Los dictadores, tan rígidos y retrecheros con sus pueblos, suelen ser botaratas a la hora de obsequiar a los colegas. ¡Hay qué ver lo que regala Vladimir a Kim Jong e imaginar cómo le corresponderá el coreano al ruso! Nuestra decimera MacLamus ofrece su versión del intercambio.
“Me gusta tu coche, tío”,
dijo Kim Jong muy contento
y Putin, sin aspavientos,
le mostró cuál era el brío
del Aurus, su poderío.
Como es su modo habitual
no sonrió ni fue gestual,
pero miró hacia el futuro,
cuando daba por seguro
que visitaría a su igual.
De aquel septiembre brumoso
a este junio veranero,
Putin pensó, lisonjero,
dárselas de generoso
con el coreano adiposo.
Y le llevó ese presente
como una muestra evidente
de lo mucho que lo admira,
porque también él respira
ínfulas de prepotente.
Seis toneladas de peso,
motor de alto rendimiento,
tan ruso en un cien por ciento
que denota el embeleso
de Putin por los excesos.
Su nombre alude a un tesoro:
aurum, en latín, es oro,
un metal tan seductor
que fascina al dictador.
Aurus, de rus, más sonoro.
En euros corre su precio:
son cuatrocientos diez mil,
no tanto como un misil,
pero zumba y silba recio
mostrando al mundo desprecio.
Poco es para millonarios,
pues para ellos el erario
es materia de riqueza,
de ostentación, de vileza,
trueque más que necesario.
Sin importar si el mundo arde,
a la humanidad emplazan
con su potente amenaza.
Al fin y al cabo cobardes,
del botín hacen alarde.
La vena santandereana,
cuando dos fichas se ufanan
de una conducta oprobiosa,
los señala sentenciosa:
“Se juntó Chita con Chana”.
María Cristina Lamus (MacLamus)