Daniel Samper Ospina
20 Octubre 2024 03:10 am

Daniel Samper Ospina

SI ME FUERA DE RUMBA CON SHAKIRA

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Gracias a mis hijas descubrí que, para mi desgracia, tramito la crisis de la mediana edad de una manera muy diferente a Shakira. Lo supe porque me mostraron el video de su última canción mientras ellas mismas la cantaban a todo pulmón: en las imágenes de su megaproducción, la artista musical más grande que ha dado Colombia interpreta unas escenas que lo mismo habría podido protagonizar el ingeniero Hernández en la campaña de 2022: canta y baila a grito herido en un yate con unas amigas muy jóvenes con las que reaparece posteriormente trepada en la barra de un bar: en provocativos paños menores, se contornean en coro mientras gritan “¡yo tengo derecho de portarme mal para pasarlo bien!”. “¡Ahora puedo ser lo que quiera, se pasa rico soltera!”, reiteran, en una canción que, de haber sido escrita por Berto, se llamaría Agenda privada.

Imagino lo que sucedería si fuera yo quien recibiera el oleaje de los años con idéntica entereza, y, a diferencia de ella, no consigo salir del embate con dignidad. De pertenecer al grupo de amigas de Shakira, sería el primero en pedir el favor de que le bajaran un poquito a la música en el yate. Bailaría preocupado de que cayera al mar el canguro con el logotipo de Aviatur que utilizo en tierra para llevar los papeles. Me costaría trabajo entrar en armonía con compañeros de fiesta menores que yo, cuyas referencias generacionales jamás entendería: 

—¡Esa vieja es igualita Thuy Trang! —diría alguna de ellas, mientras las demás celebran el hallazgo y yo me sumo al contexto con una risa tan sonora como fingida.

En el momento cumbre de la noche, cuando comienzan a circular las pepas, sacaría mi pastillero personal para compartir las mejores, con la generosidad que me caracteriza: 

—Traje Esomeprazol que es mucho más efectivo que el Omeprazol ¬—les diría.

Y a las dos de la mañana, pasado de tragos, lanzaría el grito de guerra de otras épocas:

—¡Vámonos todos para Gótica! 

Envidio la forma en que Shakira se perfila para llegar a los cincuenta. Yo, por lo contrario, el plan que más disfruto es el de no salir a bar alguno. Mi concepto de “portarse mal para pasarlo bien” consiste en comer el chicharrón que el cardiólogo me prohibió, a sabiendas de que al día siguiente pagaré las consecuencias, porque ahora vivo con gastritis. Y sufro de inesperados momentos de tristeza por la tarde. Y a las siete de la noche ya no soy persona. Porque descubrí que vivir es entregarse al paso del tiempo como el ministro de Defensa a su silencio, como César Lorduy a sus escándalos: sin pataleos inútiles, con conmovedora parsimonia. 

Hay gente a la que la inundación de los años rejuvenece, y no me refiero únicamente a Shakira. Hablo, por ejemplo, del presidente Berto que a los 64 vive la vida con tal intensidad que parece un rockero de veinte: en un mismo día denuncia un golpe de Estado, convoca una marcha para detenerlo y se excusa de asistir por motivos de salud: se trataba de una de esas gripas que suelen dar en los viernes de puente. 

 ¿A qué viajó el presidente a Cartagena? ¿A despejar las vías respiratorias con saludables baños marinos que incluyen sonarse con la mano? ¿O, como supone la retorcida mente de sus opositores, para imitar a Shakira y tratar de “portarse mal para pasarlo bien”?  

Imagino al presidente en la noche amurallada. Se hace presente en la Casa de Huéspedes con la nariz roja y henchida, al punto de que la guardia presidencial lo confunde con Rudolph Homes. Solicita entonces a Otty Patiño que le consiga cuanto antes una caja de antigripal: ojalá de Pax Total. Duerme desnudo, como lo confesó en alguna revista. Y al día siguiente amanece más enérgico que de costumbre: se sirve un café doble; toma el teléfono; denuncia un nuevo golpe de Estado y dice que el pueblo queda facultado legítimamente para armar una guerrita civil en caso de que multen a su campaña. Casi a la vez, anuncia que su gobierno comprará coca; se enfunda en el traje de lino blanco que reserva para la escapada caribe (y los desfiles militares de tierra fría) y sigue los consejos de Shakira: en un yate de la Armada Nacional, acompañado por Susana Boreal, Guanumen, Moisés Ninco y otros párvulos de su movimiento a los que les lleva varios años, se entrega a la  noche festiva para demostrar que la juventud es una actitud.

Desconozco si, en plena juerga, recibió las noticias de la guerra en el Cauca y desde allá mismo dirigió la más grande operación militar desplegada en su gobierno: el envío a terreno de sus mejores hombres, ministros y ministras, directoras y directores de agencias estatales: valerosos protagonistas de unas escenas de película. No digo que de Platoon; no digo que de El soldado Ryan (o una adaptación colombiana parecida: El soldado Brayan).  

Pero sí momentos que podrían inspirar la próxima entrega de El Paseo 7: blindados bajo apretados chalecos militares que hacían juego con las mochilas arhuacas y las kufiyas palestinas de cuadrados, los integrantes de aquella loca academia de reclutas (algunos con bacinillas amarradas a la cabeza, a manera de cascos) pacificaron la población de El Plateado en una fugaz caminata de cuadra y media, y dieron parte positivo a su comandante en jefe que, a la distancia, suspiraba satisfecho y se alistaba, ahora sí, y de forma merecida, a celebrar aquella victoria el resto de festivo.

No es grave envejecer. Se puede pasar más rico casado que soltero. Y sin renunciar a los momentos de pasión. A mis cincuenta años, y en medio de un feliz y apacible matrimonio de casi veinte, puedo rendir testimonio ante quien lo necesite de que mis momentos más placenteros siguen sucediendo en la cama: cuando nos metemos en pareja en las cobijas para observar los titulares de CMI bajo el efecto plácido de un Omeprazol. 

O de un Esomeprazol, que es mejor y más fuerte. 

Como Berto en Cartagena.

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