercenariaDigital de Colombia, la senadora María Fernanda Cabal. La nota explica al detalle cómo funciona la estrategia de desinformación digital sobre la cual Cabal pretende llegar al Palacio de Nariño.
Esta no es solo un arma de la derecha, es una nueva forma de entender y hacer política. Regímenes autoritarios en el mundo también se apalancan sobre su particular entendimiento de la realidad, para mentir y atemorizar a sus ciudadanos.
Antes de que Elon Musk comprara Twitter (ahora dizque X), los señores de las grandes plataformas contribuían a esta dinámica, pero tras bambalinas y poniendo cara de “yo no fui”. Ahora Musk se despoja de máscaras y hace política abiertamente desde el trono que se compró para encabezar la plaza pública.
Desde hace meses Musk ha declarado la guerra en contra del magistrado Alexandre De Moraes del Supremo Tribunal Federal en Brasil. El enfrentamiento empezó cuando Musk se rehusó a cumplir órdenes de la alta Corte que exigían la suspensión de cuentas que violaban la constitución. Ahora, X fue bloqueada en Brasil y la respuesta de Musk ha sido feroz. Pide la cárcel y amenaza con todo tipo de medidas absurdas a los jueces brasileños.
También cazó peleas en Venezuela con Nicolás Maduro, el dictador que cree que sus chistes en redes sociales lavan sus crímenes. Se retaron mutuamente a irse a los puños y otra cantidad de locuras del fin del mundo.
Musk le va a Trump y cada día arrecia su apuesta por su candidato. Para hacerlo difunde imágenes falsas, por ejemplo, de Kamala Harris con atuendo comunista, y desinforma sin que le apliquen ninguna de las reglas de su propia plataforma. Trump promete darle un puesto en su administración si llega a ganar, para garantizarle que se regule a sí mismo.
Parte de la apuesta del magnate sudafricano se basa en vilipendiar a los medios de comunicación. Se apalanca en la crisis de percepción y confianza que sufre el periodismo a nivel global. Y cómo habría de ser diferente si muchas de estas estrategias de manipulación dependen de la política disfrazada de periodismo, ejercicio desastroso que socava la conversación pública y pone en peligro a las personas más vulnerables del oficio.
Lo que Musk desprecia como “legacy media” por acá empaquetan arbitrariamente como “prensa hegemónica”. Y lo fácil es que ahora podemos no creer cualquier información, por más veraz que parezca, amparados en estos rótulos. Claro que es hora de poner una mejor lupa sobre los lunares éticos del periodismo, pero eso no puede servir para desdecir de su importancia democrática. Y esos cantos vienen de todos los extremos del debate.
Algo de la estrategia que denunció Cuestión Pública de la precandidata Cabal es la creación de un medio de comunicación puesto al servicio de sus mensajes. ¿No será esto, además de una estrategia desleal, una manera indirecta de violar topes de campaña?
Musk se vende como un absolutista de la libertad de expresión, pero ha aceptado el 80 % de las solicitudes de censura de gobiernos autoritarios. Se la pasa echando globos por X, los cuales resultan en exenciones tributarias y beneficios para su conglomerado económico. ¿Los que ahora lo aplauden como focas porque les gustan los políticos que favorece qué pensarán cuando este poder lo tenga un señor que no les copie?
Los nuevos dueños de la verdad, los de allá y los de acá, prometen mercadearla como nunca antes, y nosotros acá hablando por Twitter.