Daniel Samper Ospina
15 Diciembre 2024 03:12 am

Daniel Samper Ospina

SI PETRO FUERA PAPÁ NOEL

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La noche del 24 no aparece. Los duendes que le ayudan y los renos del trineo que lo esperan preguntan desconcertados qué sucede. Vestida con su habitual traje de rayas verdes y blancas, y sus zapatos rojos de punta alargada, Laurita Sarabia, la jefe de elfos, pone la cara y pide paciencia:

—Noel Petro se encuentra adelantando asuntos de su agenda privada, pero en cualquier momento llevará todos estos regalos a los y las niños y niñas más necesitados del planeta.

Su retraso es noticia mundial. Jamás había sucedido algo semejante. Mal que bien, el Papá Noel anterior, obligado a dimitir después de que Gustavo Petro lo calificara de neoliberal, nazi y uribista, cómplice del gran capital y de la economía fósil, había cumplido por siempre la cita navideña.  

Los medios especulan los motivos de su retraso: algunas fuentes aseguran que le sentó mal la galleta y el vaso de leche que Armandito Benedetti dejó en la mesa de noche, a modo de regalo: vaso de leche o taza de café, todavía no se sabe. 

Para mayor desconcierto, en la mañana del 25 de diciembre circulan en las redes unos videos en los que Papá Noel Petro camina por las románticas calles de ciudad de Panamá mientras toma de la mano a una mujer que no es Mamá Noel. Tampoco parece ser la Virgen María.

Vale decir que, previo a la fecha cumbre de la Nochebuena, la administración de Papá Noel Petro, también conocido como el Santa Claus Humano, protagonizó un inédito escándalo de corrupción en el cual Olmedo, uno de sus elfos más llamativos, compró ochenta trineos por el doble del valor que ahora yacen abandonados bajo la nieve persistente de un lote de Siberia. En el escándalo también estaba implicado Bonillita, uno de sus duendecillos de confianza: acaso el más tierno y travieso.

El 29 de diciembre, Papá Noel Petro publica en su cuenta de Twitter una foto de su rodilla a modo de excusa, explica que se la raspó cuando se deslizaba por la chimenea de su casa de Santa Ana de Chía, en el momento en que dejaba los regalos a Nicolás y el otro Nicolás, sus pobres angelitos, ambos hijos de San Nicolás: al uno dio una casa en Puerto Colombia, al otro un contrato en Urrá. Y redacta durante todo el día extensos trinos, traducidos en varios idiomas a través de un programa de inteligencia artificial, en los que denuncia un golpe de Estado por parte del Grinch, acusa a los coros de villancicos de ser cantantes Mossad, relata sin que venga a cuento que Bolívar le quitó una novia a José Prudencio Padilla; dice que el Niño Dios solo le lleva regalos a los hermanos Vargas Lleras y a los niños blancos y ricos de Israel y lo compara con Hitler; propone volver público el sistema de regalos anuales (y limitar las cantidades); cuenta que designó a Matarife para que le ayude con los niños de Tailandia; afirma que él es el verdadero Santa Claus y que su apellido es de los mismos Claus de Roberta Claus, pero aclara que es heterosexual. También critica la última canción de Maluma. Y promete que dejará de beber tragos fuertes a partir del primero de febrero. Y plantea reformar la novena de aguinaldos para que quede de manifiesto la situación de Medio Oriente. Y responsabiliza a la Navidad del cambio climático.

Dos días después reaparece en persona, con un traje de lino color blanco, e informa a su gabinete de elfos que llegó el momento de expandir el virus navideño por las estrellas del universo:  el momento de repartir regalos. Ordena entonces a Sandra Ortiz, “una duenda rubia bien hermosa y bien buena”, que se ocupe de los regalos de los congresistas: un anillo de oro para Iván Name, una peluca para Julián Peinado. Reparte partidas presupuestales a las juntas de acción comunal. Firma un decreto para adscribir el trineo a la recién rebautizada Fuerza Aeroespacial, pero a última hora decide no utilizarlo porque tiene la sospecha de que cuando se sube en él, esa especie de tren elevado y eléctrico impulsado con cuarenta renos de fuerza, lo espían el Grinch y otros enemigos del cambio. 

Deja el trineo para que lo ocupe en sus vueltas personales doña Verónica, que viaja con todo su séquito por diversos lugares del país, de compras, con tan mala suerte de que, cuando atraviesa el Valle del Cauca, el helicóptero de Francia Márquez lo estrella. Caen heridos varios renos, entre ellos el emblemático Rudolph, cuyas astas resultan más quebradas que Ecopetrol.

La misma Francia informa del accidente a Papá Noel Petro a través de un correo que rebota dos veces. Inicialmente, Noel Petro no se altera, porque supone que se trata de Rudolph Hommes. Le explican entonces que la víctima en realidad es el reno más importante de su carroza voladora, el animal más trepador de su maquinaria de luces, ¡el que tiene la nariz roja!

—¿Y ahora qué le pasó a Armando? —pregunta Papá Noel inalterado.

Aclarado el equívoco, ordena en un trino que atiendan al reno con el nuevo sistema preventivo de salud. Las EPS manejadas por el Gobierno dicen que no lo pueden recibir y que no se consiguen los medicamentos veterinarios que necesita. El ministro de Salud denuncia que en realidad el reno está enfermo por haberse vacunado en la pandemia. Carolina Corcho se ofrece a diligenciarle una cita al animal. Margarita Rosa la postula como Papá Noel para la próxima navidad.

Es 12 de enero cuando el Santa Humano, el primer San Nicolás de la izquierda progresista, denuncia en un estrafalario discurso en Valledupar que las mafias del Polo Norte no le han permitido llevar regalos a los niños del mundo, ni siquiera a los de Medio Oriente, y por mafias del Polo dice que también se refiere al Moir. Advierte de un nuevo golpe de Estado. Dice que la culpa de este shu shu shu navideño, de la crisis explícita del 24, es del Grinch y de las oligarquías que impiden el cambio. Y pide a la gente que salga a las calles.

El trineo queda en tierra. Varios elfos terminan presos. A Rudolf lo nombran embajador en Panamá, para que se recupere de los cachos. Y crece la popularidad del Grinch.

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