Desde que tengo la ambición de que me resulte un contratico en RTVC, o TelePetro, para sacar adelante mi propio programa de TV, me he metido en la cabeza celebrar en voz alta los éxitos del Gobierno o, por lo menos, proponer soluciones ante sus problemas más reiterados. No se trata de un reto sencillo, yo lo sé. Esta semana, para no ir más lejos, resultó todo un escándalo el nombramiento del exactor porno Juan Florián Silva en calidad de viceministro de la Igualdad, como si el Gobierno no requiriera de alguien que, como el doctor Florián, fuera experto en montajes. Y en voltear congresistas. Han debido nombrarlo en Interior, no en Igualdad. O en interiores, al menos.
Para no hablar de la emisión de Protagonistas de Gobierno que transmitieron en la previa del partido de la selección Colombia: si hubiera sido un balance de gestión, habrían podido pasarla en el entretiempo, sin problema alguno. Pero humilde como es Berto, generoso con ese pueblo del que él es vocero único y encarnación mayor, quiso simplemente publicar a modo de preámbulo un capítulo breve, de casi tres horas, en el cual los agentes de la salud leían a su amaño cifras que pasaban en un Power Point, mientras él denunciaba, a falta de uno, dos golpes de Estado y de paso nos contaba que su WhatsApp había estado bloqueado e intervenido el fin de semana, probablemente por Elon Musk. Por pura prudencia, vale reconocerlo, esta vez no tradujo la denuncia del golpe al árabe, como sucedió aquel sábado inolvidable en el que advirtió al mundo entero, en varios idiomas, que lo querían tumbar.
El partido de fútbol, para terminar de completar, resultó catastrófico: un empate con espíritu de derrota que logró lo imposible: que el país entero estuviera de acuerdo con los análisis del Profe Vélez en contra del técnico Néstor Lorenzo. ¿Es otro de los signos del Agamenón? ¿Qué sigue ahora? ¿Que a uno le caiga bien Iván Duque, que también tenía programa de televisión pero al menos enseñaba a hacer Tang de naranja? ¿El hermano de Duque es mamón?
Es, simplemente, otra semana en Circombia: el gobierno de Berto continúa en caída libre, lo mismo que la selección. Y, sin embargo, y dado el carácter constructivo con el que pienso aproximarme a los temas gubernamentales en aras de mi programita bien pago de humor oficialista, he pensado en una solución que sirva a la vez a los dos problemas. Y consiste en cambiar al entrenador por el presidente, y al presidente por el entrenador. Finalmente, estamos en el gobierno del cambio.
La gestión del profe Lorenzo como cabeza de gobierno sería aplaudida al instante: por primera vez en casi tres años habría un equipo técnico en la presidencia. Para superar la gestión de Berto, le bastaría con repetir la fórmula del martes y pararse con tres centrales, sin salir por los extremos. Jugar a contener. Y abandonar las locuras presidenciales: con que no tenga cuenta de Twitter, gana el país. Con que duerma vestido, incluso. Y, claro, con que conserve sus excesos de precaución: necesitamos un presidente que deje de atacar.
Más complejo sería imaginar a Berto como director de la que única cosa que, junto con la uchuva y el vallenato romántico, une al país: su equipo de fútbol. Porque Berto haría de las suyas desde el primer minuto en que tome el control de la selección: ordenaría el ingreso inmediato de Laura y Armandito, los únicos que tendrían asegurada la titular, suceda lo que suceda. A Laura le ordenaría jugar como arquero, para que siga tapando. A Armandito, en cambio, lo pondría a jugar de armador: no en vano, Armando se ha hecho famoso por los pases que mete.
Berto llegaría tres horas tarde a los partidos. Llenaría los estadios con bodegas, miembros de Fecode, niños del Sena e indígenas del Cauca. Alinearía a Irene Vélez para decrecer en la tabla; a Roy Barreras como volante de marca, para romper las piernas del rival; a Sebas Guanumen para adelantar las líneas —éticas— y promover el fair play. En los tiros de esquina mandaría a cabecear a Bonillita. Reencaucharía al hijo del Chiqui García y entendería por “Chiqui García” a la exguerrillera del M-19. Reencaucharía al Pitufo de Ávila, y le recibiría aportes para la campaña.
El equipo cometería cuatro autogoles por fecha y no tendría reservas, al menos no de gas. Tampoco banca, porque Berto la expropiaría.
Nerú sería el preparador físico. Olmedo López, el aguatero (y traería agua desde La Guajira). El kinesiólogo sería el ministro Chapatín, pero, por la escasez general de medicamentos, no tendría linimentos ni gasas, salvo la franja de Gaza, de la que hablaría el DT en todos los descansos, ante el desconcierto de los jugadores. Mafe Carrascal, Susana Boreal, Margarita Rosa y otras porristas harían coreografías dirigidas por Alfonso Prada, quien repetiría el tiktok de campaña en el que prometía que el Gobierno bajaría el precio de la gasolina.
Hollman Morris dirigiría las tomas del Var, en todos los sentidos, y transmitiría de forma obligatoria, y por los canales privados, las eternas charlas de camerino en que DT Berto citaría a Hegel, enumeraría los ingredientes del sancocho y prometería una Bar Borrachera de tercer tiempo en caso de victoria. Salvo que se trate de Victoria Dávila.
Cuando vaya abajo en el marcador, el DT ordenaría el ingreso del exactor porno Juan Florián Silva para buscar el empate: no en vano es viceministro de la Igualdad. Y cuando no la logre, Berto haría lo de siempre: denunciar cada contragolpe como un golpe de Estado; lanzar flamas para que la tribuna popular invada el campo; desobedecer el dictamen del árbitro. Y acusar al recogebolas de acaparar balones.
Podría anticipar que, en manos de Berto, sucedería el “shu-shu-shu” de la selección; que quedaría eliminada del Mundial, relegada en la tabla con equipos como Nicaragua, Cuba o Venezuela.
Pero pondría en riesgo mi programita en RTVC, mi sueño del semestre. Será un espacio humorístico. Aunque no descarto incluir un segmento serio en el que se enseñe a preparar Tang de naranja.
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